El alma del Arsenal
Minuto 82. El tablero indicó que el número 7 salía de la cancha. La ovación comenzó. De pie, aplaudiendo o gritando, le agradecieron el trabajo al mejor del encuentro. Wenger le golpeteó la espalda y obedientemente se fue a sentar. Usted acá no va a encontrar el análisis sobre sus muecas cuando lo reemplazaron. Acá no va a saber si sus perros están bien alimentados. En estas líneas no estarán los datos de su relación amorosa. Acá sólo se toparán con una simple observación al juego de Alexis Sánchez.
Es la noche del lunes 25 en Londres. Sexta fecha: Arsenal contra West Bromwich. Apareció como puntero cargado a la izquierda. Marcado personalmente en su franja por Nyom. En los primeros dos minutos, logró recuperar un balón en mitad de campo, ejecutó un cambio de frente inconcluso y provocó un tiro de esquina. 60 segundos después le cometieron una falta producto de un manotazo, sancionaron tiro libre y lo pateó. Buscó con el borde interno de su pie derecho el palo izquierdo del portero. Armó juego, retrocedió para marcar, habilitó y se demostró que Arsenal juega de otra forma con él en la cancha. En un equipo que le gusta dominar el balón Sánchez es un activo participante. Es más, obliga a que el movimiento se incline a su lado izquierdo. En un funcionamiento que no me cautiva, lo que hace Sánchez en ese grupo es sobresaliente. Es la esencia. A los 18 minutos en un tiro libre frente al arco, escorado levemente a la derecha, remató otra vez con su borde interno, le pegó al travesaño y terminó con el gol de cabeza de Lacazette. Los tres balones parados (salvo el penal) los ejecutó él, intervino en dos asistencias al área, una a Monreal que finalizó con un penal no sancionado y otra que él perdió siendo sencilla.
Estuvo menos encarcelado a la línea que en otros partidos e incluso más libre después del primer gol. Le regaló un pase sensacional a Ramsey, hizo la pausa, pensó y entre tres defensas encontró el espacio exacto. A los 33 minutos le cometieron penal, le agarraron la camiseta y no lo cobraron. A los 60 se frenó en velocidad, dejó a sus dos marcadores botados, enganchó y sacó el centro.
Su técnica en velocidad y su imaginación para crear en espacios reducidos lo hacen muy distinto al resto de los diez rojos que lo rodean. Ése es su camino, seguir timbrando su nombre en la liga más competitiva del mundo. Su real misión es olvidar su traspaso, cerrar los oídos a tanta mierda que vuela, clausurar su círculo, caminar para ser el mejor de la Premier y llevar a Chile al Mundial. El resto a la basura.
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