Jorge González reaparece entre la emoción y el esfuerzo
El músico volvió a los escenarios, en un show donde sus pares revivieron su legado.
La imagen era absolutamente apropiada e ilustrativa. A las 21.10 horas se apagaron las luces de Movistar Arena y el nombre de Jorge González apareció escrito sobre el fondo de un telón negro situado en la mitad del escenario: en un principio las letras asomaron borrosas, difusas, fuera de todo foco, para luego hacerse cada vez más grandes, rematando en escenas de toda su vida y su trayectoria.
Es el via crucis que ha vivido la mayor figura en la historia del rock chileno: un accidente isquémico cerebeloso que en febrero lo dejo nocaut, casi desplomado para siempre, con la incertidumbre como único destino posible, aunque su legado se fue agigantando con el paso de los meses, a la par con las novedades en torno a su tragedia privada, épica que ayer remató con un show de homenaje en Movistar Arena, donde tanto el público como sus pares de toda la vida llegaron a reverenciarlo.
Como parte de ese mismo abrazo, la fanaticada que arribó hasta el lugar -poco más de 10 mil personas- coreó de inmediato los himnos que se sucedían en el video de introducción, sobre todo ese tramo de Fe que habla de “sabes que vuelvo a tener fe/ y empiezo a sanar”.
Y ese mismo ánimo de aguante y esperanza, de presenciar a un artista que retornaba a su hábitat de siempre luego de batallar contra adversidades irreversibles, fue el telón de fondo de su reestreno en vivo. Luego de casi 90 minutos en que pasaron los más distintos créditos -con los peaks de Roberto Márquez, Beto Cuevas y Gepe junto a Javiera Mena-, el cantautor apareció en el escenario a las 22.45 horas: estaba parado frente a un micrófono firme, apoyado sobre dos bases circulares que rodeaban el atril y con claras dificultades para hablar. Era la secuela lógica de un colapso de salud que le alteró su capacidad motriz y habilidades como el lenguaje.
La escena era rotunda, rasguñaba el impacto y el nudo en la garganta era generalizado entre los asistentes. Con evidentes dificultades y un esfuerzo elocuente, el compositor se embarcaba en el show más desafiante de su vida y empezó a desplegar una primera tirada de temas que incluyó Trenes trenes trenes, Nada es para siempre, Nunca te haría daño, Hombre y un track aún inédito, Hay que creer (parte de su aún no lanzado nuevo trabajo). Casi todas composiciones de su últimos dos años, lo que timbra otra característica inequívoca del sanmiguelino: incluso en su hora más oscura, no escogió el camino fácil y optó presentarse como un creador aún en plena ebullición, con composiciones que ni siquiera poseían un arraigo tan popular entre los asistentes y que escapan a la mera nostalgia.
Pero el viraje a sus días de mayor gloria entregó las instantáneas más estremecedoras. Con Brigada de Negro de Los Prisioneros, González estaba visiblemente emocionado, con la mirada fija y el público soltando los nervios que inauguraron su presentación. Pa pa pa regaló postales similares, ya marcada por el mayor relajo del tributado: aunque siempre con limitaciones, se atrevió a lanzar algunas frases cargadas de humor –otra especialidad de la casa- y, por ejemplo, comentó con respecto a su conjunto: “Si no fuera por ellos estaría muerto en la clínica. Lo que no está tan mal. Me convertiría en una camiseta”.
Y si hubo un momento para que su rostro se transformara en una polera fue este: con El baile de los que sobran invitó al escenario a Miguel Tapia, el compinche con el que fundó el trío a fines de los 70, regalando una de las postales más vibrantes de la música local en años. Dos vértices de la historia de Los Prisioneros, que parecían enemistados para siempre desde la disolución definitiva de 2006, se volvían a mirar sobre un escenario.
Luego el propio Tapia se quedó bajo los focos para contar cómo fue el instante en que ambos se conocieron y en que dieron vida al conjunto mayor del rock nacional, apelando a los años colegiales y la timidez de los primeros días, sin mencionar eso sí a Claudio Narea. El propio baterista interpretó después Paramar y Quién mató a Marilyn.
Sobre el final, una versión conjunta de Fe unió a todos en el escenario, salvo el propio González, mientras se desplegaba un lienzo que rezaba “Jorge es para siempre”. Minutos antes de saltar a escena, el cantante estuvo acompañado por parte de su familia en backstage, en lo que testigos califican como uno de los minutos más difíciles del largo proceso inaugurado esa fatídica jornada del 7 de febrero en Nacimiento, la última vez que se había subido a un escenario.
QUE ENTREN LOS INVITADOS
Observando con mayor globalidad, la cita empezó con vítores de fiesta y tuvo como encargado a Gepe, quien desplegó una versión de la enérgica Esta es para hacerte feliz. Una composición de los años noventeros en que González intentó moldearse como un referente de la canción latina más pop y menos política, justo refaccionada por el cantante local que tiene al baile como eje de su actual propuesta.
Luego fue el turno de Pedropiedra –también parte de conjunto que acompañó a todos los convidados del evento -con Sexo. Pese a que siguió la misma rúbrica de Gepe –versiones que calcaron a la original sin mayores variaciones-, el primer tramo asomó como el agradecimiento de las nuevas generaciones a uno de sus santos patronos.
Después desfilaron Zaturno, Florcita Motuda, Manuel García, Gonzalo Yáñez y Alvaro Henríquez, quien leyó las letras de We are sudamerican rockers y No necesitamos banderas desde una serie de torpedos pegados en el piso, en uno de los pocos instantes que denotaron cierta improvisación. Por su parte, Roberto Márquez con Tren al sur se lució al entregar una lectura personal del éxito noventero; lo mismo para Beto Cuevas y Estrechez de Corazón, o el dúo de Gepe y Mena con Cuéntame una historia original.
GÉNESIS DEL RETORNO Y LÍNEAS PARA UN NUEVO ÁLBUM
Pero el regreso de González entró en su fase definitiva justo 24 horas antes. El pasado jueves 26, el recinto de Parque O’Higgins fue habilitado sólo para el primer ensayo general del espectáculo. Pasada las 21 horas -cuando se habían ido todos los invitados del lugar- el protagonista central de la cita arribó al sitio, probó sonido con su banda y ensayó su bloque del espectáculo.
De alguna manera, ese deseo de prudencia marcó los preparativos del evento. Por lo mismo, las áreas de camarines y escenario del reducto habilitaron sus accesos más fluidos para que el desplazamiento del artista fuera el más expedito posible. La escenografía estaba diseñada para que sufriera variaciones mínimas durante el espectáculo. Aún más: no se permitió que la prensa tomara fotos en el momento de su aparición, como otra manera de custodiarlo.
El cantautor Gonzalo Yáñez, parte del conjunto estable del sanmiguelino, estuvo presente en los ensayos y cuenta que, además de las ansias, lo que dominó ambas secuencias fue cierto aire de incredulidad: hasta hace pocos meses, gran parte de sus cercanos no creía que el cantante volvería a tocar en vivo. “A mí se me derramó una lágrima en estos ensayos, porque después de ese recital en Nacimiento donde le diagnosticaron su problema de salud, pensé que nunca más me subiría a un escenario con él”, admite Yáñez.
Y ese mismo vínculo se seguirá materializando en los próximos meses. Aprovechando las jornadas de recuperación en su residencia de La Reina, el compositor ha destinado una parte importante de su tiempo a escribir incipientes bosquejos de nuevos temas, sólo concentrado en las letras, las que podrían ser parte de un disco firmado en conjunto con el cantautor uruguayo.
“Siempre tuvimos la intención de hacer algo los dos. Y desde hace un tiempo me está enviando letras, porque la música le cuesta mucho más. Son estrofas cortas y frases sueltas, pero todas muy intensas, de una honestidad visceral trágica y bastante oscuras”, describe Yáñez. Bajo esa dirección, las nuevas líricas de González podrían abordar el duro trance que atraviesa desde principios de año.
A la hora de proyectar una posible agenda en vivo, las estimaciones se vuelven mucho más prudentes. Aunque el propio músico comentó en entrevista con La Tercera que tenía planificado shows en Perú y Uruguay para 2016, sus representantes temperan las intenciones y dicen que por ahora sólo se ha sondeado esa alternativa, sin que exista nada concreto. Todo dependerá de la evolución de su estado de salud, esperando que se haga realidad el espíritu que resume uno de sus últimos sencillos: Nada es para siempre.
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