Crítica de cine: El encanto del erizo
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Ni Mafalda ni Daria. Paloma Josse (Garance le Guillermic) es una parisina de anteojos y cabellos dorados que detesta la vida que lleva su familia, a la que ve como unos peces encerrados en su pecera. Chica inteligente, sensible y cultivada, Paloma va a todos lados con su cámara de video y en compañía de ella nos informa que para su cumpleaños número 12 acabará con esta farsa y se suicidará. Por ahí arranca El encanto del erizo, cinta "libremente inspirada" en La elegancia del erizo, de Muriel Barbery, que lleva la mayor parte de este año encaramado en las listas locales de los libros más vendidos. La historia de Paloma se complementa con el pasar de la conserje de su edificio (Josiane Balasko), viuda de malas pulgas que lleva una secreta vida ilustrada puertas adentro y que ve alteradas sus pautas con la aparición de un japonés que llega a instalarse a uno de los departamentos. Elogio de la cultura con mayúscula, estudio de costumbres controlado al milímetro y, en fin, obra sentenciosa y sensiblera que domestica la curiosidad, la película lo tiene todo para conquistar a quien se declare dispuesto a ello, partiendo por los fans del señalado superventas. La eficacia de la técnica y la precisión de los intérpretes caminan en esa dirección.
El encanto del erizo
Dir.: Mona Achache. Con Garance Le Guillermic, Josiane Balasko. Drama. Francia, 2009. 100 minutos.
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