Orden y patria

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El general director de Carabineros, Hermes Soto, cuando fue a realizar el saludo protocolar al director de la PDI, Héctor Espinosa.

El tema del orden es más que sola diferenciación. Es también un poderoso cemento para la unidad de la derecha. En el orden, caben liberales y conservadores, nacionalistas y Chicagos, tecnócratas y populistas. Es el sustrato más profundo del Chilezuela, poner orden en este país que tanto lo requiere.



Lo dijo el Presidente Piñera hace dos meses, cuando anunció las primeras medidas para abordar el tema de la inmigración: "Ha llegado el momento de poner orden en el hogar que compartimos". Lo repitió un mes después, cuando visitaba en persona los centros en donde se realizaban, masiva y televisivamente, las regularizaciones de inmigrantes. Luego, durante la Cuenta Pública del 1 de junio, Piñera autoevaluaba las gestiones de aquellas semanas y decía con estudiada vehemencia: "Hemos puesto, por fin, orden en nuestra casa".

La muletilla del orden continuó con las finanzas públicas. A propósito del plan de responsabilidad fiscal -y a pesar del contrapié que significó la reacción del Ministro de Hacienda por su viaje al día del ex alumno a Harvard—, Piñera también ha recurrido a la metáfora del orden. "Crear empleos, mejorar salarios y poner orden en las cuentas públicas", dijo en su primera cuenta presidencial.

Al tema que venga, orden parece ser la consigna. Y si es con cobertura noticiosa, mejor. Se discute en la Cámara de Diputados la rebaja de la dieta parlamentaria, popular en la gente, impopular en el Congreso. La derecha completa vota en contra de dicho proyecto, pero Piñera a las pocas horas les quita piso: "Todos vamos a tener que ajustar el cinturón". El orden es lo que tiene en mente: "es un llamado a cuidar mejor los recursos públicos".

En el tema de la delincuencia, las medidas de orden público han sido pieza pivotal de los primeros meses de gobierno. Ya aprendió la lección del primer gobierno: las promesas no sirven, lo que importa es la actitud. Ante cualquier acto delincuencial de alta connotación, respuesta inmediata. El gollete jurídico es lo de menos, y ahí está la ley anti portonazos y el alza de penas para la receptación de especies.

No habían pasado un par de horas desde que se viralizaron por las redes sociales y la televisión las escenas del conductor de UBER; ni siquiera eran claras las primeras informaciones sobre el incidente; los testimonios de Carabineros contrastaban con los de algunos testigos en el aeropuerto, pero el Presidente Piñera ya hacía una fuerte e inequívoca declaración de respaldo al Carabinero, es decir, inmediata e inequívocamente del lado del orden.

¿Qué hay detrás de esta estrategia? Una clara diferenciación con la izquierda en general, y con el gobierno anterior, en particular. A la izquierda le cuesta hablar de orden. Y el gobierno saliente, con su inacción, puso en bandeja el tema del desorden en Carabineros para que el gobierno entrante tomara medidas inmediatas.

Pero el tema del orden es más que sola diferenciación. Es también un poderoso cemento para la unidad de la derecha. En el orden, caben liberales y conservadores, nacionalistas y Chicagos, tecnócratas y populistas. Es el sustrato más profundo del Chilezuela, poner orden en este país que tanto lo requiere.

Para la izquierda, el tema del orden es un inmenso desafío. No sabe cómo abordarlo, porque entre otras cosas, genera sentimientos encontrados. Miles de progresistas y libertarios de nuestro país probablemente se sorprendieron a sí mismos poniéndose instintivamente del lado del Carabinero antes que del conductor de UBER la semana pasada. Es el bichito del orden que todos los chilenos llevan dentro.

Piñera y sus dos posibles herederos, J. A. Kast y M. J. Ossandón, han captado esta rica veta discursiva. Puede servir para ganar varios puntos, y a la vez, evadir temas más peliagudos. El orden es una gran fuerza motora para la derecha chilena.

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