La herencia que dejó Chávez

FIDEEEL


Rodeado de funcionarios con camisas rojas, Nicolás Maduro se inscribió este martes como candidato para la farsa electoral del 22 de abril. Se trata de un personaje de tercera categoría, ridículo, zafio, que imita el tono mesiánico de Chávez, y al que, en algún momento, le dijeron que era forzudo. Es el representante de una camarilla inescrupulosa que demolió las instituciones democráticas y ha conducido a la ruina a un país que fue próspero. La pobreza llega al 81,3% y tres millones de venezolanos han optado por el éxodo, o sea el 10% de la población.

Lo que ha hecho crisis en Venezuela es una concepción autoritaria de la sociedad, la economía y las instituciones. Es la bancarrota de un modelo de concentración del poder en manos de una minoría audaz que, con el pretexto ideológico de buscar la igualdad, capturó el Estado y construyó un sistema de dominación que ya no oculta su naturaleza tiránica.

El mayor responsable de lo ocurrido es Chávez. Ebrio de espíritu redentorista, se propuso someter a Venezuela a sus rudimentarios esquemas de ingeniería social. Gracias a los millonarios ingresos del petróleo, compró la adhesión de los oficiales de las fuerzas armadas y la policía, sometió a los jueces, creó un sistema de clientelismo estructural, repartió prebendas y militarizó el Estado. Fue Chávez quien expropió cientos de empresas que finalmente fueron a la quiebra. Fue él quien repartió dólares a manos llenas a los gobernantes y grupos políticos afines de América Latina.

Antes de llegar al poder, Chávez formaba parte de una logia militar que rendía culto a Bolívar. Estuvo a la cabeza de un intento de golpe de Estado en 1992, pero no había señales de que fuera comunista. Fue Fidel Castro quien, a partir de 1996, le indicó "el sentido de la historia", representado naturalmente por el régimen castrista. Miles de asesores cubanos llegaron a Venezuela y contribuyeron a provocar el desastre actual. Si cae Maduro, el panorama se volverá muy oscuro para la dictadura cubana.

Chávez proclamó que su objetivo era construir "el socialismo del siglo XXI". Ahora sabemos en qué consistía eso. No solo terminó de desprestigiar la idea socialista, sino que hizo surgir un régimen inmensamente corrupto y represivo. Con razón, algunos opositores hablan de la existencia de un "Estado forajido".

Ante todo esto, los amigos chilenos de Maduro levantan la bandera de la "no intervención". No les preocupa la independencia de ese país, sino el posible derrumbe de un régimen con el cual simpatizan (y del que algunos están muy agradecidos). Dado que defienden a ese régimen, se puede deducir que estarían dispuestos a respaldar uno parecido en Chile. Cuando se avalan los métodos dictatoriales en otro país, hay motivos para pensar que se pueden llegar a validar en el propio.

En enero de 1958, un movimiento cívico-militar puso fin a otra dictadura en Venezuela, la de Marcos Pérez Jiménez. A la actual también le llegará su hora.

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