Máximo Pacheco: "Si no abordamos esto de frente y con la verdad, nos vamos a seguir tropezando"
Desde su experiencia como histórico nexo entre el mundo empresarial y el oficialismo, el ministro de Energía aborda la relación entre dinero y política. Afirma que la manera de superar la crisis es transparentar todo y, respecto de la precampaña de Michelle Bachelet, asegura que "lo que va a aparecer cada día más claro es que esto no tiene que ver con la Presidenta de la República".
"Eso es un mito urbano", asegura el ministro de Energía, Máximo Pacheco, cuando se le pregunta si ha desempeñado el rol de recaudador en las campañas presidenciales, primero de la Concertación y hoy de la Nueva Mayoría. Pacheco sonríe y reconoce que ha realizado donaciones personales y que su expertise en el área de la política y el mundo empresarial ha estado destinada a generar lazos de confianza y despejar recelos mutuos.
La Presidenta hizo un cambio radical en su gabinete, pasó el discurso del 21 de mayo, pero los esfuerzos para retomar la agenda del gobierno siguen siendo en vano. ¿Qué le parece que el tema del financiamiento a la política se haya instalado con tanta fuerza y que tenga al gobierno enfrentando una crisis de esta envergadura?
Este no es un tema sólo de Chile, es una preocupación universal, y el tema es cómo convive el mundo de la política con el de las empresas y del dinero. Las sociedades son cada día más informadas, de más acceso a educación. Cada día es más claro el interés de las personas por saber de qué forma se hace política pública. Cómo garantizar que el país tenga un diseño de políticas públicas que permita protegerse de los intereses corporativos o los intereses de cada sector. A mí me importa este tema, porque creo que al final denota que estamos entrando en un estado superior de nuestra democracia. Hay una palabra que no existe en español, que es el accountability: cómo rendimos cuenta como autoridades de nuestras decisiones. Eso pasa a ser un tema muy central de la política. Y esa rendición de cuentas nos obliga a resolver bien el tema de cómo se financia la política.
Usted dijo hace un tiempo que el mejor antídoto para enfrentar esta crisis era la verdad. ¿No cree que el hecho de que este tema siga siendo una traba en la agenda del gobierno demuestra que todavía falta que aflore toda esa verdad?
Estoy convencido de que tenemos que abordar este tema de frente, de cara al país y con la verdad, porque si no, nos vamos a seguir tropezando en este camino. Tengo la sensación de que aquí lo que importa es que esa verdad se vaya conociendo. Y no es tan fácil hacerlo, porque no es una verdad de Estado. No es que alguien tenga toda esa información en su mano y abra un archivo o un clóset y toda esta información salga a la luz. Esto está disperso, en manos de muchas instituciones, personas, en tiempos distintos. Me doy cuenta de que hay una preocupación por este goteo permanente, pero ¡pucha que es difícil imaginar que exista una unidad central que tenga toda la información! Lo que más se acerca a eso es la justicia. Como ese trabajo toma tiempo hay un problema intertemporal, que nos hace daño, porque tenemos un ambiente de desconfianza, de mucha pregunta y donde las respuestas no están todas.
Hay algo que le toca a la justicia, pero también hay un rol que debe asumir la clase política. Algunos han planteado la necesidad de hacer un reconocimiento sobre estas prácticas ¿Usted es de los que creen que falta un pronunciamiento?
Es importante darle un poco de perspectiva histórica a este tema. Este tema en Chile se manejaba de una manera reservada. Aquí se ha hablado de que hay gente que andaba con el maletín y platas que eran de origen muy poco conocido y que financiaban la política. Hasta que como país nos dimos cuenta de que ese sistema estaba agotado y hubo un esfuerzo muy persistente de la Concertación por poner este tema en la discusión de la agenda pública. Y aquí se hizo un esfuerzo por decir: "Entremos al financiamiento de la política a través de mecanismos conocidos y que sea el Estado quien asuma una parte de responsabilidad de esto y que, además, diseñemos políticas públicas que le den a este tema más transparencia". Por razones ideológicas y porque cuesta hacer estos cambios, llegamos tarde a hacerlo. Se hizo algo importante a partir de la crisis del MOP-Gate, pero ese esfuerzo había que continuarlo, perfeccionándolo, y lo seguimos retrasando. Y esto nos ha costado caro. Cuando uno recorre el mundo -y me ha tocado en el último tiempo: estuve en Berlín, Nueva York y México-, uno ve cómo cada día la gente empieza a preguntar qué pasa en Chile, por qué tanto ruido con situaciones que acá no parecían existir. Eso es algo que está comprometiendo nuestra historia y prestigio como un país donde había control de la corrupción, había buenos niveles de transparencia y estábamos haciendo bien esta tarea, que en el resto del mundo cuesta tanto. Noticias como ésta no han sido buenas noticias para el país en términos de su imagen.
Esto también le ha tocado desde el punto de vista familiar, porque sus dos yernos son dueños de Ventus Consulting y han sido cuestionadas sus asesorías a SQM. ¿Cómo lo ha visto desde el punto de vista más íntimo?
Como esta no es una entrevista del corazón, es una entrevista política, voy a decir que no es un misterio que la situación como familia es difícil y mi tarea primera como padre es tratar de apoyar a mi familia en un momento difícil como este.
Usted es reconocido por su vinculación con el mundo empresarial y por los puentes que ha establecido entre ese sector y la política. ¿Cómo le parece que está hoy esa relación y qué se puede esperar a partir de estos episodios?
Es obvio que por mi formación, por mi historia familiar y profesional, soy una persona que tengo una experiencia y vengo del mundo empresarial privado. Estudié Economía, vino el Golpe de Estado…, con mi padre presidente de la Comisión de Derechos Humanos y yo militando en el Mapu no iba a encontrar un trabajo como economista en el Estado, ni en la Corfo, ni en el Banco Central...
Se vio obligado a privatizarse...
Sí, eso fue así. Después del Golpe entré a trabajar al mundo privado y he hecho mi trayectoria en el campo empresarial. Cuarenta años de trayectoria empresarial me han generado una experiencia y un conocimiento del mundo empresarial que considero siempre fue una contribución valiosa para la Concertación. La Concertación tenía relaciones distantes, débiles y en muchos casos inexistentes con el mundo empresarial. Y tener a una persona que tenía experiencia empresarial fue siempre algo que se le asignó valor y para mí siempre fue interesante poder contribuir con mi experiencia a que se construyera o que se pudiese dar una mayor gobernabilidad a Chile cuando se restablece la democracia.
Esa relación distante de los empresarios con la izquierda ha cambiado, aunque ahora último ha pasado por etapas complejas...
Aquí hay dos cosas. En la época de la dictadura este país ha tenido una situación distinta a otros países. Si uno ve Estados Unidos, hay muchos empresarios demócratas y también republicanos. Si uno va a Europa, hay mucho empresario socialdemócrata y mucho empresario de partidos de centroderecha. Pero en Chile el mundo del empresariado era principalmente un mundo de derecha. Eso generaba una distancia, un cierto recelo, una desconfianza, que con el mundo de la Concertación poco a poco empezó a superarse. Porque los empresarios tenían que ir al Estado y el Estado era dirigido por personas de la Concertación, ahí se empezaron a crear relaciones. Hemos ido pasando por etapas, ha habido etapas de mejor relación y unas de más difícil relación. La etapa actual es una etapa que ha puesto a prueba esta relación por el carácter reformista del gobierno, ha habido acá una responsabilidad compartida de no haber enfrentado adecuadamente lo que eran estas reformas. Porque soy un convencido de que estas reformas son, en el mediano y largo plazo, muy buenas para Chile. Es muy difícil imaginar que el mundo empresarial no se interese porque a Chile le vaya bien, y creo que con estas reformas a Chile le va a ir mejor. Entonces, qué sucede con las reformas, por un lado, hay un ambiente empresarial que ve estas reformas con un profundo recelo, con desconfianza, propias de un cambio y con pensamientos de hasta dónde esto va a llegar. Y, por otro lado, hay una cierta miopía en esto, porque estas reformas le van a hacer muy bien a Chile.
¿A qué se refiere con que hay una miopía en el mundo empresarial?
A mí, en lo personal, me parece que en el caso de las reformas tenemos que reconocer que ha habido una cierta incapacidad del mundo empresarial por entender la importancia de las reformas y probablemente también por nuestro lado como gobierno, planificarlas y comunicarlas bien. Quiero hablar de una reforma, la energética. Cuando llegué a Chile en septiembre de 2013, me acuerdo que conversé con mis conocidos y colegas y todo el mundo me comentaba que el mayor problema que había en Chile para el mundo empresarial era el alto costo de la energía. Ese era como el tema para los empresarios. Ya habían asumido que iban a venir aumentos de los impuestos, que venían cambios en la educación, incluso conocimiento de que se iba a revisar la Constitución, e insistían en que el problema número uno era la energía. Llevamos 14 meses de gobierno, creo que es difícil encontrar un período en la historia de Chile donde se haya hecho más progreso en materia energética que en este gobierno. Tenemos una agenda de energía que ha sido bien recibida por distintos actores. Tenemos un impacto sobre los precios de energía que empieza ya a notarse, las licitaciones, hemos introducido modificaciones importantes para crear realmente en Chile un muy buen ambiente para invertir en el sector de energía.
Pero los empresarios siguen levantando la voz para protestar por los niveles de incertidumbre que significan algunas de las reformas…
Es que también en esto necesitamos devolverle a esta relación con el empresariado cierta moderación, cierto cuidado. Hay que recuperar una opinión más balanceada. Las reformas son muy importantes de hacer, el equipo de gobierno que la Presidenta ha elegido es un equipo sólido. A veces echo de menos que nuestra clase empresarial también se ponga a tono en esta discusión e internamente procese bien los cambios que están ocurriendo en la sociedad chilena.
¿Y cree que en eso el empresariado está al debe?
Sí, creo que se ha exagerado en la desconfianza y en una actitud de calificar que está todo mal. Soy una persona moderada, de diálogo, no me gustan las exageraciones.
Recordando esa relación fría y distante que tuvo la izquierda con los empresarios en otra época, ¿lo sorprende escuchar que se creaban sociedades para recibir aportes y financiar campañas vía boletas o simulando asesorías o es una práctica habitual y conocida?
Por completa sorpresa. He vivido los últimos 10 años fuera de Chile. Me fui del país el año 2003, viví seis años en Brasil y después cuatro años en Bruselas, en Europa. He vivido fuera desde que se instaló y se aprobó la legislación de financiamiento de la política que mencioné como post MOP-Gate. Prácticamente no viví en Chile, de manera que completamente...
¿De verdad que primera vez escucha de este tipo de prácticas? ¿Lo sorprenden?
Sí. Digamos que no he tenido ninguna forma de vincularme a cómo esto funcionaba en estos últimos 10 años por estar fuera del país.
Para buscar financiamiento para la actividad política, la Nueva Mayoría y la ex Concertación recurrían a las personas con más redes en el mundo empresarial. Se ha dicho que usted pudo haber contribuido por lo menos a tender algún tipo de puente...
Yo estoy de lo más tranquilo aquí dando esta entrevista (ríe). Lo que pasa es que aquí hay mucho mito. Este mito urbano, de que soy como el puente, se construye a partir de una cierta realidad que es que soy una persona que tengo esta trayectoria, este pasado político y empresarial, y esa es mi experiencia. Pero es un mito urbano que se exagera y se alimenta un poco más de lo necesario por las fantasías propias de los mitos urbanos.
Pero por esa experiencia, más de alguna vez algún dirigente político le tiene que haber pedido alguna ayuda, monetaria o para conseguir al menos una reunión...
Nunca..., nunca. Primero, los dirigentes políticos que me han pedido plata a mí, se las he dado y se las he dado vía Servel. Segundo, a mí me parece que todo lo otro, digamos, es un poquito mitología, porque ¿qué es lo real? Lo real es que cuando asume o cuando era candidato Ricardo Lagos Escobar e iba a ser el próximo presidente de Chile, sería el primer socialista después de Allende, lo que generaba mucho temor en un sector mayoritario de los empresarios. Y lo real es que Ricardo Lagos, que es un hombre que tiene un tremendo talento y olfato político, sabía que era muy importante tener una buena comunicación con el mundo empresarial, de manera de no construir fantasmas. Fui un activísimo apoyo del Presidente Lagos en campaña y después, durante los primeros tres años de su gobierno, contribuí para ayudar a derribar esos mitos y esas desconfianzas y construir una mejor comunicación.
¿Y en eso le tocó ayudar a generar algún puente para conseguir una recaudación?
No, porque la verdad es que nunca eso fue un tema de mi responsabilidad. Y lo digo así, porque soy una de las personas que creen que las campañas necesitan financiamiento y requieren un tesorero, y un administrador, y una persona que tome esa responsabilidad. Lo mío no era la recaudación y nunca fue eso.
¿Y en esta campaña le tocó participar de reuniones con empresarios, no sólo por el tema de financiamiento, sino para tender algún tipo de puente?
No, porque llegué a Chile en septiembre de 2013. La campaña estaba ya en su etapa casi final, y era una campaña que no tenía mucho elemento de sorpresa...
Pero en esa época, en septiembre de 2013, le habrá tocado participar de algún encuentro entre la candidata, Peñailillo y empresarios…
Me acuerdo de haber ido alguna vez a algún cóctel en Bellavista, que fue una comida, que incluso hubo un remate, y yo rematé un cuadro. Cosas como esas, pero eran todas actividades públicas y muy pocas, además.
Entonces usted desmiente que haya sido recaudador en esa campaña..., como, ya se sabe, lo fue Jorge Rosenblut...
Absolutamente...
¿Qué le parece la situación que, a partir de todo esto, hoy vive una persona con quien a usted le tocó trabajar codo a codo, como el ex ministro Peñailillo?
Yo no trabajé tan codo a codo con el ministro Peñailillo. El era el ministro del Interior, yo soy ministro sectorial. Quiero decirle que tuve muy pocas reuniones con el ministro Peñailillo por temas de mi sector. Fuera de eso, sólo lo veía en reuniones de gabinete, en reuniones más colectivas. Soy muy ubicado del rol que tengo como ministro sectorial al interior del gabinete...
Pero él era el jefe en el gabinete...
No, mi jefe es la Presidenta, que ejerce su jefatura de una manera que admiro. Primero, porque ella tiene un gran interés por los temas de energía y, segundo, porque con la Presidenta tengo una relación muy fluida, de muy buena comunicación y ella es una líder accesible. Cada vez que llamo a la Presidenta, se toma muy poco tiempo en que me devuelve la llamada, y cada vez que he tenido necesidad de reunirme con ella para hablar de algún asunto, lo he podido hacer con enormes facilidades. Me siento muy cómodo y, además, es la primera vez que tengo una jefa mujer, fuera de mi casa.
Dada la relación que usted describe con la Presidenta, ¿no le preocupa que el avance de esta investigación termine poniendo en entredicho lo que fue su elección por el financiamiento de la campaña?
Creo que no. Aquí lo que va a aparecer cada día más claro es que esto no tiene que ver con la Presidenta de la República.
¿Que ella no estaba al tanto?
El gobierno lo ha dicho con todas sus letras. Ella no ha apoyado ninguna forma de recaudación para su campaña. Ella no forma parte de esta discusión, en mi opinión. Y qué bueno que sea así, porque creo que nosotros también tenemos la obligación como país, como clase dirigente, de defender la institución presidencial, de fortalecerla. No le hace bien a Chile que sigamos intentando enlodar o comprometer a la Presidenta de la República, porque no es sólo la persona, es también, y de manera principal, la institución presidencial.
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