Un zapato chino
"Ha sido desenterrar a Dalí y volverse todo surrealista". La demanda de paternidad que obligó a la reciente exhumación de los restos del aclamado pintor sirve de refugio en las redes sociales, junto con otras asociaciones ingeniosas, para tratar de entender lo que pasa en España. Por muchos precedentes históricos de poca voluntad de integración que se encuentren en el caso de Cataluña, cuesta identificar la palabra precisa. Se trata de un problema político que Ortega y Gasset definió como un "nacionalismo particularista", carente de solución y que "solo cabría conllevar".
Puigdemont, que parece haber entendido bien a Napoleón cuando dijo que "la política del futuro será el arte de sublevar a las masas", anunció que la desconexión se producirá el lunes 9 de octubre. El "procés" acumula tal nivel de atropellos, abusos e ilegalidades que poco anticipa la patria feliz del independentismo. El desgarro al interior de la comunidad es evidente, pero también un preámbulo de la fractura de España. Se ha agitado la memoria de la guerra civil y trizado el consenso de la Constitución de 1978. Abrirá, sin duda, una caja de pandora, con consecuencias imprevisibles para España (donde los vascos miran de reojo), pero también para el resto de la Unión Europea.
¿Podrá encauzar el gobierno el conflicto? Enfrenta divergencias entre las fuerzas políticas y un tipo de izquierda que, desde las instituciones, aboga por "cuánto peor, mejor". Se alzan voces por la negociación (asomándose hasta la posible mediación eclesial). Para ello, hay que tener algo que ofrecer. Cataluña ha sido muy eficaz en la utilización de su "diferencia" para obtener niveles de autogobierno inéditos, revelando su insaciabilidad. Se ha asomado la posibilidad de ofrecerle un concierto fiscal similar al del País Vasco y Navarra, quienes aportan mucho menos que el resto. Fue el precio que la existencia de ETA obligó a pagar. Ángel de la Fuente, uno de los mejores expertos en el tema, ha calculado que su equiparación con el País Vasco exigiría unos recursos adicionales de más de 16.000 millones de euros que habría que detraer de las comunidades de régimen común, lo que supone reducir su financiación en algo más del 12%. Bastante lejos de cualquier principio de solidaridad regional.
Mariano Rajoy se encuentra en un zapato chino. Al día de hoy, se entiende que la solución al problema catalán pasa por revisar el modelo territorial español. A la declaración unilateral de independencia, algunos contraponen la necesidad de un pacto multilateral de interdependencia. ¿Qué tanto si España ya es, en la práctica, un Estado federal? El resultado podría ser sorprendente, por lo regresivo. Dada la forma en que se han dado las cosas, algunos confiesan algo que nunca se habrían ni imaginado: su preferencia por alguna forma de recentralización.
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