Crítica de cine: Te doy mi alma




Corre 1904 y a Zurich llega la ruso-judía Sabine Spielrein, una chica desequilibrada o hasta "de patio". Queda en manos de Carl G. Jung, discípulo de Freud, quizás el único capaz de curarla. Y la mejora, aunque la relación entre paciente y doctor termina en el lecho. La historia de origen, adaptada por el italiano Roberto Faenza (director de Sostiene Pereira), es un fenomenal hallazgo que por sí solo justifica la existencia de la película. Además, acá hay un timing certero y un ajustado juego entre pasado y presente.

El punto es que no se puede obviar la carencia de genuina tensión emocional en los momentos decisivos entre el célebre terapeuta y su atormentada paciente y amante. El desarrollo de esa relación suponía algo más que juegos de asociación libre y otros recursos sicoanalíticos penosamente desplegados aquí, que no hacen más que dispersar la pasión, perjudicar el interés y anular el dolor envuelto en la experiencia. Mala cosa, tratándose de un amor que pudo haber incendiado la pantalla.

Director: Roberto Faenza.
Con: Iain Glen, Emilia Fox, Craig Ferguson, Caroline Ducey.
Duración: 90 minutos.
Género: Drama.
Producción: Italia, 2002.
Calificación: mayores de 14 años.

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