Ética empresarial




"Pienso que la gravedad de la crisis de desprestigio que hoy nos atraviesa como país, de desconfianza de todos con todos, de incredulidad y falta de esperanza en hallar una solución, obliga a centrarse en lo que está pasando más que en el deber ser de la ética empresarial. Hablar de por qué está ocurriendo. De cómo ha evolucionado. Por qué escandaliza tanto. Qué reacciones está produciendo. En fin, qué se debe o se puede hacer, si aún es tiempo.

Especialistas sostienen que la ética empresarial pertenece a un campo distinto de la moral personal, que opera en el ámbito de la conciencia individual. Sin embargo llega un momento en que ambos campos se confunden y en Chile gran parte de los casos conocidos coinciden con otros comportamientos comunes de la población, de dirigentes y aún de autoridades, que obedecen a una clara degradación de la moral personal que cruza nuestra sociedad.

Esta se ha producido en muy pocos años, fruto de un acelerado relajamiento del concepto de autoridad, de un populismo creciente, de un desborde comunicacional que no distingue el bien del mal, de un afán desmedido de alcanzar el éxito a cualquier precio, de un temor a exponer públicamente las discrepancias, de refugiarse en el cómodo status económico o familiar, e incluso, del debilitamiento de la religión.

Desde los casos MOP-Gate e Inverlink se ha producido una avalancha de eventos empresariales que han provocado escándalo: la colusión confesa de un grupo de farmacias; la adulteración contable de resultados de una empresa del retail para cobrar bonos inmerecidos; el intento de perjudicar a accionistas minoritarios en el aumento de capital de una empresa eléctrica; el cierre obligado de una planta faenadora de cerdos por generar olores insufribles; la acusación de colusión de mercado de productores de pollos; una extracción patrimonial a las empresas Cascadas por parte de su controlador y sus amigos; el uso de facturas por servicios no prestados para financiar la política y pagar menos impuestos; el uso grosero de información privilegiada por parte de una estrella del sector financiero local; el uso de boletas de terceros por parte de una empresa minera para comprar transversalmente inmunidad política y, la guinda de la torta, el financiamiento bancario sin garantía de una dudosa operación inmobiliaria del hijo de la Presidenta.

Pero ello no es muy distinto del incremento explosivo de la delincuencia común, de la falta de respeto por la vida y la propiedad ajena, de engañar a los sistemas para obtener beneficios inmerecidos, de otorgar licencias falsas, de declarar pertenencia a sindicatos el día después de ser ?despedido, de no pagar el pasaje del transporte, de descalificar a los adversarios políticos para hundirlos, de deshonrar a un grupo completo por los errores de alguno de sus miembros, etc.

Nadie puede asegurar que los casos mencionados sean todos y que no vayan a aparecer otros. Probablemente así ocurra, tanto en empresas privadas como del Estado, que hoy tratan de pasar desapercibidas, a menos que haya un acuerdo para detener las investigaciones, lo que en mi opinión agravaría la situación.

Lo que hemos conocido puede ser la punta de un iceberg pero no podemos vivir hurgando el tarro de basura. Más útil sería dedicar el esfuerzo a identificar las causas e impulsar las rectificaciones por hacer. Es que éstos casos no ocurrían antes? No, las faltas a la ética empresarial han ocurrido siempre, desde que existe el intercambio, antes que existan las empresas. Ellas se han ido sofisticando y Chile no escapa a este ciclo. El caso MOP-Gate de hace 10 años es casi idéntico al de las boletas de SQM, pero para pagar sobresueldos.

Lo nuevo es que, en la medida que nuestra población ha elevado su nivel de información y de ingresos, que ha mejorado su comprensión de los fenómenos económicos, que ha tomado conciencia de sus derechos y encuentra las herramientas y apoyo para defenderlos, observa que varios de estos casos la perjudica y exige respeto por sus intereses.

A propósito del perjuicio y el beneficio, pienso que lo serio es hacer un análisis riguroso y diferenciado de lo que ocurre. Ponerse de acuerdo para perjudicar a los consumidores es mucho más grave que financiar a los políticos por la vía de boletas falsas, más aún si no hay evidencia de retribución. Extraer patrimonio a accionistas minoritarios es mucho más grave que afectar la salud de una población, que puede resolverse. Reflexionar sobre el por qué de la avalancha señalada escapa bastante a un análisis empresarial y entra en el terreno de la psicología humana, del insaciable apetito por tener más bienes o más poder, al que uno mismo a veces tampoco escapa, de la insensibilidad por las consecuencias o de la creencia de que se pertenece a un estadio superior e intocable. Observando a las personas involucradas, me resulta difícil entender por qué lo hacen y los riesgos que asumen. No necesitan hacerlo y no me cuadra con la actitud que tienen en otros ámbitos

Tampoco me resulta entendible la reacción ante los hechos. Reacciones destempladas e hipócritas de los detractores de la empresa privada, como si las faltas fueran generalizadas. O reacciones escurridizas, que por amistad prefieren minimizar la gravedad o se escudan en el mecanismo procesal para eludir una opinión o una condena. O reacciones inconsistentes como ocurrió con la izquierda a comienzos de esta crisis, mientras los casos afectaban al bando contrario. U omisiones de la Autoridad de los últimos 20 años, que se lavan las manos como si no tuvieran responsabilidad.

Pienso que la solución no es fácil pero debemos superar la sensación fatalista de que no tiene arreglo. El grado de desconfianza es altísimo y no veo a la persona o grupo de personas con suficiente autoridad moral para encabezar una solución integral que comprenda todos los ámbitos del problema, ni tampoco veo receptividad social para un acuerdo político que sepulte las irregularidades conocidas.

Pienso que cada grupo debe reconocer y asumir públicamente un compromiso de hacerse cargo de "su" propio problema, en un plazo acotado, de llevar a cabo pequeños o grandes gestos o reformas que convenzan a la población de que viene un cambio más integral. Tal vez la Presidenta de la República, acompañada de representantes idóneos de cada grupo, pueda convocar a estos compromisos.

Los políticos, de enmendar las normas que les permite perpetuarse en el poder, de rectificar la actitud permisiva y precisar los límites del financiamiento a la política. Los diferentes poderes e instituciones del Estado, de aplicar estrictamente las leyes, dejando de lado sus visiones políticas y afanes de escarmiento. Los medios de comunicación, de ser más prudentes y equilibrados en la información, moderando el lenguaje agresivo. Los empresarios y sus gremios, de distanciarse claramente de las empresas y pares que cometen irregularidades. Las faltas a la ética están afectando la esencia misma de la economía de mercado y se aprecia una reacción corporativa más que sancionatoria.

Respecto de las empresas, en especial aquellas que captan recursos del público, impulsar mejores prácticas de gobiernos corporativos. Es preciso revisar los incentivos que inducen a ejecutivos y directores a cometer irregularidades y alinearlos con los objetivos de largo plazo de aquellas. Las regulaciones son abundantes pero no por eso efectivas. El caso La Polar ocurrido hace 4 años, aun no tiene sentencia de primera instancia. Que las instituciones funcionen es necesario, pero también lo es la oportunidad con que lo hacen. La autorregulación es tan posible y necesaria como inútil, si cuando se vulneran las normas autoimpuestas no ocurre nada.

Concluyo reiterando que una solución es posible. Que recobrar la confianza no será fácil ni rápido, pero no por ello hay que dejar la tarea. Que todos podemos y tenemos que aportar lo nuestro. Que los dirigentes tendrán que asumir el costo de reconocer sus errores y matricularse con las soluciones.??".

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