El extraño mundo de Donald y Kim

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No es que el mundo haya cambiado tanto. En realidad lo que vimos es a dos hombres acostumbrados a hacer las cosas a su gusto, tratando de sorprender al mundo.



"Chile cambió", dicen quienes tratan de explicar el momento socio-cultural que vive el país; porque "el mundo cambió", agregan. Veo el apretón de manos de Donald Trump y Kim Jong-un y me pregunto ¿tanto cambió?

Repiten los medios que nunca un presidente de Estados Unidos y un líder norcoreano se habían reunido, pero no es la única rareza de la cita. Un mes antes, Trump desafió lo imaginable en diplomacia al anunciar el encuentro por twitter y amenazar con "dejar plantado" a su contraparte si no veía reales intenciones de negociar temas nucleares; así, bien suelto de cuerpo, como cualquier usuario que comparte con sus seguidores sus deseos de tomar helado.

Raro como lo que pasó horas antes de la reunión, con el abogado de Donald Trump, Rudolph Giuliani, el mismo que lo defiende por la acusación de tener sexo con una actriz porno y pagarle por guardar silencio. "No vamos a tener una cumbre en estas circunstancias", dijo. Un abogado tratando asuntos de diplomacia a nombre del gobierno. No el presidente. No el Secretario de Estado. Después Giuliani aseguró que Kim Jong-un "se arrodilló y suplicó" ¿El mismo Kim que de cuando en cuando le muestra al mundo un mar de soldados desfilando con sorprendente precisión y enormes cohetes? ¿El que hace pruebas de misiles como si fuera un muchacho que ensaya la PSU? El mismo.

En junio de 2017, un equipo de estudiantes de la Universidad Adolfo Ibáñez hizo periodismo de datos con la beligerancia discursiva entre Estados Unidos y Corea del Norte entre los años 2000 y 2017. La candidatura de Donald Trump en 2016 y sus primeros cinco meses de gobierno habían quintuplicado los discursos agresivos de ida y vuelta. Otro dato más en la lista de rarezas que sirve para abrir la pregunta de fondo: Si había ese nivel de agresividad ¿qué pasó en el camino que nos llevó a la cita de Singapur?

Aparentemente lo de Trump y Kim es una nueva forma de entender la realpolitik, un viejo término alemán que dice que la realidad manda en política. La realidad de ambos es el miedo a quedarse solos. Para Kim, tratar de salir de un bloqueo económico que se acentuó en 2016, año en que el congreso de Estados Unidos dio luz verde a Obama para nuevas sanciones económicas y la ONU prohibió el envío de carbón a Norcorea consiguiendo que China firmara la resolución. Desde ahí, ha sido una caída en picada.

Donald Trump ha vivido su propio aislamiento. Las renuncias de importantes personeros republicanos que le ayudaron a ganar la elección y le acompañaron en su primer gabinete, como el líder del partido, Reince Priebus, han puesto en duda el real apoyo de su partido, amenazando su capacidad de gestión en el poder legislativo. Apuntar un éxito en materia internacional podría ser una estrategia para conseguir validación puertas adentro. De ahí el lenguaje corporal que mostró en la cita: apretó la mano de Kim con fuerza, aprovechó su altura para mirarlo hacia abajo y, cuando iban camino al salón donde se encerraron a conversar, él guio al norcoreano con la mano en su hombro. Al final del recorrido, abrió la puerta y le hizo pasar cual anfitrión.

No es que el mundo haya cambiado tanto. En realidad lo que vimos es el extraño mundo de Trump y Kim. De dos hombres acostumbrados a hacer las cosas a su gusto, tratando de sorprender al mundo. En ese contexto, bajo las lógicas del show, Singapur era el escenario ideal y Dennis Rodman, un testigo perfecto. Claro: Ambos buscan un lanzamiento triple en el último segundo para definir el partido a su favor.

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