Desde que tomaron el control de Kabul el 15 de agosto pasado, los talibanes han sacado, hasta ahora, a dos mujeres periodistas de sus trabajos en la emisora pública Radio Televisión Afganistán (RTA), las presentadoras Khadija Amin y Shabnam Dawrany, y han atacado al menos a dos miembros de la prensa mientras cubrían protestas en la provincia de Nangarhar, según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).
“Despojar a los medios públicos de mujeres prominentes presentadoras de noticias es una señal ominosa de que los gobernantes talibanes de Afganistán no tienen intención de cumplir su promesa de respetar los derechos de las mujeres, en los medios de comunicación o en otros lugares”, dijo el coordinador del programa de Asia del CPJ, Steven Butler. “Los talibanes deberían permitir que las presentadoras de noticias regresen a trabajar y que todos los periodistas trabajen de forma segura y sin interferencias”, agregó.
A los empleados masculinos de RTA se les permitió la entrada al canal, pero a las mujeres se les negó. El 17 de agosto, una presentadora de noticias designada por los talibanes salió al aire y transmitió declaraciones de los líderes del grupo, según los reportes.
En este contexto, la organización Rukhshana Media, llamada así por una joven afgana que fue apedreada tras huir de un matrimonio forzado, fue fundada en 2020 con el objetivo de amplificar las voces de las mujeres en un ecosistema mediático donde no había participación femenina. “Trataré de mantenerlo todo el tiempo que pueda”, dijo su fundadora, Zahra Joya. “Lo veo como una fuente de esperanza para muchas mujeres”.
La reportera freelance Kate Banville habló con mujeres periodistas en Kabul para el diario británico The Guardian, y una de ellas señaló que habían estado “tratando desesperadamente de enviar su documentación de identidad y trabajo a las embajadas antes de destruir cualquier rastro de su existencia, física y en línea”.
El Proyecto Fuller, que se dedica a reportear sobre mujeres para “crear conciencia, exponer la injusticia y estimular la rendición de cuentas”, también habló con periodistas en Kabul, y una comentó que había llegado al aeropuerto pese a haber sido asaltada con armas en el camino, mientras que otras habían decidido quedarse, corriendo el riesgo de morir.
Pese a su precaria situación, muchas periodistas afganas han seguido informando sobre la crisis. “Es como enfrentarse a un ejército alienígena”, dijo Saad Mohseni, director de la empresa matriz de TOLOnews, el primer canal de noticias de Afganistán que funciona las 24 horas, respecto a los talibanes. “No estamos seguros exactamente de cómo van a reaccionar ante las cosas”.
En cuanto a las corresponsales femeninas, Mohseni asegura que les han dicho “que se queden en casa un par de días hasta que las cosas se aclaren un poco más”.
Hace unos días, las reporteras Hasiba Atakpal y Zahra Rahimi de TOLO informaban en vivo desde las calles de Kabul mientras su colega Beheshta Arghand entrevistaba a un portavoz de los talibanes en el estudio. Aunque muchos señalaron que había sido “histórico”, la entrevista fue parte de una campaña de relaciones públicas que han llevado a cabo los fundamentalistas en los últimos meses para suavizar su imagen.
Otros medios siguieron el ejemplo de TOLO. Sakina Amiri, reportera del diario afgano Etilaatroz, fue fotografiada entrevistando a miembros de los talibanes en la calle, mientras que Nasrin Shirzad, de Ariana TV, continuó con su papel habitual como presentadora de un programa de actualidad.
Para las periodistas occidentales, en cambio, la crisis no se vive de la misma manera. Clarissa Ward, corresponsal internacional en jefe de CNN, ha reporteado durante más de 15 años desde las primeras líneas de batalla en lugares como Siria, Irak, Afganistán, Myanmar e Irán.
El 20 de agosto, Ward abordó un vuelo en Kabul para salir de Afganistán tras varios días informando desde las calles y enfrentándose cara a cara con los talibanes. El día después de la toma de la capital por parte de los combatientes, Ward apareció en el aire con un vestido islámico de cuerpo entero, y algunos la acusaron en redes sociales de ser una apologista de los combatientes. La corresponsal aclaró que siempre se ha cubierto el pelo en las calles de Kabul, aunque no en la misma medida.
No era la primera vez que Ward se paraba de frente a miembros del grupo. En 2019, obtuvo un acceso sin precedentes a territorios controlados por los talibanes para realizar un reportaje exclusivo para CNN.
La periodista ha ganado múltiples premios por sus trabajos. Este año recibirá el Ted Sorensen de Network 20/20, y ya es dueña de dos George Foster Peabody, dos Alfred I. duPont-Columbia University, siete Emmy, dos Edward R. Murrow al periodismo distinguido, honores de la Asociación de Corresponsales de Radio y Televisión y el premio David Kaplan 2017 del Club de Prensa de Ultramar. En 2016 recibió el Premio a la Excelencia en el Reportaje Internacional del Centro Internacional de Periodistas por sus reportajes de guerra.
Ward se incorporó a CNN en 2015 tras salir de CBS News, donde ejerció como corresponsal en el extranjero durante cuatro años. En ese tiempo, entrevistó a líderes mundiales, como la entonces secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton, y el ministro de RR.EE. de Rusia, Sergei Lavrov.
La reconocida corresponsal se graduó con distinciones de la Universidad de Yale, habla con fluidez francés e italiano, y un poco de ruso, árabe, español y chino mandarín. Su carrera periodística empezó en 2002, como becaria en la oficina de CNN en Moscú, y desde entonces ha trabajado también en las oficinas de Bagdad, Beijing, Beirut, Nueva York y Londres.
En una entrevista con The Hill hace unos días, Ward aseguró que nunca ha tenido vocación de heroína. “Se ha dicho de mí que soy valiente y no tengo miedo, y no es cierto. Claro que tengo miedo. No me gusta estar en situaciones en las que las balas silban sobre mi cabeza. Me estremezco cada vez que escucho un disparo. Odio las balas tanto como cualquiera”, señaló la corresponsal.
Lyse Doucet, corresponsal internacional jefe de la BBC, también ha podido relatar en terreno la crisis afgana. “Hace más de 30 años, en los últimos días de la Guerra Fría, cuando las naciones occidentales cerraron sus embajadas luego que las tropas soviéticas se retiraron, también me quedé para contar esta historia. Kabul, entonces como ahora, estaba consumida por la incertidumbre y el miedo, y el anhelo de una vida que mejoraría, no empeoraría”, escribió la periodista canadiense en una bitácora publicada por la revista británica New Statesman.
Entre 1983 y 1988, Doucet trabajó como reportera freelance en África Occidental para medios canadienses y la BBC, lo que le sirvió como trampolín para una carrera a largo plazo en ese medio. La reportera tenía su base en Kabul entre 1988-1989 para cubrir la retirada de las tropas soviéticas y sus secuelas. Desde entonces, ha pasado por distintos destinos en Medio Oriente.
Richard Engel, jefe de corresponsales extranjeros de NBC News, comentó que los talibanes hasta ahora no han sido hostiles a los periodistas occidentales. “Si tienes una buena historia que contar y te sientes victorioso, normalmente no es el momento en el que atacarías a los periodistas extranjeros”, dijo Engel, aunque advirtió que “los talibanes básicamente son matones”. “Es solo cuestión de tiempo hasta que alguien los rechace y luego veremos, creo, sus verdaderos colores”, vaticinó.