Columna de Álvaro Vargas Llosa: Cataluña, la paja y el trigo
No es realista suponer que puede mantenerse esa relación en su marco jurídico actual. Tendrá que haber una puesta al día del gran pacto español de finales de los años 70.
Los sucesos de Cataluña han incrustado en la retina del mundo una problemática que hasta ahora no suscitaba demasiada atención fuera de las fronteras españolas (y aun más de las europeas). Conviene, en un clima de serenidad, tratar de separar lo comprobable de lo fantasioso.
1 ¿Fue Cataluña alguna vez independiente?
No, Cataluña gozó en diversos momentos de un alto grado de autonomía, pero nunca fue un Estado independiente. Estuvo bajo control del Imperio Carolingio, es decir, de Francia, durante algunos siglos. Los carolingios crearon una serie de condados. Parte de la Cataluña que conocemos estaba en el condado de Barcelona. Tras el declive carolingio y después de un periodo en que el condado de Barcelona aumentó su territorio, los catalanes unieron su destino a Aragón, por lo cual una vez que Aragón y Castilla formaron a finales del siglo XV la unidad territorial que conocemos, Cataluña pasó a estar bajo la Corona española. Mantuvo mucha autonomía durante bastante tiempo, pero la decisión de tomar partido por el bando perdedor en la Guerra de Sucesión, en el siglo XVIII, perjudicó a Cataluña, que vio su margen de libertad bastante mermado. En el siglo XIX, volvió a tomar partido por el bando perdedor en las sucesivas guerras carlistas; no fue hasta finales del XIX que los catalanes empezaron a desarrollar un movimiento político nacionalista.
2 ¿Cuándo nació el independentismo catalán?
En la primera mitad del siglo XIX surge el catalanismo como reivindicación cultural. En el tramo final del siglo XIX, ese desarrollo tuvo su correlato político. A comienzos del siglo XX, distintos grupos cobran notoriedad en una Cataluña en la que también se desarrolla poderosamente un movimiento anarquista y otro de estirpe socialista radical.
3 ¿Hay antecedentes para la declaración de independencia que pretende hacer el gobierno catalán tras el referéndum?
No son tan definitivos como el relato independentista alega, pero algunos episodios que podrían ser considerados como tales. El más importante se da durante la Segunda República Española, en los años 30, cuando Esquerra Republicana proclama la República de Cataluña, dando poco después marcha atrás a cambio de un Estatuto de Autonomía. Luego, cuando la derecha desplaza a la izquierda del gobierno central en Madrid, los catalanes proclaman un Estado propio. Lo hacen de una forma relativamente ambigua, pues hablan, en palabras de Lluís Companys, de un "Estado Catalán de la República Federal Española". La rebelión fue aplastada y tuvo como consecuencia una fuerte represión.
4 ¿Está Cataluña oprimida por Madrid?
Cataluña ha conocido episodios de represión del catalanismo, el último de los cuales fueron las cuatro décadas de la dictadura de Francisco Franco. Pero la transición a la democracia modificó, a finales de los 70, la relación entre Cataluña y Madrid. Con participación muy activa de los nacionalistas catalanes, los españoles negociaron y pactaron un Estado de las Autonomías que compaginaba, con mucha descentralización, las distintas sensibilidades regionales de España. La Constitución fue aprobada por todos los españoles, incluyendo los catalanes, masivamente. Además, los catalanes dieron su respaldo en las urnas al nuevo Estatuto de Autonomía, el segundo de su historia moderna, que les confería muchas competencias.
5 ¿En qué momento surgió el descontento con el arreglo autonómico que rige desde la transición a la democracia en Cataluña?
En la segunda mitad de la década de 2000 el independentismo, que hasta ese momento no representa más del 10 o 15%, pasa a influir en la marcha de los acontecimientos. En un primer momento, no lo hace forzando una proclamación independentista, sino exigiendo reformar el Estatuto de Autonomía para ampliar los poderes de Cataluña.
Resulta crucial para ello la caída de Jordi Pujol y de Convergencia y Unión, hasta entonces una alianza nacionalista moderada que había gobernado Cataluña durante dos décadas, y su reemplazo, tras los comicios de 2003, por una alianza de socialistas, republicanos y verdes, que además de tener un sesgo de izquierda más marcado que el del socialismo nacional tiene un componente nacionalista radicalizado. Bajo el liderazgo del socialista Pasqual Maragall, el "tripartito" impulsó desde Cataluña y con apoyo del PSOE un Estatuto de Autonomía que finalmente fue aprobado en las cortes españolas. Contenía varios elementos inconstitucionales, por lo que en 2010, luego de un largo proceso iniciado por acciones legales del Partido Popular de Mariano Rajoy, el Tribunal Constitucional redujo significativamente su alcance.
Los nacionalistas radicales y una parte del PSOE habían despertado en Cataluña expectativas de un salto cualitativo hacia una autonomía que no era compatible con la Constitución, por lo que este recorte provocó allí una enorme frustración. Poco después, organizaciones políticas y cívicas subieron el tono y el contenido de sus reivindicaciones. La secuela de la crisis financiera, que en 2009 se convirtió en crisis económica, exacerbó el rencor de muchos catalanes por la contribución que, como la región próspera que son, hacen al conjunto de España (irónicamente el gobierno de Cataluña vive desde hace varios años, por el irresponsable manejo de sus finanzas, de un fondo que Madrid creó para ayudar a las autonomías).
6 ¿Cómo pasa el independentismo a representar a la mitad de los catalanes?
Dos factores convergen en este proceso. Uno es la transformación de uno de los dos grandes componentes de Convergencia y Unión en una organización independentista; la otra es el crecimiento de organizaciones cívicas soberanistas.
A la caída del "tripartito", Convergencia vuelve al poder en Cataluña en 2010. Con oportunismo, intensifica las exigencias reivindicativas ante Madrid y pide negociar un pacto fiscal que modifique el sistema vigente. Madrid cometió un error considerable -hay que decirlo- no aceptando negociar alguna fórmula federal mediante la cual se procediera a dar a Cataluña una responsabilidad en la recaudación de los tributos y un mayor control sobre su pedazo de la torta fiscal. Cataluña pedía algo similar a lo que tienen los vascos, sólo que el sistema que rige en el País Vasco y Navarra está en la Constitución y lo que pretendía Cataluña hubiera exigido cambios normativos de grueso calibre, así como una negociación con el resto de autonomías. Madrid no supo entender que la nueva situación exigía imaginación y audacia para evitar que el reclamo se convirtiera en un gran movimiento independentista.
Esto contribuyó a que la celebración de la Diada (día de Cataluña) en 2012 alcanzara proporciones muy superiores a las anteriores. Los políticos, especialmente el gobierno de Convergencia, no tardaron en dar alas al pedido de una consulta popular sobre la independencia. Adelantaron las elecciones, que se celebraron en 2012. De allí en adelante, todo apuntó a esa consulta, antecedente del referéndum que acaba de tener lugar. Fue una consulta ilegal, declarada como tal por los tribunales, que se llevó a cabo sin garantías, y que tuvo como respuesta un gran ausentismo. Del universo minoritario que votó, una inmensa mayoría apoyó que Cataluña fuese independiente.
La consulta tuvo un efecto importante que calzó con las elecciones catalanas de 2015. Convergencia y Unión se partió y Convergencia Democrática de Cataluña, uno de sus dos componentes, adoptó abiertamente, en alianza con los independentistas radicales, el soberanismo como plataforma. La nueva alianza, Juntos por el Sí, venció en los comicios de 2015 con una plataforma que prometía el referéndum vinculante que se desarrollaría, al margen de la ley y en condiciones logísticas absurdas, el 1 de octubre pasado.
7 ¿Hay forma de convocar a un referéndum independentista en Cataluña?
Uno de los mayores actos de irresponsabilidad de los independentistas ha sido convencer a mucha gente de que el referéndum tenía una base legal sólo porque el Parlamento catalán aprobó una ley para convertir esa consulta popular en algo vinculante.
La Constitución española y la ley orgánica que norma el referéndum en España no permiten a una Autonomía realizar un referéndum sin aprobación del gobierno central. Un artículo de la Constitución permite al gobierno central delegar poderes a las autonomías, pero no especifica cuáles. La ley orgánica deja muy en claro que sólo el gobierno central puede autorizar esa consulta.
Por eso, precisamente, el Tribunal Constitucional suspendió el referéndum convocado por el gobierno catalán que preside Carles Puigdemont y por eso el sistema jurisdiccional actuó para tratar de impedir su realización.
8 ¿Quién ha ganado la batalla de imagen?
Dentro de Cataluña, el relato según el cual hubo el 1 de octubre una feroz represión para impedir que los catalanes ejercieran su simple derecho al voto se ha impuesto entre muchos catalanes no necesariamente independentistas. En algunos medios del exterior, también. Lo cierto es que ni la represión fue tan grave como pudo ser (no hubo, felizmente, víctimas mortales) ni el saldo es el que la Generalitat propagandizó desde aquel día (pocas personas sufrieron consecuencias físicas de consideración y nadie ha podido demostrar que hubo más de 800 heridos, como sostuvo el gobierno soberanista). Pero no hay duda de que hubo escenas violentas, inevitables en un enfrentamiento de esas características y, peor aun, de que el independentismo catalán ha desatado, por oposición, un nacionalismo español, todavía menor, que podría crecer y adquirir ribetes peligrosos. Las escenas de grupos independentistas cercando a los policías nacionales en los hoteles catalanes han provocado ira. No sería de extrañar que surjan grupos anticatalanes violentos.
9 ¿Hay alguna solución?
No en lo inmediato. Ni el Estado puede dar marcha atrás en su elemental obligación de restaurar el imperio de la legalidad que el independentismo ha violentado, ni los independentistas pueden, entregados ya a una dinámica confrontacional sin cuartel y una épica victimista, ceder. Pero, una vez que se restablezca el orden y las voces moderadas puedan hacerse más fuertes en Cataluña, tendrá que haber una negociación sobre el futuro de la relación.
No es realista suponer que puede mantenerse esa relación en su marco jurídico actual. Tendrá que haber una puesta al día del gran pacto español de finales de los años 70 que permitió la transición a la democracia, la convivencia pacífica y el desarrollo durante todas estas décadas. Ese nuevo sistema, probablemente más federal que el estado de las Autonomías, no contentará a todos, pero puede canalizar las aspiraciones de muchos catalanes que sienten la necesidad de tener un control y una proyección mayor de su particularidad en el conjunto de la España moderna.
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