Bachelet se reinventa

En las primeras tres semanas de su regreso a La Moneda, la Presidenta Michelle Bachelet ha evidenciado ya varias diferencias respecto a su primera administración de 2006-2010: un nuevo trato con los movimientos sociales, mayor distancia con los partidos, énfasis en la gestión para el avance de su programa y un involucramiento directo en cada una de las definiciones que prometen marcar su segundo gobierno.




Omnipresencia

El miércoles 25, en el consejo de gabinete, Michelle Bachelet preguntó a sus ministros si todos tenían instalado el teléfono presidencial, que comunica directamente a los miembros del gabinete con la Mandataria. "El fin de semana llamé a un ministro y no lo pude ubicar", dijo, ante la sorpresa de los presentes.

La anécdota -relatada por fuentes de gobierno- evidencia el interés de Bachelet por marcar una línea directa con sus subordinados, un estilo distinto al de su primer gobierno.

A diferencia de 2006, período en el que la Mandataria podía pasar semanas y hasta un mes sin conversar con un ministro sectorial, hoy Bachelet ya registra al menos dos reuniones con cada uno de los secretarios de Estado. En privado, en el gabinete dicen que la Gobernante conoce los desafíos y los temas de cada cartera: pone tareas, fija plazos y cuando les pregunta algo para lo que no tienen respuesta, da un plazo para que le respondan.

Otro ejemplo es su participación en los nombramientos de funcionarios de segunda línea, escena diferente al 2006, cuando delegó en el ministro del Interior, Andrés Zaldívar -quien se apoyó en el comité político- la designación de cientos de cargos a nivel nacional y regional. Hoy, Bachelet se ha puesto en contacto con los jefes de los partidos para ampliar el naipe de cartas cuando las propuestas no cumplen con sus requerimientos.

Sentido de Urgencia

"El tiempo es escaso, pero vamos a aprovecharlo al máximo", dijo Bachelet el 11 de marzo desde el balcón de La Moneda durante su primer discurso como Jefa de Estado. Colaboradores de la Mandataria sostuvieron que una de las lecciones que ésta aprendió de su anterior paso por La Moneda es que si durante el primer año de gobierno no se envían al Congreso los proyectos, resulta difícil que éstos alcancen a tramitarse y a hacer sentir sus beneficios durante el mandato.

Si en 2006 Bachelet fijó 36 medidas para los primeros 100 días, ahora la meta subió a 50, incluyendo el envío de la reforma tributaria, uno de los ejes de su nuevo gobierno.

En los primeros 15 días de gestión, la Mandataria ya ha convocado a dos consejos de gabinete y ha citado a algunos de sus ministros a reuniones en Palacio antes de las 8 de la mañana, hora en los que también ha hecho algunos anuncios.

Su paso por ONU Mujer y su experiencia en Nueva York, según señalaron algunos de sus colaboradores, también marcó su interés por el control de gestión. Así, en La Moneda existe un equipo dedicado al seguimiento de la implementación del programa.

Culto al programa

Altas fuentes de La Moneda recordaron que para Bachelet fue tan importante la definición del programa de su segundo mandato que cuando el hoy ministro de Hacienda, Alberto Arenas, le entregó el borrador principal, ella se lo devolvió y le pidió que se precisaran algunas cosas que consideraba ambiguas. La petición derivó en el atraso en la entrega y las consecuentes críticas. Pero la Mandataria no transó.

Según ha señalado a su equipo, el programa de gobierno no sólo constituye la hoja de ruta de su segundo mandato, sino además la verdadera razón por la cual accedió a presentarse nuevamente como candidata.

La exigencia de Bachelet a sus ministros por el cumplimiento de sus promesas han atizado los cuestionamientos a la existencia de "un culto al programa" sin parangón respecto de 2006.

Personeros de la Nueva Mayoría acotan que en los anteriores gobiernos -incluido el de Bachelet- los programas eran genéricos y expresaban más bien la voluntad de encaminarse hacia una determinada ruta. Hoy, en cambio, la propia Mandataria ha señalado que todo diálogo está supeditado al cumplimiento de sus promesas de campaña.

Relación con los partidos

Aunque las quejas por la distancia de Bachelet respecto de los partidos también fueron habituales desde la Concertación durante la instalación de su gobierno en 2006, hoy esta brecha se ha agudizado.

En su primer mandato, la entonces Presidenta debió conciliar la promesa de un "gobierno ciudadano" con la influencia que -en especial la DC- ejerció por esos días. Así, Bachelet debió incluir al ex senador Andrés Zaldívar como su ministro del Interior en un claro gesto por comprometer a ese partido con su mandato.

Ahora, las cosas son distintas.

El jueves 27, los jefes de las colectividades de la Nueva Mayoría sostuvieron su primer encuentro con Bachelet en La Moneda. La cita debió concretarse tras varios mensajes de los líderes partidarios que resentían que la Mandataria hubiera preferido conversar directamente con los diputados en un cónclave en Cerro Castillo.

Hoy, el diseño considera que sea el jefe del gabinete, Rodrigo Peñailillo, quien dirija la coordinación entre el gobierno y la Nueva Mayoría. Así, se contempla que las reuniones de la Mandataria con los jefes partidarios constituyan una excepción para abordar líneas generales.

Renovación vs. paridad

Camilo Escalona, Juan Carvajal, Andrés Velasco y María Angélica "Jupi" Alvarez, cuatro de los más influyentes colaboradores de Bachelet en el 2006 y quienes tenían una fuerte injerencia sobre la Mandataria en temas políticos, comunicacionales, económicos y operativos, respectivamente, hoy no forman parte del equipo de gobierno de la Jefa de Estado. Su ausencia refleja -en alguna medida- el proceso de renovación que Bachelet busca marcar en su segundo mandato.

El 2006, pese a que se comprometió a que "nadie se repetiría el plato", el sello distintivo de su primer gabinete fue la paridad de género en los cargos de gobierno. Bachelet designó a 11 mujeres entre los 21 ministros, incluida la primera mujer en ocupar un cargo en el comité político de La Moneda. Hoy son nueve las ministras en 23 carteras.

Pese a que el promedio de edad del gabinete subió de 49,9 años del 2006 a 50,8 años en el actual, en el equipo de Bachelet destacan que hay una mayor diversidad, no sólo porque están representadas las siete fuerzas políticas de la Nueva Mayoría, sino también las regiones.

Otras de las decisiones que tomó la Mandataria es que no tendrá un segundo piso con figuras políticas de peso.

Diseño comunicacional

Para despejar las críticas sobre el "secretismo" impuesto durante la campaña presidencial, el entorno de Bachelet decidió que apenas se instalará el nuevo gobierno, todo el gabinete debía comenzar una fuerte campaña de difusión con los desafíos que enfrentarán en sus respectivas carteras. La instrucción, además, incluyó la instauración de una política de "transparencia total" y que, de esa forma, los ministros sectoriales alcancen una mayor figuración en los medios.

La nueva doctrina también consideró una reformulación del rol de la Secretaría de Comunicaciones, hoy en manos de Paula Walker. En 2006, quien encabezó esa repartición fue Juan Carvajal, estrecho colaborador de Bachelet y que controló buena parte del diseñó político y comunicacional de esa administración, al punto que se le calificó como "el cuarto ministro de La Moneda".

Hoy, la función de Walker y la Secom es de apoyo y gestión a los requerimientos de los distintos ministerios, ocupando así un rol más técnico que político.

A esto se suma que las vocerías que realice el ministro Alvaro Elizalde estén circunscritas, al menos en una primera etapa, a temas relacionados con la contingencia, dejando el camino despejado para que los ministros y subsecretarios asuman los temas propios de sus carteras.

Nuevo Trato

Nueve días demoró Michelle Bachelet en reunirse con los dirigentes de la oposición durante su primer mandato. La plana mayor de la UDI llegó a Palacio en lo que se transformó en su primera interlocución oficial con ese bloque. Hoy, con mayorías sólidas en ambas Cámaras, la Presidenta no se ha visto en la obligación de sentarse a conversar con una coalición que se ha mostrado golpeada y dividida tras la dura derrota presidencial.

Las diferencias también se pueden notar en la relación que la Mandataria -y su coalición- pretenden mantener con los movimientos sociales. La difícil experiencia que debió sortear en los primeros años en La Moneda en 2006 cuando enfrentó la "revolución pingüina" y la efervescencia social por la implementación del Transantiago, la llevaron a desplegar hoy desde su primer día en el gobierno un trato cercano con organizaciones estudiantiles, de minorías sexuales y ambientales, entre otras.

Prueba de ello es la incorporación de figuras provenientes de ese mundo en los ministerios de Educación -ex dirigentes estudiantiles- y Medio Ambiente -activistas en la materia-, además de una primera batería de anuncios que han ido en línea con las demandas de los movimientos: AVP, reforma a la educación o el voto de los chilenos en el exterior.

Bachelet íntima

En la Nueva Mayoría coinciden en que la Presidenta que dejó La Moneda en 2010 no es la misma que retornó al mismo lugar en 2014. Dos son los factores que han incidido en ese cambio, según sus colaboradores. Uno de ellos es la experiencia que la Mandataria acumuló durante su primera etapa al frente del gobierno. En ese período pudo conocer bien el aparato estatal, algo que le ha permitido a Bachelet plantearse desde otra perspectiva la administración del Estado.

De la cautela que marcó su primer gobierno en especial en su relación con los partidos y sus propias definiciones, hoy la Presidenta transita hacia un estilo más audaz, de mayor confianza en sus planteamientos. Un segundo factor, que ha contribuido a este giro radica en su experiencia internacional.

Tras casi cuatro años recorriendo el mundo, Bachelet sabe que si antes su figura era mirada por sus correligionarios casi como una imposición, hoy es una figura de nivel internacional, y al mismo tiempo una suerte de "tabla de salvación" de la coalición que hoy lidera.

La confianza que la Presidenta ha tomado se ha expresado en decisiones como la designación de su hijo, Sebastián Dávalos, en la primera línea del gobierno, otorgando un rol principal a su familia, algo que trató de evitar en 2006.

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