Chagall y el Papa Francisco




SEÑOR DIRECTOR

Que el Papa Francisco seleccione como favorita la obra Crucifixión Blanca del pintor judío Marc Chagall -desarrollada en 1938 en medio de la persecución nazi-ilustra su empatía con el sufrimiento y persecuciones del pueblo judío y su anhelo por contribuir al diálogo fraterno entre judíos y cristianos. De allí que el Crucifijo iluminado no represente la imagen del salvador de los cristianos, sino del hombre judío martirizado. Jesús mismo nació, vivió y murió como judío.

Chagall recuerda que Jesús fue increpado por los romanos como rey de los judíos de la misma forma que los judíos europeos fueron señalados por los nazis en la década de 1930 con la estrella de David. Así, la predilección del Papa por esa pintura capta la esencia de su mirada sobre la relación que debe existir entre el pueblo judío y el mundo cristiano. Ello quedó plasmado en sus palabras en la visita a la Sinagoga de Roma en 2016. Entonces, junto con expresar en referencia al Holocausto que "el pasado nos debe servir como lección para el presente y el futuro. Su sufrimiento, angustia y lágrimas no se deben olvidar jamás", se extendió a la relevancia del diálogo judeo-cristiano señalando que "los cristianos, para comprenderse a sí mismos, no pueden no hacer referencia a las raíces judías. Y la Iglesia, al profesar la salvación a través de la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el amor constante y fiel de Dios por Israel", concluyendo que "judíos y cristianos deben sentirse hermanos, unidos por el mismo Dios y por un rico patrimonio espiritual común". La obra de Chagall evoca aquello.

Gabriel Zaliasnik

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