Crítica de cine: El grito 3

En 2002, el japonés Takashi Shimizu presentó por primera vez en cines su cinta Ju-on, de la cual ya había realizados dos versiones para video. La historia de una maldición que cae sobre quienes visitan o viven en una casa de Tokio, se convirtió en taquillazo internacional y dos años después ya había un remake hollywoodense, El grito, dirigido por el propio Shimizu. Ahora llega a Chile la tercera parte de la saga gringa, que en su país habrá salido directo a DVD, pero acá se nos instala en la cartelera. La premisa es la de siempre (gente atacada por los espíritus malignos que habitan lugares donde se han cometido hechos de sangre) y la anécdota se centra en un edificio de Chicago donde la muerte ya se instaló. Ahí vive un joven conserje junto a sus dos hermanas, una de las cuales es una chica particularmente enferma. Y hasta allí llega Tokio la hermana de una de las víctimas, con la esperanza de poner fin a la maldición. El terror industrial contemporáneo tiene tanto tic asumido por su fiel audiencia, que la seguidilla de lugares comunes que pueblan esta película le darán más de un bienvenido sobresalto a quien no espere otra cosa. Al resto se le recomienda paciencia y buena voluntad, herramientas con las cuales la experiencia no debería ser tan tortuosa.
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