La cumbre ¿del rock chileno?
Una cumbre del rock sin rock. Suena confuso, raro, vanguardista incluso, pero en el caso particular de Chile, también absolutamente ajustado a la realidad local. Apelando quizás con fines comerciales a esa idealizada ética de rebeldía y masividad ligada a los grandes festivales del género, La Cumbre del "Rock" Chileno anunció esta semana a los primeros nombres de su cuarta edición fijada para enero próximo y automáticamente se encendieron esas viejas alarmas para confirmar que uno de los motivos por los que este género se ha vuelto tan intrascendente en el mapa de la música nacional es precisamente por el prejuicio.
Las críticas por la inclusión de Francisca Valenzuela, Nicole y Nano Stern y también de otros con sobrados méritos de carrera y repertorio como Gondwana, Saiko y Manuel García, no sólo han intentado revivir un debate tan aburrido como inútil. Eso de que le falta rock a la cumbre del rock. También le da la razón a los que desde hace años vienen observando que al otro lado de la vereda de estilos, en esa que ocupa el antes ninguneado mundo del pop, se están escribiendo los verdaderos himnos de esta época en las voces y los discos de gente como Ases Falsos, Ana Tijoux, Gepe, Alex Anwandter, Javiera Mena, Gepe y tantos otros que deberían ser firmados en las próximas horas si lo que realmente busca esta cita es tener a los más importantes de la última década. Distinto es que La Cumbre del Rock Chileno opte de manera decidida, y están en todo su derecho, por viejos consagrados o, mayoritariamente, por esos créditos noventeros que hasta ahora conforman el 90 por ciento de su cartel con otros nombres ya oficializados como Los Tres, Lucybell y Chancho en Piedra (aunque si lo del "rock" es genuina directriz editorial, también deberían sumar a otros como Weichafe, Perrosky y Matorral y ojalá en horarios de privilegio).
Pero quizás lo más sensato y realista respecto de la relativa diversidad ya vista en las ediciones anteriores sería actualizar la marca, sincerar la convocatoria, apreciar la multiplicidad de la escena y buscar también en el mundo de la "nueva cumbia", del hip hop y la cantautoría para hacer finalmente una Gran Cumbre de la Música Chilena, sin restricciones ni ataduras de estilo ni aspiraciones nostálgicas que apelan a una épica que ya no existe más.
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