España contra el populismo




Mariano Rajoy, Presidente del gobierno español, ha salido fortalecido de la moción de censura –apenas la tercera desde la transición a la democracia— planteada por Podemos, la organización de izquierda radical que le disputa al PSOE, la más que centenaria agrupación socialista, el liderazgo de la oposición y por tanto el espacio del que saldrá, es de suponer, una futura administración.

España es una referencia para Europa: además de ser la cuarta economía de la zona del euro, fue uno de los epicentros de la debacle de la última década y, ahora, uno de los países que va mejorando más deprisa (el crecimiento del PIB que se espera este año roza el 3 por ciento y ya se nota, en el clima de consumo e inversión, un fermento que hacía tiempo no se veía). Pero también es una referencia porque el populismo, el virus de nuestro tiempo, ataca al cuerpo político español con fuerza. De cómo le hagan frente los españoles dependen muchas cosas para ese país y el resto de Europa. Uno de los focos de populismo es el nacionalismo independentista, hoy sobre todo en Cataluña, y el otro es la izquierda "indignada" que se convirtió en Podemos bajo el liderazgo de Pablo Iglesias.

Podemos planteó la moción de censura sabiendo que no tenía los votos para ganarla y hacer caer a Rajoy, paso previo a su eventual ascenso al poder, pero entendió que era la oportunidad, ante el traumático proceso interno que ha vivido el PSOE, de ocupar el espacio preferente de la oposición. Al final, Podemos sólo logró el apoyo de grupos radicales, sobre todo nacionalistas, mientras que los socialistas se abstuvieron y Ciudadanos, la joven organización de Albert Rivera, se enfrentó a Iglesias y respaldó al gobierno para dar estabilidad a una España que estuvo sin gobierno durante muchos meses hace relativamente poco.

La gran cuestión, ahora, es si el PSOE será capaz de desplazar a Podemos y marginarlo para devolver a la política española su centro de gravedad. Pedro Sánchez, el líder socialista que acaba de ganar las primarias de su partido, tiene una decisión trascendental que tomar: radicalizarse –como ha sido su tendencia— para competir en populismo semi revolucionario con Podemos, o presentar una alternativa socialdemócrata creíble que a su vez constituya un muro de contención para los populistas no sólo de Podemos sino de la base de su partido, que acaba de ungirlo líder.

El socialismo europeo –como el latinoamericano- ha tenido siempre una doble cara, la "ortoxoda"  y la "revisionista". En los orígenes de la socialdemocracia está el famoso enfrentamiento ideológico entre Bernstein, el revisionista que quería progresar dentro de la democracia y el capitalismo, y Liebknecht o Rosa Luxemburgo, los marxistas ortodoxos. Ese debate revive constantemente con otras caras y otros nombres. Hoy, el debate es entre los socialistas populistas y los otros. ¿Es Sánchez un heredero de Bernstein o de Liebknecht? ¿Es el anti-Pablo Iglesias o el sosias del actual líder de Podemos?

Si decide ser lo primero, le prestará un gran servicio a España y a su propio partido pero tendrá tal vez que pagar un precio en el corto plazo. Si decide ser lo segundo, probablemente sacrificará al largo plazo para cosechar frutos inmediatos…y hará enorme daño a la democracia española. Porque desconfiaban de él, los jerarcas históricos del PSOE, como Felipe González, trataron de cerrarle el paso, pero no lo lograron. Ojalá que tome conciencia de que nunca será más populista que Podemos y de que, en cambio, si el PSOE ocupa el espacio que le corresponde, Podemos nunca será gobierno.

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