Entre la enorme cantidad de datos que entrega cada vez que se publica, la encuesta Casen 2017 esconde uno que impresiona por la profundidad de lo que representa. Por primera vez en toda la historia de la medición -y con seguridad en la vida de Chile-, más de la mitad de un grupo etario clave, las personas entre 18 a 29 años, decían tener algún nivel de educación superior, ya sea completa (17,9%) o incompleta (33,2%).

El 51,1% de ambos datos en agregado es un salto gigantesco en su comparación histórica: sólo como referencia, la cifra era 19,7% en 1990, 28,1% en 2000 y 41,0% en 2011. Pero, a la vez, es un quiebre generacional respecto a los grupos de mayor edad. En la misma Casen 2017, sólo el 14,3% de los mayores de 60 años decía estar en alguna de las dos situaciones, cifra que aumentaba levemente, hasta 22,3%, en las personas entre 45 y 59 años, pero que después se disparaba hasta 39,9% en quienes tienen entre 30 y 44 años.

Entre todas las diferencias que existen entre las generaciones mayores y los desafiantes jóvenes de la sociedad, es en la educación donde se pueden apreciar quizás los elementos de mayor distancia. Considerando que más de la mitad de los chilenos tiene hasta 35 años, ahí es donde coexisten dos mundos en que se nota la evolución de la cobertura en nuestro país.

Los cortes son drásticos. Se aprecia también en otra estadística de la Casen 2017, los años de escolaridad. Mientras los mayores de 60 años tienen 8,3 años de promedio, los menores de 45 años tienen 12,7; en la práctica, cuatro años más que señalizan una enseñanza básica y media que es completa, en la línea con la reforma promulgada en 2002 por el gobierno de Ricardo Lagos en que se marcó la obligatoriedad de dichos estudios.

Y es que el valor que tomó la educación como símbolo y emblema de la modalidad social se juntó con el aumento de la matrícula y el acceso que se dio en las últimas décadas. No es algo nuevo: en 2012, el académico Sergio Urzúa marcaba que, de acuerdo con los datos de la encuesta del Simce en 2010, el 85% de los padres con hijos en cuarto básico esperaba que sus hijos llegaran a cursar estudios superiores, casi 40 puntos más que una década antes (48% en 1999).

Internet, un universo joven

La distancia entre estas dos generaciones también se refleja en uno de los puntos más emblemáticos de la nueva sociedad: el uso de internet. Siempre según la Casen 2017, los grupos entre 15 y 34 años tenían cifras superiores al 90% de acceso, pero de ahí en adelante las cifras empezaban a decrecer rápidamente, bajando del 50% en las personas de 60 a 64 años, superando levemente el 35% entre los 65 y 69 años y bajando del 30% en los mayores de 70 años.

De hecho, la brecha entre los adultos mayores y los jóvenes es mayor que la que existe entre el primer y el décimo decil socioeconómico; es decir, la edad es un factor aún más relevante a la hora de entender el uso de las tecnologías digitales.

Eso sí, es posible que esta estadística haya sufrido una variación fuerte desde su última medición. Los datos oficiales son del período previo a la pandemia, donde la penetración del mundo digital se ha disparado por necesidad, y en que muchos servicios están disponibles de manera preferente o exclusiva vía online, lo que ha obligado a grupos como los adultos mayores a incorporar a la red como parte de su rutina.