PSU y desafíos para el sistema educacional

Para reducir la distancia entre colegios particulares y subvencionados, se necesitan políticas mucho más sofisticadas que las propuestas "refundacionales".




Ayer fueron dados a conocer los resultados de las más de 260 mil personas que rindieron la Prueba de Selección Universitaria (PSU). En términos generales, los resultados no presentaron mayores variaciones respecto a años anteriores; por ejemplo, en la marcada ventaja de los colegios privados sobre los subvencionados y de éstos sobre los establecimientos municipales, lo que replica el rendimiento de los distintos tipos de colegios en otras mediciones y, en parte, reflejan las características socioeconómicas de sus estudiantes. Sin embargo, no debe soslayarse que dentro de cada dependencia existen experiencias educativas enriquecedoras y, por lo tanto, la política educativa debe ir en favor de potenciar esos casos de éxito más que tratar a todos los establecimientos por igual o mediante caprichosos distingos, como si persiguen o no fines de lucro.

Las diferencias de rendimiento son significativas. Por ejemplo, en el caso de la prueba de matemáticas los alumnos de establecimientos privados, en promedio, responden correctamente el doble de preguntas que sus compañeros del sector municipal. Ello hace que los primeros estén en el 15% de mayor rendimiento del país, mientras que los segundos ni siquiera se ubican entre el 50% más destacado. Algo similar -aunque menos pronunciado- se da en el resto de las pruebas. Ello no significa que el tipo de establecimiento determine las posibilidades que tienen los alumnos, pero es decidor que en el sector privado, que solo educa a siete de cada cien estudiantes, concentre tres cuartas partes de los puntajes nacionales y cope la lista de los 100 colegios con mejores resultados en el test.

Entre las pocas excepciones a dicha regla, se encuentran dos colegios particulares subvencionados y cuatro municipales. Entre estos últimos están establecimientos emblemáticos como el Instituto Nacional -que además acaparó al 10% de todos los puntajes nacionales-, o el Liceo Augusto D'Halmar de Ñuñoa, que se ubica en el octavo lugar a nivel nacional. Por otro lado, asoman los liceos Bicentenario, cuyos establecimientos de Puente Alto y Temuco, pese a su corta historia, han demostrado ser capaces de lograr resultados y entregar mejores oportunidades a sus alumnos.

El desafío del próximo gobierno será cómo lograr que más establecimientos que reciben subvención del Estado sean capaces de lograr resultados como el de los establecimientos mencionados. Probablemente ello requiera de políticas más sofisticadas a las que planteó la actual administración. En ese sentido, concentrarse en disminuir la burocracia en los establecimientos, incrementar la inversión -sobre todo en educación secundaria, donde Chile presenta una significativa brecha con los países desarrollados- y afianzar la instalación del sistema de aseguramiento de la calidad de la educación tendría un impacto importante en los aprendizajes pero que, para quienes no trabajan diariamente en el ámbito escolar, aparecen menos vistosos y "refundacionales". Asimismo, una cuidadosa implementación de la nueva carrera docente y la institucionalidad de la educación pública deben ser aspectos prioritarios para evitar perjudicar a dicho sector.

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