Señor director:
La próxima semana se realizará un curso de "ADN Básico" en una ciudad de Chile. Durante tres días los asistentes, tras pagar $200.000 por inscripción, aprenderán a "activar los cromosomas de juventud y vitalidad", a "activar hebras dormidas del ADN" o "el poder del pensamiento". El programa incluye "Cómo prevenir y liberarte de los ataques síquicos, maldiciones, recuperar fragmentos de alma". Me atrevo a asegurar que el curso será un éxito (al menos para el bolsillo de quienes están detrás).
Muchos culparán del éxito de este tipo de eventos a quienes pagan por asistir. Sin embargo, no puedo más que concluir que la culpa es del sistema.
Las personas que pagan por esto no son tontas o incultas; son curiosas, tienen preguntas, han leído mucho pero están muy mal informadas. Son personas convencidas de que eso es ciencia. Son las mismas que escuchan con devoción al doctor File o a Salfate; que aplauden a Red Quake Alert cuando le apunta a un sismo (aunque epicentro y magnitud se alejen considerablemente de sus predicciones). Son las mismas que deciden no vacunar a sus hijos porque han leído que las vacunas son peligrosas o que leen el horóscopo esperando encontrar respuestas a sus inquietudes. Esas personas creen que es ciencia, porque se usan términos científicos ("cuántico" se ha convertido en uno muy de moda) y hablan de cosas que parecen ser ciencia, pero no lo son. Son un truco retórico.
Estas personas quieren saber de ciencia, pero la ciencia es eliminada antes de llegar a ellos. La verdadera ciencia -esa maravillosa que nos puede ayudar a entender el origen del universo, a dilucidar cómo funciona el cerebro o a colonizar otros mundos- se pierde en el camino. Lo que la sociedad permite que llegue son apariencias y confusión. Como decía Carl Sagan, a estas personas les han fallado nuestros recursos culturales, nuestro sistema educativo y nuestros medios de comunicación.
No tiene que ver con no saber qué son las ondas gravitacionales o en qué consiste la edición del genoma de embriones, sino con algo mucho más básico: si no somos capaces de entender que cualquier afirmación requiere evidencia, ¿qué podemos esperar de los políticos?, ¿del sistema educacional?, ¿de la forma en que la gente toma decisiones? Si no cultivamos un espíritu escéptico, si no somos capaces de interrogar a la autoridad, como sociedad estaremos siempre a merced del charlatán de turno, sea político, curandero o un personaje de la televisión.
Gabriel León
Director Centro para la Comunicación de la Ciencia Unab
Eso no es ciencia
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