La semana pasada, un equipo interdisciplinario del Crowther Lab presentó un novedoso estudio que captó la atención de medios internacionales. Compararon las predicciones climáticas en 2050 con actuales escenarios, lo que llevó a simulaciones como que Londres tendrá el clima de Barcelona y Madrid el de Marrakesh.

Chile también fue parte del estudio: el cálculo dice que Santiago tendría un aumento de 2,7°C promedio en su mes más cálido y que tendrá condiciones similares a las que hoy tiene Nicosia, la capital de Chipre, ciudad con veranos muy calientes y áridos e inviernos fríos con poca lluvia. Los últimos años la temperatura en verano en esta ciudad ha alcanzado máximos de 38 grados.

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Nicosia, ciudad con veranos muy calientes y áridos e inviernos fríos con poca lluvia, clima que podría caracterizar a Santiago en 2050.[/caption]

Valparaíso, en tanto, aumentaría en 1,4°C promedio su mes más caluroso, pareciéndose a las condiciones de Rabat, la capital de Marruecos, que tiene un clima templado mediterráneo: fresco y lluvioso en invierno y cálido en verano.

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La ciudad de Rabat.[/caption]

Más allá de las comparaciones, el mensaje de los investigadores fue alarmante. El estudio parte de una premisa metodológica clave para entenderlo: el cálculo se realizó sobre la base de que las emisiones de gases de efecto invernadero se estabilizarán en las próximas décadas y que la temperatura global alcanzará un máximo de 1,4°C sobre los niveles pre industriales, la meta fijada por los Acuerdos de París. Es decir, el mejor escenario posible.

Los investigadores lo hicieron así para mostrar el grado de cambio que enfrentará el planeta considerando medidas de mitigación exitosas. En esta estimación optimista, dicen, los países europeos vivirán alteraciones climáticas similares a moverse mil kilómetros hacia el sur.

El estudio también advierte que 22% de las 520 ciudades analizadas tendrán condiciones climáticas que hoy no existen en el planeta. "No estamos preparados para esto. La planificación para el cambio climático debió comenzar ayer. Cuanto antes comience, menor será el impacto ", dijo Tom Crowther, uno de los investigadores, a The Guardian.

Richard Betts, profesor de Impactos Climáticos en Exeter University, dijo que "es difícil saber si las personas podrán adaptarse y permanecer en estas ciudades, o si eventualmente buscarán moverse a otra parte".

La emergencia climática ya es una realidad hoy. Hace unos meses, el presidente de Indonesia Joko Widodo anunció su plan para relocalizar la capital del país. Jakarta, ciudad que hoy acoge a 10 millones de personas, se está hundiendo, y las estimaciones del Bandung Institute of Technology de Indonesia calculan que el 95% del territorio estará bajo agua en 2050.

Para ese mismo año, según el Institute for Environment and Human Security de Naciones Unidas, se proyecta que 1 billón de personas se vean obligadas a migrar de sus territorios por razones climáticas.

¿Y en Chile?

Las proyecciones de cómo afectará el cambio climático a Chile se resumen en una intensificación de los fenómenos que ya se conocen: escasez hídrica, olas de calor y cada vez menos -pero más intensas- precipitaciones. Para Anahí Urquiza, investigadora del Centro Clima y Resiliencia CR(2) de la Universidad de Chile, estas amenazas ya las conocemos "y sabemos que van a empeorar".

"En general en nuestro país la adaptación a nivel de ciudades es muy baja y eso tiene que ver con que muy tenemos pocas posibilidades de preocuparnos de problemas de largo plazo. La política pública es reactiva y para prepararse frente al cambio climático hay que hacer inversiones hoy día y fortalecer ciertas estructuras pensando en cómo serán las ciudades en 10, 20 años. Ahí nos falta muchísimo que avanzar", afirma.

Varias ciudades, dice Urquiza, han demostrado su fragilidad ante lluvias intensas –fenómeno que se volverá más fuerte y errático con el calentamiento global-  o ante los tornados de hace unas semanas en el sur. "Santiago está tan cubierto por hormigón que hay pocas posibilidad de filtración. Y la ciudad no está diseñada para esas intensidades. También está el tema de los aluviones, que afectan a las ciudades que están cerca de la cordillera y suceden porque sube isoterma, lo que genera que se derrita la nieve y el agua en la cordillera baje de manera más brusca, afectando asentamientos a pie de las quebradas y también, ya lo hemos visto, al agua potable y los sistemas sanitarios", dice la antropóloga y doctora en Medio Ambiente y Sociedad.

El cono sur latinoamericano sufrirá olas de calor distintas a las que se conocieron este año en Europa, donde se superaron los 45°C de temperatura. Acá, se proyectan meses constantes cerca de los 40°C, lo que puede generar efectos en la salud de las personas, sobretodo los adultos mayores.

"Este es un problema de desigualdad brutal", asegura la experta, porque los sectores más ricos de la población tienen hogares con mejor aislación térmica, más áreas verdes en sus comunas y el poder adquisitvo para comprar aires acondicionados. "La vegetación regula la temperatura, por lo que el verano en Renca no es lo mismo que el verano en Vitacura. Este será un problema de salud pública que no estamos enfrentando", agrega Urquiza.

La solución, advierte, no es sencilla, porque supone movilizar estructuras y recursos en todos los niveles: una mayor planificación territorial, más áreas verdes adecuadas al contexto de estrés hídrico y una mirada integral a largo plazo.

Hace unas semanas, la Red de Pobreza Energética, de la que Anahí Urquiza es coordinadora, lanzó un estudió que graficó la falta de acceso equitativo de los hogares chilenos a los servicios energéticos necesarios para cubrir sus necesidades básicas. La investigación muestra que, por ejemplo, el 66,2% de los hogares presentan problema de eficiencia energética en climatización de sus viviendas.

Esto está directamente relacionado con el cambio climático, explica Urquiza, ya que "la única forma de enfrentar el cambio climático es desde lo energético, tenemos que eliminar el carbón, entonces tenemos que enfrentar todos estos desafíos asumiendo la transición energética a renovables".

Como la aislación térmica en muchas ciudades –sobretodo del sur- es deficiente, el uso de leña afecta la contaminación atmosférica, lo que a su vez tiene efectos en la salud de la población. "Necesitamos construir ciudades resilientes, y para eso tenemos que pensar en el largo plazo, generar mejor diseño urbano, involucrar la participación de la ciudadanía y por supuesto, invertir más en la generación de diagnóstico profundo sobre las vulnerabilidades que tenemos", dice Urquiza.

Para el director nacional de Greenpeace, Matías Asún, el estudio de Crowther Lab es un llamado más a adoptar medidas más ambiciosas en la COP25: "Hay que olvidarse del clima tal como lo conocemos. Este nuevo informe confirma que las cosas serán muy distintas en el futuro. En este escenario es evidente que enfrentamos una emergencia climática de proporciones y que no queda más camino que ser ambiciosos y dar pasos claves y decisivos en la próxima COP25 que se realizará en Chile. Debemos actuar como si nuestra propia casa se estuviera quemando".