Gabriel García Márquez según su biógrafo: “El realismo mágico es un eslogan empobrecedor de su obra”

Gabriel García Márquez según su biógrafo: “El realismo mágico es un eslogan empobrecedor de su obra”

A diez años de la muerte de Gabo, Culto conversó con Dasso Saldívar, el mayor especialista en la vida del autor colombiano. Aquí, habla sobre el peso del legado de García Márquez, cómo fueron sus últimos años, su poca expectativa ante la serie que Netflix prepara de Cien años de soledad y defiende la publicación de En agosto nos vemos.


Fue durante uno de sus últimos viajes a la ciudad de Cartagena de indias, cuando el alzhéimer ya estaba haciendo estragos en Gabriel García Márquez. En la caribeña ciudad se encontró con su hermano Jaime, con quien había tenido mayor comunicación, lo miró con toda calma y le dijo: “No sé quién eres, pero sé que te quiero mucho”.

El episodio, devastador, da cuenta de los difíciles últimos años del afamado autor de La hojarasca. Y lo relata a Culto el escritor colombiano Dasso Saldívar, quien escribió la biografía García Márquez: El viaje a la semilla (Ariel). Saldívar fue invitado por la Dirección de Extensión Cultural de la Universidad Andrés Bello y la Cátedra Vargas Llosa a dar la charla online “Conversatorio sobre Gabriel Garcia Márquez”, este pasado martes (se encuentra disponible en YouTube).

Gabriel García Márquez. Foto Ulf Andersen.

Saldívar fue contactado a propósito de los 10 años del fallecimiento de “Gabo”, el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México. Desde España, comenta cómo fueron esos años finales del colombiano. “Fueron un drama doble porque, debido al alzhéimer familiar hereditario que padecía, el escritor fue perdiendo su memoria y su capacidad intelectiva, y, cómo no, su energía vital y creadora. Tenía momentos de lucidez en que se daba cuenta de ello y hacía comentarios tristes y jocosos. En agosto nos vemos la trabajó hasta 2012, dos años antes de morir, perdiendo al final la capacidad de valorar el texto que pulía, y ahí fue cuando dijo, como contó su hijo Rodrigo: ‘Esta novela no sirve. Hay que tirarla’. Igualmente, Guillermo Angulo, uno de sus mejores amigos desde la época de París y de El coronel no tiene quién les escriba, lo visitó en marzo de 2013, y ya no lo reconoció. Pero cuando le dijo que lo acompaña al jardín para tomarle unas fotos, el escritor le preguntó: ‘Y ¿cuánto me vas a pagar?’. Según cuentan los expertos, el sentido del humor es lo último que pierden los afectados por el alzhéimer”.

¿Cómo describirías el legado literario de Gabriel García Márquez a diez años de su fallecimiento?

El legado literario de García Márquez a diez años de su muerte, me parece que sigue siendo, en buena medida, el de un clásico en vida, como lo fue el mismo escritor desde la publicación de Cien años de soledad, y, por otra parte, el de un clásico en estado casi puro después de su muerte. Pero antes que estos juicios de valor, lo importante sería referir algunos datos y hechos que nos hablan con más objetividad.

Por ejemplo, los homenajes y actos de todo tipo que se vienen dando desde la muerte del escritor no solo en el ámbito de nuestra lengua, sino en el de la mayoría de las lenguas cultas del mundo. Mónica Alonso, que sigue siendo su secretaria activa en México, me contó que no para de recibir diversos mensajes y expresiones de gratitud, admiración y homenaje de lectores e instituciones de diversos países e idiomas.

Por otra parte, las traducciones, ediciones y reediciones de sus libros más importantes continúan muy activas. Por ejemplo, la edición conmemorativa de los cuarenta años de Cien años de soledad, hecha por la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua, lleva (no tengo datos exactos) unos dos millones de ejemplares publicados, siguiéndole los pasos a la edición conmemorativa de Don Quijote, y eso en un mercado editorial que comporta diversas ediciones de su novela magna.

Ahí está el dato revelado por el Instituto Cervantes el año pasado acerca de que García Márquez es el escritor de la lengua castellana más traducido de este siglo XXI, superando por primera vez a Cervantes. Lo que explica que, en China, por ejemplo, el creador de Macondo siga siendo el escritor occidental del siglo XX con más influencia literaria y cultural. No en balde la editorial Thinkingdom, la que publica ahora sus libros en chino, haya vendido ya, en unos doce años, más de once millones de ejemplares de Cien años de soledad, y cuatro millones de El amor en los tiempos del cólera en un tiempo menor.

¿Cuál fue el papel de García Márquez en la configuración del realismo mágico?

El problema es que nadie sabe qué carajo es el “realismo mágico”, o quienes creen saberlo tienen un concepto distinto que usan a su conveniencia. Como nos lo enseñó Borges, la crítica literaria si no es un ejercicio de creación, como él lo hizo admirablemente, no tiene mayor interés. Tengo para mí que, ante la dificultad de penetrar conceptualmente en una obra tan compleja como Cien años de soledad, algunos críticos empezaron a decir: esto es realismo mágico, convirtiendo la frase en un eslogan empobrecedor de la obra de García Márquez y de la de otros escritores que lo antecedieron y lo influyeron, como Carpentier, Asturias y Rulfo. Ahora, pienso que lo que pudiéramos acordar como realismo mágico, es, en todo caso, algo episódico en García Márquez, sobre todo en su novela cumbre, pues lo que le otorga esencia y perdurabilidad a su obra, incluso a nivel de concepción y de estructura, son el mito, lo fantástico y lo poético, por lo que, ahora sí, podríamos hablar de realismo mítico, de realismo fantástico y de realismo poético en García Márquez. Esto, desde luego, tiene y sigue teniendo una gran influencia en otros escritores no solo de nuestra lengua, sino de otras lenguas cultas del mundo. Ya en vida, García Márquez fue un Premio Nobel maestro de otros premios Nobel, como la americana Toni Morrison, el chino Mo Yan o el sudafricano J. M. Coetzee.

¿Cuál es tu opinión sobre la relación entre la vida personal de García Márquez y su obra literaria?

La vida personal de García Márquez fue consustancial a su obra en dos aspectos: como fuente de creación, desde su infancia hasta sus últimos dos años, y, obviamente, como hacedor de la misma. Esto se dio todos los días de sus veinticuatro horas. Ya Álvaro Mutis, su compañero de tantas faenas en la vida y en la literatura, había escrito de su amigo que “solo don Quijote en su discurso sobre “las armas y las letras” había demostrado parecido fervor” al del escritor de Aracataca en el ejercicio de la literatura.

¿Cuáles fueron los principales desafíos que enfrentaste al escribir la biografía de García Márquez? ¿Cómo fue el proceso de investigación?

Los desafíos que tuve que enfrentar al escribir García Márquez: El viaje a la semilla fueron de todo tipo, desde la falta de información casi absoluta sobre la vida del escritor, hasta encontrar la estructura y la forma de escribir la biografía. Fue un proceso que duró veinticinco años en total. Pero yo no me creí el cuento anticipado de que estaba escribiendo una biografía de García Márquez. Es más, me creía absolutamente incapaz de hacerlo. Leí Cien años de soledad como a los diecisiete años, estando en segundo de bachillerato en el Liceo Antioqueño, de la Universidad de Antioquia, y en quinto de bachillerato empecé a investigar sobre su vida, cuando, en 1972, le hice una entrevista a su hermana sor Aída García Márquez, que daba clases en un colegio salesiano de Copacabana, un pueblo vecino de Medellín, donde yo vivía.

Como había intentado inútilmente de encontrar algo sobre la vida del escritor en los periódicos y en los textos escolares y académicos sobre literatura colombiana, entonces tuve que empezar a buscar por mi propia cuenta, y durante los diez primeros años lo hice solo por la necesidad de satisfacer las curiosidades de un lector fascinado y agradecido. Solo cuando le dieron el Premio Nobel en 1982, me di cuenta de que casi todos los medios de comunicación, escritos y hablados, ignoraban esencialmente la vida de García Márquez. Entonces decidí que tal vez yo podría escribir esa biografía que estaba haciendo falta, pero después de varios años de trabajo ordenado, me di cuenta de que yo también ignoraba la vida del escritor, y que lo que sabía obedecía más a las necesidades de un lector fascinado que a las de un biógrafo. De modo que tuve que empezar de nuevo, por la base: la historia y la cultura del caribe colombiano, Aracataca, el pueblo natal del escritor, la explotación bananera en la región, la matanza de las bananeras en la estación ferroviaria de la vecina Ciénaga, la historia de los abuelos maternos, la participación del abuelo en la guerra de los Mil Días, la historia de cuando el coronel Nicolás Marquez Mejía mató en un duelo a su amigo y correligionario Medardo Pacheco Romero, el éxodo desde Barrancas, donde ocurrieron los hechos, a Riohacha, Santa Marta, Ciénaga y Aracataca, el noviazgo y el matrimonio contrariado de sus padres, la infancia del escritor en casa de los abuelos, su educación y su formación literaria inicial, su primera maestra, Rosa Elena Fergusson, que le enseñó a leer, y la lectura a los nueve años que hizo Gabito de Las mil y una noches, el hecho que cimentó para siempre su vocación de escritor, y un largo etcétera.

¿Qué aspectos poco conocidos de la vida de García Márquez descubriste durante tu investigación?

Casi todos, pues, como te dije, se sabía muy poco de su vida. Aunque fue un trabajo largo y complejo, con algunos desánimos, una de las cosas que más felices me hicieron fue ir descubriendo cómo era el personaje que yo buscaba, su niñez, su primera formación literaria, que empezó antes de que aprendiera a leer y escribir, su adolescencia y sus lecturas de esa época, su juventud y primera formación literaria a fondo, la casa natal de los abuelos, lo que le ocurrió en ella hasta los diez años, sus abuelos, los aportes tan distintos pero complementarios que le dieron doña Tranquilina Iguarán Cotes y el coronel Nicolás Márquez Mejía, y cómo a partir de todo este cúmulo de experiencias fue escribiendo después sus cuentos y novelas. Como Proust, él dijo que a los ocho años ya sabía o había oído casi todo lo que escribiría después.

Tal vez el momento más placentero que pasé fue la semana que estuve en el pueblo de Barrancas, en la Guajira profunda, donde pude investigar la historia del enfrentamiento, por un asunto de honor, entre Nicolás Márquez y Medardo Pacheco, ocurrido la lluviosa tarde del 19 de octubre de 1908. El hecho, que es más novelesco que la trasposición literaria que haría García Márquez en Cien años de soledad, me permitió ver y aclarar muchas cosas en su vida y en su obra. Por ejemplo, que la biografía del escritor no empezaba el día de su nacimiento, sino ese mismo día del duelo, el de la mala hora de su abuelo, ocurrida diecinueve años antes de su nacimiento, pues fue el acontecimiento que iba a prefigurar la suerte personal y literaria del escritor, el que permitiría que muchos años después se conocieran sus padres en Aracataca y que Gabito se quedara a vivir con los abuelos hasta los diez años en una casa grande llena de espíritus, el hecho más fértil de su vida de escritor.

Pronto Netflix llevará a la pantalla Cien años de Soledad. ¿Consideras que es su obra cumbre?

Desde luego, creo que Cien años de soledad es, sin ninguna duda, la obra cumbre de García Márquez. Y no solo eso: una de las obras cumbres de la literatura universal de todos los tiempos. ¿Por qué? Pienso que un libro clásico es aquel libro que trasciende el tiempo y los géneros y se queda a vivir entre las distintas generaciones de lectores, convertido en formas de sentir, de emocionarse, de ver, de pensar y de saborear la realidad, las cosas y la vida. Y ese ha sido el gran milagro de Cien años de soledad, casi desde el momento de su publicación, y de otras novelas y relatos suyos, como ha ocurrido con los poemas de Neruda, de Machado y de García Lorca, o con Don Quijote, Pedro Páramo y los relatos de Rulfo, para solo hablar algunos de los más destacado de nuestras letras.

¿Qué esperarías ver en la serie?, ¿le tienes fe?

Ojalá nos sorprendan con una gran producción, pero soy escéptico. Nada de lo que he visto o leído sobre lo que está haciendo o va a hacer Netflix con Cien años de soledad me convence. En cambio, sí estaría más esperanzado si la serie estuviera en manos de Apple, por ejemplo. Acaban de presentarnos el Macondo que han construido para la serie en un lugar del departamento del Tolima, muy hermoso, pero me imagino que más acorde con lo que querrán ver los actores y realizadores y el grupo técnico, así como los curiosos y turistas, pero que tiene poco que ver con el ambiente genuinamente caribeño que está en la base del origen y de la concepción de la novela, el mismo que hizo exclamar a Melquíades mientras arrastraba sus lingotes imantados por las calles de Macondo: “Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima”. En todo lo que está haciendo Netflix no veo, ni siento, ese ánima, ni creo que tengan el propósito de ahondar en ella. Entonces, ¿cómo van a despertarle el ánima a las cosas? Esa es la poderosa magia, la poesía escondida de Cien años de soledad. Ojalá esté equivocado.

¿Cómo crees que García Márquez ha influido en las generaciones más jóvenes de escritores?

No es fácil demostrarlo. Algunos confiesan sin ningún rubor su influencia; otros dicen que no les influye para nada o que no les interesa, pero es sabido que, cuando las obras de un autor se convierten en clásicas, en el sentido en que yo considero que solo pueden serlo, un autor te puede influir aunque no lo hayas leído. En este sentido, muchos de los que escribimos estamos influidos necesariamente por Homero, Dante, Cervantes o Shakespeare.

Le pasó al mismo García Márquez cuando escribió su primera novela, La hojarasca, una novela tan garciamarquiana, faulkneriana y woolfiana como sofoclea. Pero cuando la escribió, él no había leído nada de Sófocles, fue después que leyó Antígona, cuando su amigo Gustavo Ibarra Merlano le dijo que La hojarasca era en parte Antígona. Entonces se la prestó, y el colombiano la leyó e hizo revisiones posteriores en su novela, agregándole un epilogo que tomó del drama de Sófocles. Desde entonces Sófocles se convirtió en su maestro más constante.

¿Qué piensas de En agosto nos vemos? ¿Te gustó? ¿Se debió haber publicado?

Creo que En agosto nos vemos no solo debió publicarse, sino que debió de haberse hecho mucho antes. La única traición a García Márquez hubiera sido no publicarla, porque hubiera sido una traición a sus lectores de todo el mundo. Todo lo que un gran escritor pone sobre un papel, empieza a ser desde ese momento objeto de sus lectores, pues éstos son sus destinatarios naturales.

No es que me haya gustado el canto del cisne del maestro de Aracataca: me emocionó y por momentos me deslumbró. Yo esperaba, por las circunstancias de edad y enfermedad que padeció su autor durante la escritura y corrección del texto, una obra muy enclenque, llena de baches y de flojedades estilísticas, pero no: a veces tenía que cerrar el libro para degustar esas frases y conversaciones llenas de una suave poesía y de una honda sabiduría, con ese estilo limpio y musical del mejor García Márquez. Yo siempre que leo un libro lo hago sin prejuicios, sin referencias previas, dejándome llevar solo por el diálogo personal con el flujo narrativo, y esta vez sentí un libro autosuficiente, original y muy ameno de leer.

Gabriel García Márquez

¿Pudiste conocer a García Márquez?

Conocí personalmente a García Márquez en su casa de México el 14 de marzo de 1989, cuando ya llevaba diecisiete años leyéndolo, estudiándolo e investigando sobre su vida. Pero creo que lo conocí mejor por mis lecturas de sus obras y por lo que investigué durante décadas sobra su vida.

Fue un encuentro de dos tardes, la de ese 14 de marzo y la del día 17. Un total de cuatro o cinco horas, durante las cuales él me habló, relajado y sonriente, de su infancia, de los abuelos, de la casa natal y de Aracataca, que fueron casi todo en su vida y en su obra.

Dasso Saldívar junto a Gabriel García Márquez en su casa de México, Calle de Fuego 144, 17 de marzo de 1989. Foto por Edgar Montiel, ensayista y diplomático peruano. Cortesía Dasso Saldívar.

Desde que lo vi descender de la segunda planta de la casa, donde acababa de hacer la siesta, hasta que lo saludé de mano, me sorprendió comprobar que físicamente se parecía más a Anthony Quinn que a García Márquez. Ya en las conversaciones, aprecié su cualidad más acusada: la atención concentrada y serena con la que solía escuchar a su interlocutor, que era también su cualidad más sobresaliente de escritor y periodista. De hecho, él decía que escribir es saber escuchar. Y su modo de escuchar era excluyente: desde el momento en que iniciaba una conversación, su interlocutor tenía la sensación de que nada ni nadie más existían para el escritor, sólo aquél y sus temas.

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