Emotivo y de otro nivel: Los Bunkers logran el gran hito de su carrera y hacen historia en el Estadio Nacional

Desde la reunión de Los Prisioneros, en 2001, que una banda chilena no conseguía desplegar una presentación de alto nivel en el principal recinto deportivo del país. Los penquistas presentaron una ambiciosa puesta en escena, tocando un set de larga duración que incorporó temas clásicos y otros menos evidentes. También una emotiva sección acústica desde el memorial de los desaparecidos, una sorpresiva participación de los personajes de 31 Minutos y un asombroso recuerdo a Víctor Jara. Fue un show que entrará en la historia.


Repleta lucía la estación de metro adyacente al Estadio Nacional a eso de las 17.00 horas. Un mar de gente, entre jóvenes, adultos y adolescentes, llegaban hasta el principal recinto deportivo del país, para presenciar el primero de los dos shows de Los Bunkers en el lugar. Poleras alusivas al grupo, cintillos y hasta músicos callejeros que interpretaban canciones del repertorio de los penquistas, sumaban ambiente a una jornada que se presentaba como histórica.

En la previa, la jornada tuvo dos números que dialogaron con la historia del grupo. Pasadas las 18.45 salió a tocar el cantautor Pedropiedra, músico de larga trayectoria y cercano a Los Bunkers desde sus días en México. Secundado por músicos como Jorge Delaselva (con quien integró la banda de acompañamiento de Jorge González hace algunos años) y Leo Saavedra, el artista desplegó un repertorio que repasó su carrera. “Mucha emoción tocar en este estadio, muchísima gente, muy cariñosos. Me sentí muy bien recibido por el público de Los Bunkers. Los chiquillos muy generosos de prestarme su público, su escenario. Nos saludamos justo antes de subirnos a tocar, llegaron corriendo porque venían llegando. Quedamos súper contento con la banda, pudimos hacer nuestro set en el tiempo presupuestado y feliz de tocar en este concierto que no se da todos los días”, comentó a este medio al bajar del escenario.

El otro invitado fue el comediante Fabrizio Copano, quien pasadas las 19 35, salió a escena para despachar el primer show de stand up comedy en el histórico recinto. De alguna manera, una devuelta de mano por la sorpresiva aparición de los penquistas en su exitosa presentación en el Festival de Viña 2023. Como no, hizo referencia a aquella noche y bromeó con su nueva faceta televisiva en El antídoto. Tras bajar del escenario, Copano señaló que para su presentación en el show de este domingo hará algunos cambios en su rutina e incorporará una sorpresa.

¿Más guiños a la historia del grupo? Como en Santa Laura, la música envasada estuvo a cargo de Marcelo Aldunate, ex director de Radio R&P y una de las personas claves en impulsar la rotación radial del grupo cuando eran un prometedor grupo de Concepción instalado en Santiago.

Hasta que llegó el momento. Una cuenta regresiva en pantalla fue el prefacio. Puntuales, a las 21.00 horas, Los Bunkers salieron al escena ante la estruendosa ovación del público que repletó las aposentadurías del Nacional. La fría noche otoñal era el marco.

Y de inmediato, el quinteto hizo gala de su contundente directo, arrancando con Ven aquí, la canción que da título a su gira de reunión, seguida de Te vistes y te vas, la beatlesca Yo sembré mis penas de amor en tu jardín y Canción de lejos, el tema que tituló su segundo disco, que dedicaron a quienes se movieron desde lejos a verlos. Aquel fue un inicio trepidante y con los decibeles en alto, que de inmediato generó sintonía con el público. El karaoke masivo se escuchó fuerte, dejando en claro la comunión entre los artistas y el público. “Esta es una noche muy especial para nosotros”, saludó Álvaro López.

Siguieron con cortes como Quien fuera, de su álbum tributo a Silvio Rodriguez, Música Libre (con el habitual intercambio de instrumentos entre Francis Durán y Gonzalo López), además de Bajo los árboles, una de las nuevas canciones publicadas en Noviembre, el álbum lanzado en 2023, que le dio el sustento artístico a la reunión. También sonó Rey, el primer sencillo que el grupo lanzó tras su reunión y que según los datos de la SCD estuvo entre las 20 canciones más tocadas del 2023 en las radios chilenas. Y a la manera de Hendrix con el himno de EE.UU. en Woodstock, Francis Durán sumó una breve y distorsionada interpretación de la melodía de Gracias a la vida, el himno inmortal de Violeta Parra, antes de arrancar con Ahora que no estás, la eléctrica canción de desamor incluida en Vida de perros (2005).

Tal como ocurrió en su pasada presentación en el Festival de Viña, la cantautora Cancamusa (Natalia Pérez) acompañó al grupo tocando la batería, en reemplazo del baterista titular, Mauricio Basualto. Este aún se encuentra en pleno proceso de recuperación de un delicado problema de salud (un cuadro hipertensivo con antecedentes cardiacos) que lo afectó durante una presentación en la ciudad de Iquique, en febrero pasado. Cancamusa, de hecho, participó como número de apertura en los primeros shows de regreso del quinteto en Santa Laura, en marzo de 2023, es decir, estuvo en el arranque y en el cierre de la gira de reunión.

Un momento emotivo desde el memorial

Como han hecho en sus shows de regreso, Los Bunkers incorporaron un set acústico. La ocasión ameritaba algo especial, así que el grupo se movió hasta el memorial dedicado a los detenidos que pasaron por el recinto, cuando fue usado como centro de detención y tortura durante los primeros días de la instalación de la dictadura cívico militar, en 1973.

El momento fue recibido con el aplauso del público, en que (vistiendo ponchos) interpretaron canciones como La exiliada del sur y Calles de Talcahuano. Siguieron con El detenido (inspirada precisamente en los detenidos desaparecidos), introducida por un emocionado Mauricio Durán, quien despachó una reflexión sobre las consecuencias de la violencia, antes y hoy. “Este lugar es muy especial, porque se construyó para recibir y multiplicar la alegría de un país, pero la historia nos ha demostrado que un lugar tan bello como este, en manos equivocadas, puede transformarse en la vasija de mucho dolor, de mucho miedo”.

Aquel fue un momento emotivo, seguido por la gente con los móviles como linternas y no pocos entre en el público derramaron una discreta lágrima. La sección cerró con Entre mis brazos, otro tema de sus inicios.

Las sorpresas no pararon. Tras volver al escenario central, se vio en las pantallas a Guaripolo, el personaje de 31 Minutos (el favorito de los niños), para introducir a Una nube cuelga sobre mí, haciendo el clásico juego de pregunta y respuesta. Eso marcó la entrada en escena de algunos de los personajes de la famosa serie infantil, como Tulio Triviño, Juan Carlos Bodoque, Patana y Mario Hugo. Un momento que sorprendió al respetable y sirvió como un contrapunto.

Asimismo, hubo espacio para canciones menos evidentes, como El mismo lugar, Tarde y Abril, del álbum Barrio Estación, las que no eran interpretadas por el grupo desde el lanzamiento del mismo en 2008. Una novedad fue la incorporación de secciones de bronces y cuerdas, algo poco usual en las presentaciones de la banda.

Un concierto ambicioso

Para este concierto, Los Bunkers no escatimaron en el despliegue técnico. El grupo quería hacer historia con un espectáculo a la altura de los grandes shows internacionales que se han presentado por el coliseo de Ñuñoa en los últimos años; desde Daddy Yankee, pasando por Coldplay, hasta los de la colombiana Karol G, el fin de semana pasado.

Por ello, desde comienzos de la semana, el equipo a cargo de Anthony Guterac (quien es el production manager de la edición chilena de Lollapalooza), montó un imponente escenario de 70 metros de largo por 30 de alto, el que cuenta con una extensa pasarela de 20 metros que se adentra en la cancha, pero luego se abre en tres brazos que se extienden otros 30. Por ahí caminó Álvaro López, con su estilo habitual, mezcla del encanto de Bowie y la plasticidad de Jagger. También pasaron los Durán y Gonzalo López en minutos clave, marcando momentos especiales para cada músico. Y claro, hubo aplausos para Cancamusa y dedicatoria a la distancia para Mauricio Basualto.

Además se movieron 8 toneladas de equipos de audio, más de 500 luces de iluminación y torres de delay repartidas en los costados del escenario y la mitad de la cancha. En las pantallas se desplegaron visuales desarrollas para la ocasión. Se trata de una obra monumental, a tono con el interés de la banda por mostrar que una banda chilena puede afrontar tamaño desafío.

Las dos presentaciones de los penquistas en el Nacional, las que reunirán 100.000 personas en total, son un hito para la música chilena. Se trata de un logro que no se conseguía desde otra histórica reunión, la de Los Prisioneros a fines del año 2001, la que se plasmó en un disco en vivo. Una curiosidad, es que en esos shows de los sanmiguelinos, trabajaron Guterac y el ingeniero de sonido Gonzalo “chalo” Gonzaléz, a cargo del sonido de sala, misma labor que realizó para Los Bunkers en la noche otoñal de Ñuñoa.

Por cierto, es además un evento importante para la carrera del conjunto; marca el cierre de su gira de reunión Ven aquí, la que hasta la fecha ha reunido la friolera de 1.200.000 espectadores. Un éxito absoluto que confirma el poder de convocatoria del grupo, desde los primeros conciertos en el Estadio Santa Laura, Ester Roa de Concepción y Quinta Vergara de Viña del Mar, a los que siguieron presentaciones en Chile y México, además de fechas en Barcelona, Valencia, Madrid, Zaragoza, Bogotá y Lima. A estos se le suman pasos por el Festival de Viña del Mar y por el REC de su natal Concepción.

El tramo final del concierto tuvo canciones como Nada nuevo bajo el sol, Bailando solo y la clásica Miño.

Tras los aplausos vino el bis con otro momento especial, la interpretación de El derecho de vivir en paz, el cover de Víctor Jara que Los Bunkers grabaron para su primer álbum y era un clásico de su repertorio en sus primeros años. Ya no con el arreglo de slide, pero con pequeñas variaciones en la elección de los efectos. En las pantallas, como invocado por la música, apareció la imagen del legendario cantautor. Ahí ocurrió un momento mágico. Se sincronizó la voz de Jara con el quinteto, como si estos se pusieran en la piel de Los Blops, la banda que grabó el acompañamiento eléctrico y rockero en la canción original.

El cierre con Canción para mañana, No me hables de sufrir y Llueve sobre la ciudad, acabó por dejar en claro que este fue un concierto de alta categoría. Tres horas de música, emociones bien dosificadas, sonido trabajado con precisión y un espectáculo bien pensado con los años de escenario, fueron las claves de una noche memorable. Una que pasará a la historia grande de la música chilena.

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