Louise Casey: "Primero hay que sanar a las familias para evitar que niños lleguen a la calle"

Louise Casey

Tras 20 años de trabajo en el gobierno británico a la cabeza de las políticas sociales, Casey logró que en Londres solo se identificaran dos menores en situación de indigencia en 2017. La clave fue intervenir 120 mil familias en riesgo social para darles herramientas en la crianza de sus hijos.


Louis Casey no solo ha recibido los máximos honores de la corona británica por su aporte a las políticas sociales del Reino Unido desde 1999. También es un referente a nivel mundial, que la ha llevado a liderar el Institute of Global Homelessness, con sede en Chicago (EE.UU.), desde donde está generando una red mundial para implementar las estrategias más efectivas que lleven a reducir el número de personas viviendo en las calles. Chile, a través de diversas organizaciones sociales, también está participando de la iniciativa. Fue en el marco de este trabajo que Casey visitó el país.

¿Cuál es la principal dificultad que ha detectado en las políticas sociales chilenas?

Tengo que decir que lo interesante de Chile es que aquí hay estrategias, por ejemplo Noche Digna, pero lo que se necesita no es solo eso, sino ver dónde comienza el problema, cuál es su origen. He conocido refugios como los de la Fundación Mi Casa y el Hogar de Cristo, y me parecen bien, pero el punto es que las estrategias son de muy corto plazo, año a año, y lo que se necesita es algo de más largo plazo, que pueda detener lo que es la situación de calle.

El principal reclamo de las ONG chilenas es que dependen mucho de la caridad para funcionar.

En todas partes es igual. En mi país también, donde están las ONG por un lado y el Estado por el otro, como fuentes de financiamiento. El tema es que si los recursos del Fisco también son anuales, eso no da la posibilidad a las ONG de poder desarrollar más sus programas. Entonces, siempre las dejan en este estado de precariedad. En el fondo, el Estado tiene que fortalecer esos recursos, para que no sean año contra año.

El Sename vive una crisis por casos de vulneración de los niños a su cargo. ¿Es una crisis que usted vivió en su país y ya superaron?

He trabajado por 20 años, con cuatro primeros ministros distintos, como directora nacional de personas en situación de calle y también constaté este tipo de situaciones. Por eso, en el Reino Unido se decidió emprender un viaje para implementar cambios realmente profundos. Pasar de un sistema a una mezcla, donde tuviéramos instituciones, pero también hogares donde los niños pudieran vivir una experiencia más familiar. Tuvimos el convencimiento de que los niños deben tener el mejor inicio de vida, y si los padres no pueden proveer eso, debe ser el Estado quien lo provea. El sistema tiene que ir en esa línea.

¿Cómo lograron sacar a los niños de la calle y que en 2017 solo encontraran a dos en Londres?

Ha sido un proceso largo. Empezamos interviniendo 120 mil familias en situación de riesgo por consumo de droga, alcohol o pobreza extrema, y que, por lo mismo, el Estado podía quitarles a sus hijos. Ahí puede ocurrir que estos niños lleguen a un hogar, donde corren riego de ser vulnerados y después se escapen a la calle, tal como ocurre en Chile. Lo que hicimos fue tomar a esta familias y ayudarlos a salir de las drogas, a buscar trabajos y mejorar sus condiciones. Primero hay que sanar a las familias para evitar que los niños lleguen a la calle.

Los padres de estos menores tienen un rol mucho mayor.

Por supuesto, por eso trabajamos con ellos para sacarlos de su situación. ¿Y por qué? Porque una persona que vive en una situación compleja de pobreza o precariedad, no necesariamente es un mal padre. Entonces, no podemos llegar y juzgar a las familias, sino que hay que conocer sus historias para poder hacer las intervenciones que se requieran. Ese es el proceso. Primero intervenir las familias y que los hogares sean una solución final.

¿Intervenir las familias sería más rentable socialmente, que financiar hogares como Sename?

Así es, porque los recursos que invierte el Estado para acompañar a las familias son menores que los que tiene que gastar cuando el niño ya está en situación de calle. Ahí es más difícil poder ayudar. Hacerlos entrar al sistema es mucho más complejo que cuando se parte desde el inicio. Cuando iniciamos el programa en Reino Unido, hace 20 años, uno de cada tres de estos niños terminaba en la calle. Hoy prácticamente no hay ninguno.

¿Cuál es el modelo que acoge a los niños que no pueden estar al cuidado de sus padres?

Lo que hicimos primero fue cambiar la ley y luego hacer un paquete de medidas. Por un lado, hay un porcentaje muy mínimo de niños institucionalizados. Algunos de estos hogares son estatales y otros de ONG, pero la mayoría está en estos hogares sustitutos. Ahí ellos están cuidados hasta los 21 años con todo lo que necesitan, y si entran a la universidad el apoyo estatal se mantiene hasta los 25. Por lo tanto, todos estos chicos que podrían estar en la calle hoy están en una situación muy distinta.

¿Qué estrategia recomienda para sacar a los adultos de las calles?

Hay que poner un fuerte foco en la vivienda. En el fondo, que estas personas dejen de vivir en la calle, pero que tampoco vivan en un refugio, que puedan optar a una vivienda. Lo otro es no entregarles subsidios de forma personal, sino a través de las organizaciones sociales, para que ellos provean las condiciones de habitabilidad.

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