El lucro

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Hace algunos días el tribunal competente declaró inconstitucional el artículo 63 del proyecto de ley sobre reforma a la educación superior, que prohíbe que personas jurídicas de derecho privado con fines de lucro puedan ser controladores de instituciones de educación superior. Días antes un nuevo protocolo del Ministerio de Salud regulaba la objeción institucional de conciencia en el caso de los abortos, permitiendo que ejerzan esa facultad todos los recintos privados de salud, incluyendo aquellos con fines de lucro, tengan o no convenios con el Estado.

En el caso de la educación, el tema del lucro en las universidades -prohibido- quedó por ahora absolutamente zanjado con la aprobación de la ley de educación superior. Es más, las autoridades del actual gobierno han declarado en reiteradas ocasiones que harán respetar tal disposición. En la cuestión de la objeción institucional de conciencia, representantes sindicales han sugerido que uno de los objetivos de la modificación del protocolo habría sido eliminar el costo que les significaba a los establecimientos de salud con fines de lucro, el optar por la objeción.

La reacción pública, muy airada, a los dos asuntos citados anteriormente reconfirma que algunos sectores de opinión objetan seriamente la existencia del lucro en la provisión de los servicios sociales. Para unos pocos es un asunto exclusivamente ideológico, dado que prefieren una sociedad totalitaria centralmente planificada. No obstante, la gran mayoría de los chilenos privilegia una sociedad libre, pero ha sido convencida por un movimiento social muy convincente de que la reinversión de excedentes (la no distribución de dividendos) es clave para la expansión y el mejoramiento de la calidad de la oferta de servicios sociales.

Curiosamente esa misma gran mayoría de facto aprueba la existencia de organizaciones (empresas) con fines de lucro en la provisión competitiva de bienes tanto o más esenciales que la educación, como lo son los alimentos. Los dueños de estas organizaciones retiran dividendos, pero si es rentable reinvierten incluso más que las utilidades retiradas. De hecho, rara vez faltan recursos para proyectos rentables de empresas con fines de lucro, lo que no sucede habitualmente en el caso de organizaciones estatales y de otras sin fines de lucro. Es decir y como norma, la mayor disponibilidad de recursos de las organizaciones sin fines de lucro es una pura falacia.

Casi 250 años atrás Adam Smith ya nos demostró que, en una economía de mercado, no es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses (lucro). Sin duda podemos agregar a la lista de productores de Smith la de los proveedores de servicios sociales, financiados o no con recursos estatales, dado que los incentivos y principios en juego son exactamente los mismos.

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