Tiempo de marchas
El flamante ministro de Educación, Gerardo Varela, ha declarado provocadoramente que éste "no es tiempo de marchas". Y a pesar de que la ola de reproches, insultos y amenazas no se hizo esperar, Varela tiene un punto que conviene señalar. La pregunta que hay que hacerse, no es si acaso habrá o no habrá marchas (de seguro las habrá), sino los efectos que éstas tendrán en este ciclo político: su capacidad de promover las causas que se manifiesten, de afectar la credibilidad del gobierno, pero muy decididamente, su efecto sobre la misma oposición que, naturalmente, aspira volver a gobernar
Manifestaciones, marchas, protestas han existido siempre. Pero, a partir del 2011, se produjo en forma simultánea una verdadera explosión de ellas; fue la "primavera árabe", los indignados de España y otros, incluyendo nuestros jóvenes indignados que marcharon masivamente contra el lucro en el primer gobierno del Presidente Piñera. En solo un día, 15 octubre 2011, se generaron cientos de manifestaciones similares en todos los continentes. Tal clima, si bien se prolongó unos años, hoy ha disminuido significativamente y desde luego no se divisan ni remotamente tales niveles de coordinación planetaria.
A pesar de lo anterior, y para desazón del ministro Varela, hay que advertirle que sí habrá marchas, probablemente muchas. Las manifestaciones sociales han sido objeto de extensa investigación social. La evidencia muestra que cuando la izquierda está fuera del poder, tiende a apoyar e incentivar las manifestaciones sociales masivas. Pero cuando la misma izquierda ejerce el poder, ocurre justamente lo contrario pues debe ocuparse de aspectos tan prácticos como las restricciones presupuestarias o el orden público. (Kriesi,1991). Es fácil saber qué ocurrirá en este próximo periodo. También es posible prever que los movimientos sociales tendrán enormes problemas para lograr el nivel de adhesión de hace algunos años. Para movilizar la opinión pública (más allá de los que marchan), no es suficiente convocar. Se requieren causas compartidas, que apelen sentimientos y necesidades de muchos. Tales causas, hoy no se divisan. Más aún, la población parece atravesar un momento de expectativas positivas respecto al nuevo gobierno y parece dispuesta a darle una oportunidad. Una efervescencia social inmediata, sin causa compartida, probablemente se lea como un burdo boicot al proyecto recién elegido.
La izquierda chilena, quizás del mundo, enfrenta una disyuntiva: esforzarse por crear una alternativa creíble capaz de cautivar a los ciudadanos y retornar al poder, o salir a apoyar cuanta marcha y movimiento social aparezca en el horizonte. Me recuerda la frase de un abatido español, votante de izquierda, que deprimido cavilaba: "La izquierda está siendo capaz de movilizar multitudes y llenar las calles, pero a la hora de la verdad pierde en las urnas". Quizás tenga razón Varela; efectivamente, para muchos, éste no sea tiempo para marchas.
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