Una copa con sabor dulce

El balance organizativo del torneo terminó con saldo positivo, principalmente por el promedio de público y los nuevos estadios.




La clave era traer la Copa América a Chile en 2015. El viernes 23 de marzo de 2012, cuando el presidente de la ANFP, Sergio Jadue, consiguió el acuerdo con su par de Brasil para intercambiar el orden de la organización del torneo, se empezó a gestar el logro más importante en la historia del fútbol chileno. Y claro, esa era la única forma de que esta generación jugara en casa por el trofeo continental que nunca había ganado la Roja en más de 100 de años de vida.

Luego del sí, vino el trabajo del Comité Organizador Local. El objetivo número uno era generar interés en el público para que no sólo los partidos de la selección nacional se jugaran a estadio lleno y no con los claros que se apreciaban en ediciones pasadas.

La meta se cumplió en todas las sedes, con excepción de Antofagasta, donde el promedio de asistencia llegó a un 34,3 por ciento del total de la capacidad del estadio Calvo y Bascuñán. Eso sí, los dos encuentros que se disputaron en este recinto fueron de los menos atractivos: Uruguay-Jamaica y Paraguay-Jamaica.

En el otro extremo, Concepción, que se unió al torneo a partir de los cuartos de final, se convirtió en la ciudad que tuvo mejor recepción de público en relación a la capacidad de su estadio y el números de personas que llegaron al nuevo Ester Roa Rebolledo (98,3%). De hecho, el partido por el tercer lugar, entre Perú y Paraguay se jugó a estadio lleno.

Clave en los buenos resultados de la Copa fue el aporte del estado, que se encargó de modernizar o, derechamente, reconstruir ocho de los nueve estadios que se utilizaron en la cita criolla. "Estamos contentos por lo que ha sido una excelente organización, desde el punto de vista de la calidad de los estadios, de las canchas, de la acogida de las delegaciones que han venido a presenciar este espectáculo deportivo", reconoció el viernes el vocero de La Moneda, Marcelo Díaz.

Lo cierto es que la imagen de estadios modernos, con iluminación de primer nivel y con instalaciones modernas para la prensa acreditada (más de 4 mil profesionales) le dio un color exitoso al campeonato. De hecho, se montaron espacios para los medios de comunicación sólo para el certamen, lo que solventado por el COL y por las respectivas municipalidades. En ese sentido, curiosamente, el estadio Nacional fue el recinto que menos cambios tuvo, por la condición de monumento histórico.

Eso sí, también hubo críticas, como las del entrenador de Uruguay, Washington Tabárez, quien reclamó porque no se le permitió adelantar un día su traslado desde Antofagasta a La Serena. "Reconozco que en muchas cosas estamos muy atrás de Europa en organización", dijo el técnico. Desde la Comité Organizador explican que los movimientos de todas las delegaciones fueron coordinados con meses de anticipación y que, cualquier alteración, se salía de presupuesto y debía correr por cuenta de la misma selección afectada.

Un detalle, en todo caso, dentro un trabajo que terminó con nota positiva. Y con el mayor premio de todos, pues la Copa por la que tanto se peleó, terminó en la vitrina del fútbol chileno.

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