Columna de Gonzalo Valdés: No despreciarás

FIRMA ACUERDO


La Convención Constitucional fracasó el 4 de septiembre por varias razones, pero la que más evidencia la falta de estrategia fue el desprecio al Senado y la Cámara de Diputados. Pensando que el Congreso en conjunto tiene bajísimo apoyo propusieron cambiar radicalmente todas las reglas electorales, y chocaron con la realidad: la suma del respaldo individual que reciben Senadores y Diputados es enorme. Ahora que inicia un nuevo proceso constituyente se observa una ola de propuestas que caen en el mismo error de la Convención.

Quizás el trabajo menos atractivo para los llamados expertos sea entender las cosas que no se pueden hacer. Al diseñar el Transantiago no se tomó en cuenta que los buses oruga requerían grandes espacios para girar y tenían una altura que no permitía cruzar los pasos bajo nivel. Al escribir el Ladrillo, los Chicago Boys no pensaron que liberalizar completamente el sistema bancario llevaría a que sus dueños usaran los ahorros de las personas para hacer negocios tan riesgosos que harían colapsar la economía nacional. El mundo de las ideas repele los detalles e impedimentos, y la realidad está llena de ellos.

Algunas restricciones relevantes son: (a) los chilenos prefieren votar por personas en vez de partidos, y si se intenta terminar o suavizar el presidencialismo u obligar a la ciudadanía a votar por partidos en vez de representante, ganará nuevamente el rechazo; (b) los políticos son en esencia multipartidistas y apoyarán todo lo que les dé mayor autonomía y lucharán contra todo lo que los obligue a organizarse; y (c) un sistema presidencial requiere grandes coaliciones para funcionar bien. Como es de notar, estas tres restricciones rayan en la contradicción.

El binominal resolvía en parte este acertijo, aunque generando problemas. El binominal obligaba a generar dos grandes coaliciones, y la introducción del sistema de pactos y subpactos permitía la coordinación y existencia de partidos políticos diversos en su interior. Los problemas que generó fueron resultados incomprensibles -en 2013 Marisela Santibáñez fue candidata a diputada y logró la primera mayoría, pero no logró un escaño- y un ensimismamiento de los partidos en vez de salir a buscar liderazgos -el binominal incentivaba una gestión cupular de los partidos, en que los príncipes de derecha e izquierda eran nominados a candidato en vez de liderazgos nacientes-.

El sistema proporcional intentó solucionar los problemas del binominal, pero mantuvo las reglas de pactos y subpactos. Ésta hace -vale la pena repetir- que dentro de una misma coalición puedan coexistir partidos diversos. En definitiva, logró que en vez de 5 partidos en 2 coaliciones (10 partidos obligados a generar coaliciones estables), tuviéramos 5 partidos en 5 coaliciones (25 partidos sin obligación a negociar).

En el sistema binominal, el sistema de pactos permitía la diversidad y el sistema electoral obligaba a generar coaliciones. En el sistema proporcional, el sistema de pactos permite la diversidad y el sistema electoral también. Un caos.

Para evitar que el Congreso bloquee el nuevo sistema hay que mantener todo lo posible del actual; que ningún diputado y senador se sienta obligado a actuar como kamikaze. La solución es aburrida pero natural: mantener el sistema proporcional actual para asegurar diversidad y agregar incentivos positivos para crear coaliciones (en vez de negativos, como los del binominal, que arriesgan que los congresistas se levanten en pie de guerra).

Algunos incentivos positivos para formar coaliciones existentes en otros países son: modificar el timing de elecciones para que la elección de parlamentarios coincida con la segunda vuelta presidencial (Francia), simplificar la oferta política agregando un último debate presidencial de primera vuelta sólo entre candidatos con más de 20% de apoyo (Estados Unidos), generar economías de escala al entregar fondos a partidos (Alemania), y crear un gabinete de oposición con presupuesto y sede propia para que el gobierno tenga una contraparte (Reino Unido). Otros tantos podrían sumarse.

En resumen, la Comisión Experta debiera generar una propuesta de sistema político que genere incentivos a crear coaliciones sin despreciar a los políticos. No es tarea fácil; requiere humildad en un órgano que por definición tiende a la soberbia.

Gonzalo Valdés, subdirector Instituto UNAB de Políticas Públicas