¿Qué es la gran universidad pública?
En su discurso de celebración de 174 años de la Universidad de Chile, el rector Ennio Vivaldi, afirmó que quienes se oponen a la reforma educacional buscan "impedir que vuelva a desplegarse con toda libertad la gran universidad pública de Chile". Más allá de lo irónico que resulta tal comentario –él ha sido uno de los principales opositores a la actual reforma- vale la pena analizar esta afirmación.
¿Qué significa la idea de la "gran universidad pública"? La Universidad de Chile fue la única institución chilena que figuró en el ranking ARWU, que se concentra en la calidad académica e impacto de la investigación. Cada año logra matricular a una muy significativa parte de los más altos puntajes en la PSU y los estudiantes más talentosos del país. Su productividad científica (medida en publicaciones WOS – Scielo, la medida más prestigiosa) es la más alta del país, y supera por casi 14% su competidor más cercano. Según datos de la Contraloría General de la Republica, dicha casa de estudios recibió el mayor financiamiento fiscal de todo el sistema de educación superior y el segundo mayor financiamiento fiscal por alumno (el primero es de otra institución estatal, la Universidad de Talca). No parece haber evidencia de que no sea una "gran universidad" y que no sea evaluada y tratada como tal, por lo menos para estándares chilenos y latinoamericanos.
¿Qué quiere decir entonces el rector cuando se refiere al despliegue de una "gran universidad pública"? No lo sabemos, pero hay elementos de su discurso que nos permiten hacer una inferencia. El rector señaló en esa misma alocución que "esta rectoría (…) ha sido explícita en una opción por un modelo en que la educación superior pública vuelva a ser la instancia principal y orientadora". Luego, señaló que buscará liderar un movimiento "que vuelva a fundir en una misión común los servicios públicos de educación, salud (…) con las universidades estatales". Para el rector Vivaldi, la gran universidad pública es una unión de hecho y de derecho entre el Estado y universidad. A la imagen de la universidad del siglo XIX, para el rector la universidad debe ser un servicio público (como el SAG o el Registro Civil) que se constituya como un medio a través del cual el gobierno implementa sus políticas directamente, y que sea el referente o paradigma obligado de la educación privada.
Hay dos problemas con esta visión. El primero es que han pasado 174 años y ya no están los tiempos para universidades nacionales y hegemónicas que sean en la práctica indiferenciables del Ministerio de Educación. Desde hace tiempo que la diversidad de la sociedad exige universidades libres y autónomas del Estado. Para esto es ilustrativo leer a Enrique Molina, fundador y rector de la Universidad de Concepción, manifestando su rechazo a ser arbitrariamente controlado por una santiaguina Universidad de Chile a través de sus exámenes y el otorgamiento de títulos: en buena hora nos libramos del monopolio de la Universidad nacional/Superintendencia. Hoy Chile goza de un sector universitario privado potente y diverso, que ha crecido justamente por no estar bajo otro control más que la ley y su proyecto educativo. Además, cuando se informa a la opinión pública el estándar de funcionamiento del Sename, y al observar esta mañana las colas en Fonasa tras el paro de empleados públicos, no se entiende qué lleva al rector a querer que la más antigua universidad del país sea sometida a tal régimen.
El segundo problema de la visión del rector es de diagnóstico. Basta fijarse en el usual panorama que ofrece cada año el frontis de la casa central de la Universidad de Chile cuando está en toma: un monumento nacional degradado y violentado, cubierto de rayados, graffittis, lienzos y afiches, su espacio ocupado por ferias y comercio ambulante, más la estatua de Bello encapuchada. Al mismo tiempo, la Facultad de Economía y Negocios de la misma universidad, en perfecto funcionamiento, recibe estudiantes de toda Latinoamérica para sus posgrados. Quizás al rector le hace falta mirar este fuerte contraste para preguntarse: ¿qué impide el despliegue de la gran universidad pública?
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