Crítica de cine: Nunca es tarde para amar

En Alemania la esperanza de vida supera los 78 años. La existencia después de la jubilación es larga en aquel mundo donde los ancianos renacen a través del turismo al por mayor. En Nunca es tarde para amar, el director germano Andreas Dresen plantea una historia nacida en estas circunstancias: el amor en la vejez, el cariño repartido entre los cuerpos ya ajados, aunque dispuestos a dar el último suspiro. Ellos son Inge (Ursula Werner) y Karl (Horst Westphal), quienes viven una pasión a escondidas. A los 60 y tantos años, Inge está casada con Werner, un ser amable y aburrido, más preocupado de las locomotoras que de su mujer. Ella, siempre buscando el lado luminoso de la cotidianidad, se permite esta aventura al final del camino. Sin temor a las escenas de sexo explícito y con gran naturalismo, Dresen es capaz de construir un filme donde se respira gran sensibilidad.
Director: Andreas Dresen
Con: Ursula Werner, Horst Westphal, Horst Rehberg.
Duración: 98 minutos.
Género: Drama.
Producción: Alemania, 2008.
Calificación: Mayores de 14 años.
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