¿En qué trabajan los inmigrantes en Chile?
El 66% de los inmigrantes en el país tiene entre 20 y 50 años y la mayoría llega por razones laborales. En promedio, cuentan con más estudios que la población local. Estudios cualitativos -no hay cuantitativos- muestran que, por ejemplo, bolivianos se dedican al trabajo agrícola; ecuatorianos, a la medicina, y dominicanos, a la estética.
Las razones para migrar pueden ser variadas, pero en Chile predomina el interés laboral. Preferencia que se refleja en que el 72% de las visas otorgadas en 2015 fueron de empleo (58% visas de empleo y 14% visas Mercosur).
La mayoría tiene entre 20 y 50 años (66%), una migración en la que predominan las mujeres: en 2014, 52,6% fueron mujeres y 47,4% hombres, según datos del Departamento Extranjería y Migración.
Sus motivaciones son económicas y de empleo, y se les suele llamar migrantes económicos, explica Iskra Pavez, socióloga y académica de la U. Bernardo O’Higgins. “Existen dos categorías de migrantes económicos: los que vienen a ocuparse en empleos precarios y los migrantes altamente calificados, en cuyos casos se habla de fuga de cerebros, cuando son profesionales”. Dos categorías, dice, reflejo de la segregación del trabajo que existe en Chile.
Se concentran en algunas regiones, principalmente Arica y Parinacota (5,8% de la población total de la región), donde aumentaron 111% desde 2005. Bolivianos (52,7% de la población migrante) y peruanos (33,1%) tienen la mayor presencia.
Antofagasta (4,6% respecto del total regional) y Santiago (3,5%) son las otras regiones donde hay más inmigrantes.
En la Región Metropolitana aumentaron 101% desde el año 2005.
Areas de especialización
Si bien no hay estudios cuantitativos sobre su distribución en los distintos campos laborales, investigaciones cualitativas realizadas por Pavez permiten entender cómo se distribuyen hoy.
Así, desde los 90, las mujeres peruanas han ocupado el nicho de servicio doméstico, fenómeno que hoy, con las mujeres ecuatorianas y bolivianas, dice, está cambiando.
Los trabajadores peruanos se han especializado en construcción y comercio. También en gastronomía han capturado un nicho.
“En la zona norte, en Arica y Parinacota, el trabajo agrícola ocupa mucha población boliviana. Mujeres y hombres de República Dominicana se dedican a estética y peluquería. También hay harto ingeniero español en la minería. De Venezuela hay un porcentaje importante de médicos, junto con Cuba”, señala la socióloga.
La comunidad más difícil de estudiar es la argentina, que se dispersa en varias áreas, aclara. “Una migración más antigua y tradicional es el comercio coreano y chino, enfocado al área textil y venta al detalle”.
Más años de estudios
Contrario al prejuicio, los inmigrantes destacan por tener más años de estudios que los chilenos; 12,6 años contra 10,7.
En los cinco niveles de formación educacional, en la Región Metropolitana la población inmigrante supera a la nacional en los niveles medios, técnicos y universitarios. Allí destaca la formación secundaria de la población boliviana (39,1% tiene estudios universitarios), colombiana (23,7%), argentina (21,5%) y haitiana (15,4%).
La informalidad, en tanto, es más alta en Arica -el 24,8% no está en el sistema de salud- y Antofagasta, donde el 15,6% no tiene seguro.
Que puedan ejercer su profesión en Chile, dice Pavez, depende de varios factores. Por ejemplo, convenios internacionales que faciliten la convalidación de títulos, como ocurre, por ejemplo, con Ecuador en medicina. “Por eso, hay mucho médico ecuatoriano en el sector público, pero no pasa lo mismo con Perú y Bolivia”.
Su formación académica es sometida a prejuicios, explica Pavez. “Profesoras o enfermeras trabajan en servicio doméstico, sin que se valore su formación profesional en el sueldo”.
Derechos laborales
El 84,4% de los inmigrantes en el país tiene contrato, contra un 15,6% que no.
Tienen los mismos derechos laborales, pero no son tratados de la misma manera, dice Delfina Lawson, de la Clínica Jurídica de Migrantes y Refugiados de la U. Diego Portales. “Eso les produce mucha rabia e impotencia”, agrega.
Quienes relatan más discriminación son los que vienen de países más lejanos. “Cuanto más distintos a los chilenos son, más aguda es la discriminación que viven, desde que le gritan en la calle, que no les respetan las condiciones de trabajo o violencia sexual en las mujeres”.
Situaciones que se acentúan en el caso de ser afrodescendiente y pobre, indica Lawson. “El migrante en Chile sufrirá discriminación, y si es mujer, más todavía, o si es indígena o no habla el idioma, la discriminación es más grave”.
Todo ello los excluye de opciones laborales. “Tienen más años de escolaridad, pero ocupan cargos de inferior jerarquía”, indica Lawson.
Existe xenofobia, indica la socióloga, que se refleja en que culturalmente hay nacionalidades de prestigio y otras no. “Se considera inferior a una persona indígena o afrodescendiente, se lo ve como un migrante económico que escapa. En cambio, al extranjero blanco se lo ve como el aventurero y no se habla de migrante, sino de extranjero”.
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