El caso Mobike y las habilidades colaborativas ciudadanas
Esta columna fue escrita junto a Juan Barrientos, SmartCityLab UdeSantiago.
El sistema de bicicletas compartidas llamada Mobike ha iniciado sus servicios en nuestro país no exento de polémicas. Mobike es una primera plataforma de uso compartido de bicicletas sin áreas designadas de estacionamiento ni pagos en efectivo que permite resolver el problema de las conexiones de corta distancia en la ciudad. Las bicicletas en este sistema tienen un diseño patentado con un sistema de cierre inteligente y se conectan con la aplicación del teléfono móvil para brindar mayor accesibilidad y comodidad. Esta alternativa al transporte en cortas distancias viene a ser una opción que descontamina, descongestiona y propende a una vida más saludable.
Pero a poco tiempo de instalada la plataforma, los medios de comunicación han dejado al descubierto el mal uso de las bicicletas. Es así como la opinión pública ha sido testigo de personas que han lanzado las bicicletas al río Mapocho, otras se las han llevado a sus casas o las han estacionado en sus respectivos balcanos. Todos estos ejemplos nos indican que en ciertos casos este servicio no ha logrado ser utilizado para el propósito con el que fue concebido originalmente.
La bicicleta como medio de transporte urbano es un elemento importante para aquellas ciudades inteligentes que buscan el uso de energías renovables sin emisiones contaminantes. En capitales como Santiago de Chile, con indicadores de contaminación ambiental alarmantes, el poder apuntar a transportes como la bicicleta es fundamental en la medida que este medio sea seguro y accesible. Europa es el continente que lleva la delantera en su uso actualmente. En Suiza, Alemania, Países Bajos y Bélgica es el medio de transporte más utilizado.
Entonces queda preguntarnos: ¿qué nos falta como ciudad para ubicar este medio de transporte como prioritario en cuanto a la usabilidad? Sin duda, la respuesta primordial está relacionada con la generación de infraestructura de calidad, tal como las ciclovías, las bicicletas compartidas, los estacionamientos, entre otros. Pero existe una carencia, que como demuestra el caso Mobike, apunta a las habilidades colaborativas que debemos tener como habitantes de una ciudad inteligente. Debemos pensar, investigar y fomentar las habilidades o competencias que se requieren para la implementación de una ciudad que esté diseñada para mejorar la calidad de vida, para cuidar el medio ambiente, y usar la tecnología en nuestro beneficio. Un aspecto importante a considerar tiene que ver con nuestra capacidad de entender que no tiene sentido el uso exclusivamente individual de los bienes, cuando estos pueden ser compartidos. Si deseamos que la ciudad funcione debemos también tener una conciencia del bien común, de la colaboración y de que habitamos un espacio público que nos pertenece a todos.
Las habilidades o competencias del ciudadano de una ciudad inteligente es un aspecto necesario de considerar, pues tal como es posible ver con este ejemplo de las bicicletas, pero también con la evasión en el Metro y el Transantiago o el rayado de trenes, es que muchas veces no importa la tecnología disponible, la infraestructura generada o la inversión financiera con la que dispone una urbe, siempre deben estos factores ir acompañados de una formación de la cultura ciudadana que apunte tanto a la colaboración como al bien común.
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