Utilidad de un ministerio de ciencias




Señor director:

Una de las principales razones invocadas para crear el ministerio de ciencia y tecnología es vincular de manera cada vez más estrecha el quehacer científico-tecnológico e innovativo con las preocupaciones de la sociedad. Sin embargo, el proyecto que hoy se discute no incorpora dos piezas claves de este proceso: las instituciones de educación superior, desde su rol de encargadas de la formación de recursos humanos -y responsables del 40% del gasto en investigación y desarrollo (I+D) en Chile- y, el último eslabón de la cadena: la transferencia.

Bien señaló la Presidenta al presentar el proyecto, que somos el primer país de América Latina en producción científica per cápita, pese a tener una población pequeña, y el cuarto en producción científica dentro de la región. Al mismo tiempo, nos encontramos entre los 30 países con mayor número de citas por artículo (1996-2015) a nivel mundial, ubicándonos en los primeros lugares de nuestro continente. Estos logros hablan muy bien de nuestro ecosistema científico, más si consideramos que desde 2009 el porcentaje del PIB invertido en ciencia y tecnología no ha variado, y es solo 0,37%.

Nadie duda de la importancia de una nueva institucionalidad, pero la cadena de valor que se inicia en la generación de conocimiento y termina en su aplicación o transferencia, queda con este proyecto dividida en ministerios separados. No se incluyen como actores relevantes a las universidades, las sociedades científicas ni a organizaciones sociales de ninguna especie; tampoco a gremios empresariales y centros tecnológicos del Estado. Por el contrario, el diálogo es con individuos, no representantes.

Si bien este proyecto de ley es un aporte, poco dice sobre política científica. Más bien intenta dar una orgánica que básicamente reordena lo existente.

Juan Manuel Zolezzi

Rector

Universidad de Santiago

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