Historia de dos ciudades
Que la parrilla es uno de los bienes más transversales que hay en Santiago es parte de los resultados que aparecieron en un interesante ejercicio de la consultora Gfk Adimark, que comparó las respuestas de los habitantes del sector oriente con las del resto de los santiaguinos en aspectos como satisfacción con su vida, consumo y orientaciones valóricas, demostrando que unos pocos kilómetros de distancia siguen haciendo una gran diferencia.
En el imaginario nacional, la Plaza Italia ocupa un lugar importante. Desde hace décadas es el punto de reunión para celebraciones y manifestaciones, el símbolo urbano de nuestra precaria cohesión social. Y por otro lado también es la línea divisoria entre los de arriba y los de abajo, un límite geográfico y también social.
Esta realidad, al parecer, no cambia. Así se refleja en un estudio de Gfk Adimark, que analiza las respuestas en distintos temas entre quienes viven en las seis comunas tradicionales del sector oriente (Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, La Reina, Providencia y Ñuñoa) y el resto de los capitalinos, demostrando que esa frontera está vigente. “Los resultados confirman que Santiago sigue siendo una ciudad sumamente segregada, donde la ubicación espacial es determinante. Estos datos deberían invitarnos a reflexionar sobre el Santiago que queremos construir”, dice José Miguel Ventura, gerente comercial & marketing de Gfk Adimark.
El arquitecto y socio de la oficina de urbanismo Atisba, Iván Poduje, confirma ese diagnóstico: “Santiago ha reducido sus niveles de desigualdad producto del aumento del ingreso y la inversión pública, pero sigue siendo una ciudad bastante segregada. En un reporte de la OCDE de 2013, encabeza un ranking de segregación territorial entre los países que forman parte de esa organización”.
Pese a eso, de acuerdo al estudio si en el año 2000 cerca del 85 por ciento del ABC1 estaba concentrado en el sector oriente, hoy han disminuido al 65 por ciento. Eso habla de un aumento de la población de ese segmento en comunas como Huechuraba, Colina, Maipú, Peñalolén, La Florida, San Miguel o Calera de Tango. “Pero hay que tener cuidado con ese dato”, dice Poduje. “Esa cifra incluye al C1 que está presente en muchas comunas”, agrega el arquitecto, explicando que en cambio el grupo AB, que es el de más altos ingresos, “se ha movido muy poco en estos últimos 40 años, salvo por Chicureo”.
El sondeo de Gfk Adimark mostró que hay diferencias marcadas entre ambos lados de la ciudad: quienes viven en el sector oriente dicen sentirse más satisfechos con su vida, barrio, vivienda y sueldo. Además, en comparación con quienes habitan “más abajo” de Plaza Italia, ahorran más para viajar, usan más del doble el auto para ir a sus empleos o estudios, salen más a divertirse, hacen más deporte y también toman más alcohol. “En la zona oriente vemos que se visitan con alta frecuencia lugares como cafeterías, heladerías y pubs, mientras que en la zona no oriente sólo surgen como alternativas de forma muy esporádica. La disponibilidad de recursos es clave en este punto y es lo que permite que los segmentos más altos hagan su vida ‘puertas afuera’, mientras que los que tienen menos recursos deben hacer su vida ‘puertas adentro’”, explica Ventura. Eso tiene otra implicancia y puede explicar por qué para el sector no oriente el “mejoramiento del hogar” es un tema muy importante dentro de sus intereses.
Pero también hay aspectos o hábitos más transversales. En el barrio alto, donde está instalada la gente con más capacidad de compra, no es de extrañar que reporten tener más bienes. El único (de los consultados) que tiene el mismo nivel de penetración en ambos grupos es la parrilla que está en ocho de cada 10 hogares de la ciudad. Los televisores de última tecnología también han penetrado fuertemente. Tres cuartos de los santiaguinos tiene uno, aunque en el barrio alto llega al 92 por ciento de los hogares. Eso no resulta extraño si se tiene en cuenta que ver programas es una ocupación importante en la vida de todos los sectores, y pese a que frecuentemente se habla del declive de la televisión abierta, el 80 por ciento de los consultados en ambos sectores dice que ve alguno de los canales tradicionales todos los días.
En cuanto a las posiciones valóricas, los habitantes del barrio alto se mostraron más liberales en temas como el matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia o “la píldora del día después”. No así con respecto a la legalización de la marihuana, que aunque es una opción que concita el apoyo de más de la mitad de ese grupo, es más popular fuera del barrio alto. Mientras que afirmaciones del tipo “la familia y el matrimonio son la base de la sociedad” consiguieron una mayor adhesión fuera del sector oriente. “Hemos podido constatar cómo en los últimos años la clase alta chilena (C1) ha comenzado a liberalizarse, asimilándose, en este sentido, al C2 (un fenómeno que es mucho más potente en las personas más jóvenes). Y mientras el C3 comienza a seguir el mismo camino, vemos un D que, por el contrario, empieza a endurecer su posición en el polo más conservador”, explica Ventura.
Para este especialista ese mismo aspecto puede tener un efecto integrador en la sociedad. “Nos da esperanzas sobre la mezcla que se está generando sobre todo en los más jóvenes con una nueva apertura de pensamiento, mucho más alejada del conservadurismo de sus predecesores”, afirma.
Revisa las cifras a continuación:
EL ORIGEN DEL SECTOR ORIENTE
En su libro Santiago de Chile: características historicoambientales, Armando de Ramón cuenta que a finales del siglo XIX, los límites urbanos de Santiago aún se circunscribían a los caminos trazados por Benjamín Vicuña Mackenna en 1872, con un límite al oriente en la actual avenida Vicuña Mackenna.
En esos años los caminos de la Providencia y de Ñuñoa (hoy avenida Irarrázabal) eran las dos principales vías de acceso al periférico sector que más allá de los dueños de los fundos y algunas industrias, tenía pocos habitantes. Los primeros en llegar hasta la actual Providencia fueron la casa de huérfanos de las monjas de la Providencia –por eso el nombre de la calle, que antes era el camino de Las Condes-, en 1854; el seminario conciliar de los Ángeles Custodios en 1857; y el Hospital Salvador, en 1872.
En 1895 se abrió la primera gran avenida del sector: Pedro de Valdivia, que corría entre las actuales Providencia e Irarrázabal. Ahí se construyeron lujosos chalets con grandes jardines, que se presentaban como una alternativa cercana a la naturaleza para las elites que vivían en el “ajetreado” centro. Un ejemplo de esto es que en 1905 la revista Zig-Zag sorteó entre sus elegantes suscriptores un chalet en la avenida. Poco antes comenzaron a fundarse también en el oriente las poblaciones de El Salvador, San Gregorio en Ñuñoa y Apoquindo.
Pero, contrario a lo que se cree, el actual barrio alto no siempre fue ocupado por sectores acomodados. “Providencia fue una comuna con una vocación residencial desde un inicio, pero lo que he descubierto revisando las actas es que no es una vocación de elites como siempre se ha pensado, sino que hay sectores más profesionales, empleados públicos, oficiales de Carabineros en retiro y militares”, dice Macarena Ibarra, historiadora del Instituto de Estudios Urbanos de la UC.
Ibarra explica que durante la primera mitad del siglo XX, la llegada de miles de familias desde las salitreras y la migración campo-ciudad hicieron que la población de Santiago aumentara de 300 mil habitantes, en 1910, a un millón, en 1940. Es en este contexto de expansión urbana donde las elites migraron al actual barrio alto y comenzaron a tomar forma a sectores como Los Leones, Las Lilas, El Golf y Pedro de Valdivia Norte. “En los años 30 las elites se mueven a sectores del oriente, mientras en paralelo Santiago está superando los límites de la ciudad colonial y transformándose en una metrópoli en términos de tamaño. Así, Plaza Italia se vuelve una frontera entre los de arriba y los de abajo”, dice la historiadora.
Se cree que los primeros en utilizar el término de “los de arriba” y “los de abajo” habrían sido los taxistas. “Estoy casi seguro de que lo fomentaron ellos. Lo usaban mucho en los 60 y 70, cuando había mala locomoción hacia el sector oriente y debían adivinar por el aspecto quiénes vivían de Plaza Italia para arriba. Esas eran las ‘carreras’ que preferían tomar”, explica Cristián Salazar, investigador histórico del premiado blog urbatorium, quien explica que para los 70 la connotación de vivir en un extremo u otro de la ciudad ya estaba instalada. “Encontré referencias en la hora de incidentes del Congreso durante la época de la UP; en esos años los políticos ya se enrostraban que todos vivían de Plaza Italia para arriba. Ponían el ejemplo de la casa de Tomás Moro de Allende”, dice.
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