los 31 años, Íñigo Errejón Galván se convirtió en uno de los fundadores del nuevo partido de izquierda español Podemos. Con la joven agrupación salió electo diputado en 2016 y a la fecha suma dos legislaturas en el Congreso. Pero hace dos años, el politólogo español rompió con Pablo Iglesias y decidió lanzar la plataforma Más Madrid, con la que sorprendió en los comicios locales de la Comunidad de Madrid el 4 de mayo pasado, al igualar los escaños obtenidos por el oficialista Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
“Somos una generación que más que heredar formaciones políticas nos las tenemos que inventar mientras caminamos. Mientras desde los partidos tradicionales se nos miraba con un cierto paternalismo, con frases como ‘ya descubrirán ustedes lo que es la política’. Y al final resulta que muchos de los que tenemos que soportar esos comentarios formamos parte de la primera línea de la política en nuestros países o pueden incluso llegar a ser presidentes, como en el caso de Chile”, comenta en conversación con La Tercera.
¿Cómo evalúa el recambio generacional en la política mundial, con líderes cada vez más jóvenes?
En realidad, la pregunta que nos podríamos hacer es ¿cómo es que ha tardado tanto? Porque durante mucho tiempo ha habido un conjunto de generaciones políticas y socialmente huérfanas, a las que se les dijo que la historia se había terminado y que podían tener la vida que quisieran. Sin embargo, sus expectativas han sido de precarización, de incertidumbre, de no saber qué van a hacer con sus vidas. Cuando han mirado a la política tradicional se han encontrado con que los partidos tradicionales se parecían mucho más entre sí que a la ciudadanía normal. En particular cuando han mirado a los partidos tradicionales de centroizquierda, digamos, a los que todavía se hacen llamar socialdemocracias, se encontraron con que ya no hacían transformaciones para hacer el mundo un lugar más justo, más igualitario y, por tanto, más libre, sino que se conformaban con ponerle unas gotas más de compasión a la misma forma de gobernar que los neoliberales. Por tanto, toda esa generación huérfana ha tenido que inventarse sus propios instrumentos políticos por el bloqueo que existía en la política tradicional. En España, desde la crisis del 2008, los recortes y el hecho que la gestión que hiciera un gobierno “socialista”, fuera muy parecida a la que habría hecho un gobierno conservador, convenció a muchos jóvenes de que la política era demasiado importante como para dejársela en manos de los de siempre.
¿Cómo se abrió paso esta nueva izquierda?
Diría en realidad que si la socialdemocracia hubiera hecho de socialdemocracia, no habría habido espacio. Se abre paso básicamente porque en un momento dado la socialdemocracia cree que moviéndose dentro del marco de los neoliberales, va a seguir ganando elecciones. Al hacerlo, en realidad cada vez va ayudando a que sus sociedades se fragmenten más, sean cada vez más desiguales, tengan cada vez menos confianza en lo público. En cada país, el itinerario de las nuevas izquierdas para emerger es diferente, pero en todas yo creo que se repite un patrón, que es la decepción ante los actores tradicionales y la necesidad de inventar nuevas herramientas.
Usted partió en la política con Unidas Podemos, ahora volvió a partir de cero con Más País ¿Cómo es ser joven en política?
La transición española a la democracia la hace una generación muy marcada y esa es una generación que se pasó mucho tiempo mandando. Comienzan a mandar en el 78, cuando muchos de ellos tienen veintipocos o treinta y muchos años, y 30 o 40 años después siguen ocupando casi todas las posiciones relevantes. Es una generación que se ha convertido también un poco en una generación tapón. No tengo nada contra esa generación, pero su discurso era que a nosotros lo que nos tocaba simplemente era disfrutar de las condiciones de un país que nos habían dejado. Y eso no es así. Una buena parte de las promesas de la generación de nuestros padres ya no está vigente para nosotros y no es una crítica a nuestros padres, es que a nosotros nos toca hacer nuestra parte para que los países evolucionen en un sentido de ser más igualitarios y más seguros.
¿Cómo cree que puede cambiar Europa ante la irrupción de los líderes sub45?
Más que una cuestión exclusivamente de la edad y de los líderes, me parece importante que mucha gente en Europa se empiece a plantear que la democracia no es sólo un procedimiento electoral, sino que es un conjunto de reglas, de instituciones, de normas y de acuerdos para que la vida no sea simplemente la imposición de la voluntad de aquellos que más tienen, sino que sea un acuerdo que garantiza que incluso los que menos tienen y los más débiles, pueden vivir con plena dignidad. Hay que recuperar la idea del sentido social de la democracia. Para que haya democracia tiene que haber justicia social. Nadie es libre si tiene miedo a no llegar a final de mes. Nuestras democracias se están rompiendo por la desigualdad. Eso ha hecho que mucha gente dé un paso adelante. Es verdad que los costes de irrumpir en política y de liderar opciones transformadoras se asumen mejor o es más fácil cuando uno tiene 25, 35, 40 años, pero también como lo decía Salvador Allende es un fenómeno biológico. Los jóvenes se incorporan a la vida y a la política con la energía más cargada y por tanto se atreven a desafiar cosas.
El votante más joven se ha reencantado. ¿Usted cree que se debe a la llegada de nuevas figuras y nuevas formas de hacer política?
Por una parte ha habido sectores amplios que empezaron a ver gente que se parecía a ellos en las instituciones y cargos. En segundo lugar, se empezó a hablar de las cuestiones concretas de la vida cotidiana y que las cosas podían ser diferentes. Durante mucho tiempo había que elegir entre el partido A y el partido B, cuando en realidad las diferencias comenzaban a ser microscópicas. Eso significaba que los márgenes de la política se iban estrechando y más gente se quedaba fuera. La democracia es ponernos de acuerdo, pero también es defender valores y que esos valores choquen pacíficamente, pero que choquen con las ideas. Claro que puedo pactar con ellos, pero teniendo claro que no soy lo mismo que ellos. Es un buen recado para las formaciones políticas de la izquierda más tradicional, que cuando se olvidan de hacer las grandes transformaciones, siempre acaba ganando el adversario.