Las horas más oscuras




Este fin de semana, el PDC realiza una junta nacional particularmente importante para su futuro, y solo sirve reconocer que nuestro partido vive una crisis profunda. Negarla, subestimando el impacto que ha tenido la partida de muchos camaradas, equivale a cerrar los ojos ante la realidad; es preferible enfrentar los hechos, y tratar de precisar las causas de la crisis.

Es cierto que los partidos políticos están cuestionados, pero eso no es excusa para esquivar el examen de nuestra situación. No solo hemos perdido fuerza electoral, sino autoridad política y moral ante el país, y eso sí que es serio. Implica responsabilidades individuales y colectivas ineludibles, especialmente para quienes hemos tenido altas responsabilidades partidarias y de gobierno.

¿Cómo llegamos a este punto? Perdimos identidad y dejamos de tener una voz clara y reconocible frente a los problemas nacionales. No defendimos ciertos asuntos vitales, como la obra concertacionista que permitió que Chile diera un enorme salto hacia el desarrollo.

Nos dejamos intimidar y no tuvimos una percepción profunda del descrédito de la política, pero quizás lo medular fue el hecho de que nos confundimos respecto de cómo entender la lucha por una sociedad más justa, olvidando la historia. Chile progresó porque fuimos capaces de articular una estrategia que potenció el dinamismo del mercado y la acción del Estado como agente de inclusión. Nuestro país pasó a ocupar el primer lugar de América Latina en todas las áreas en que se mide el avance de las naciones, gracias a esa combinación virtuosa. Fue gigantesca la contribución de la DC a la recuperación de las libertades y a la fructífera experiencia de la Concertación. De allí se derivaban concepciones sobre el progreso y pautas sobre cómo gobernar democráticamente. Hubo errores y limitaciones, pero la línea gruesa fue virtuosa. El problema es que la Nueva Mayoría fue una asociación entre quienes valorábamos aquella experiencia y quienes la despreciaban. Ese fue el núcleo de un gran malentendido.

Debemos extraer enseñanzas de nuestra participación en un bloque que intentó funcionar como megapartido, dentro del cual siempre estuvimos en minoría. No necesitamos integrar una coalición permanente. Precisamente por eso, es indispensable que no haya equívoco en nuestro mensaje. Decir que no somos partidarios del "camino propio" es una expresión incomprensible para la gente común, e incluso para nuestros militantes; es un debate de hace 50 años, pero hoy confunde. ¿Qué otro camino podríamos recorrer los democratacristianos que no fuera uno definido por nosotros mismos? ¿Cuál sería la alternativa a eso? ¿Un camino fijado por otros? No tiene sentido. Por supuesto que necesitamos dialogar con el conjunto de la sociedad y establecer acuerdos con sectores con los que coincidíamos en determinados objetivos, pero eso exige que decantemos nuestra visión de país y las propuestas que tenemos que levantar con plena autonomía.

Creo que se equivocan quienes creen que la DC ha entrado en una fase de decadencia irreversible. Tenemos la oportunidad de dar un nuevo impulso al partido sobre la base de renovar su mensaje a la sociedad y ofrecer un espacio a muchos jóvenes que quieren aportar a la construcción de una sociedad más justa, en la que los frutos del progreso lleguen a todos. Ellos no quieren consignas extraviadas ni populismos. Lo que esperan es honestidad, sentido nacional, sensatez política.

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