La dureza de una buena educación en Taiwán

300 mil estudiantes se someten a 12 horas de exámenes de admisión para ingresar a las escuelas de elite.




En un templo con fuerte olor a incienso, Jaleese Liao se inclina y le pide a los dioses taoístas ayuda antes de tomar el difícil examen de admisión a la escuela secundaria superior que determinará en buena medida su futuro.
 
La niña de 16 años, con un cabello prolijamente arreglado, trajo su uniforme escolar y tarjetas de identificación para que fuesen bendecidas en una ceremonia especial, en la esperanza de que eso aumentase sus posibilidades de superar exitosamente los dos días de exámenes que se avecinaban.
 
Liao fue una de 300.000 estudiantes que se sometieron a 12 horas de exámenes sobre temas que iban desde química hasta chino y que decidirán si son admitidos en una escuela de elite --y probablemente en las mejores universidades-- o deben conformarse con asistir a escuelas normales.
 
La educación es un asunto muy serio en esta isla de 23 millones de habitantes. La competencia comienza en el mismo primer grado de la primaria y los padres invierten miles de dólares por año en tutores para tratar de darles ventaja a sus hijos.
 
Por siglos muchas sociedades asiáticas han puesto gran énfasis en la enseñanza. Esa actitud se remonta 2.500 años atrás, a la época del filósofo chino Confucio, que sostenía que la educación, el respeto y fuertes lazos familiares eran la clave de una sociedad fuerte y funcional.
 
La tradición educativa de Taiwán fue forjada mayormente durante la dinastía Qing, derrocada en 1911, y por Japón, que ocupó la isla entre 1895 y 1945, según Chiu Hei-yuan, profesor de sociología de la Universidad Nacional de Taiwán en Taipei.
 
Eso fue apenas un preámbulo del sistema obsesivo de hoy.
 
"Después de la Segunda Guerra Mundial la isla amplió sus programas educativos y la educación pasó a ser algo muy competitivo", manifestó Chiu.
 
Liao lo sabe y durante más de un año le dedicó entre diez y 15 horas diarias a los estudios.
 
"Era una chica extrovertida y jugaba deportes como el bádminton", comentó. "Ahora me paso casi todo el tiempo estudiando para el examen de ingreso".
 
Tomó el examen por primera vez hace tres meses, pero decidió repetirlo porque no estuvo satisfecha con su puntaje: Tuvo apenas el 96% de las respuestas correctas.
 
No me fue bien la primera vez, cometí siete errores. Esta vez espero no equivocarme en más de dos respuestas", expresó.
 
La determinación de Liao refleja la intensa competencia que hay en su escuela secundaria, donde las calificaciones son colocadas en un muro en el patio central todos los meses.
 
"Mis tres mejores amigas y yo somos las mejores de la clase. Pero cuando tomamos los exámenes somos como enemigas", declaró.
 
La niña teme que si no es aceptada en una escuela buena disminuirán mucho sus posibilidades de estudiar medicina, que es lo que quiere y una de las carreras a la que es más difícil acceder en Taiwán.
 
Liao pasó buena parte de sus vacaciones de verano en un aula llena de gente en un subsuelo de la escuela Xuw Han, preparándose para el examen de admisión.
 
Junto con otras 18 estudiantes, respondió preguntas hasta diez horas diarias. Los estudiantes compartían escritorios estrechos donde apenas había lugar para los cuadernos.
 
Hay quienes dicen que el sistema educativo de Taiwán, con tanto énfasis en los exámenes, produce autómatas que no son capaces de pensar por su cuenta.
 
"No estimula a los chicos a ser pragmáticos", declaró Ho Han-chu, profesor de políticas públicas de la Universidad Nacional de Taipei.
 
El profesor de la clase abarrotada de Liao, Tommy Wang, sin embargo, dice que los exámenes son necesarios para inculcar disciplina.
 
"Si no hay exámenes, no van a estudiar", sostuvo.
 
El objetivo de Liao era sacar un puntaje lo suficientemente alto como para ser admitida en una escuela muy prestigiosa. A comienzos de agosto, no obstante, se enteró de que no había logrado el puntaje necesario porque no respondió bien varias preguntas en chino clásico y que deberá contentarse con asistir a otra escuela buena, pero no tan prestigiosa.
 
"Me siento muy mal", dijo. "Todos me decían que era tan buena estudiante y que ser admitida en la otra escuela sería fácil para mí. Ahora que no lo conseguí, no me animo a dar la cara".

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