Con tan solo 31 años, Sebastian Kurz sorprendió al mundo al ser elegido canciller de Austria en 2017. Dos años más tarde sería el turno de la finlandesa Sanna Martin, quien con 34 años se convirtió en la primera ministra más joven del mundo. Se trata de una nueva generación de figuras políticas que han irrumpido en distintos países. Los expertos los describen como nativos digitales, con una mayor comprensión del mundo globalizado y de las redes sociales y que ofrecen un renovado sentido de vitalidad y entusiasmo.

El creciente descontento con los políticos del establishment está impulsando la ola de energía juvenil en todo el continente europeo, dijo a la cadena NBC Susi Dennison, investigadora principal de políticas en el grupo de expertos del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Existe la sensación de que este es un momento en el que se necesita una nueva respuesta a los problemas de hoy”, sostuvo. “Se pone menos énfasis en la edad y la experiencia porque hay la sensación de que algo anda mal, algo podrido, en Europa”, añadió.

Kurz, que nació en 1986, revitalizó la imagen formal de su colectividad el Partido Popular Austríaco, cambiando su color de negro a turquesa. Con frecuencia va sin corbata y, como muchos millennials, según los informes, trabaja desde un escritorio de pie.

Sin embargo, los expertos han advertido que si bien los rostros nuevos -principalmente masculinos- han poblado la burocracia europea, las instituciones que muchos de ellos encabezan son las mismas de siempre. Kurz, por ejemplo, lidera uno de los partidos más antiguos de Austria.

Para los analistas es justamente la mezcla entre juventud y tradición lo que en varios casos ha hecho que estos nuevos líderes sean atractivos para el electorado.

Kurz en 2013 se convirtió en el ministro de Relaciones Exteriores más joven de Austria y organizó las negociaciones sobre el acuerdo nuclear de Irán de 2015. Algo similar ocurrió con Emmanuel Macron, el Presidente más joven de Francia, elegido en junio de 2017 a la edad de 39 años, quien también ocupó altos cargos ministeriales antes de dirigir sus partidos políticos.

Lo mismo sucedió con Sanna Marin, quien antes de ser jefa de gobierno fue ministra de Transportes. En 2019, el Partido Socialdemócrata, que lideraba una coalición de cinco partidos, la propuso como primera ministra de Finlandia. “Nunca había pensado en mi edad o sexo. Pienso en las razones por las que me metí en política y en aquellas cosas por las que nos hemos ganado la confianza del electorado”, dijo tras ser elegida.

Marin, de 35 años, también tiene un gabinete joven. Es el caso de la ministra de Educación, Li Anderson, que es presidenta del partido Alianza de la Izquierda y que tiene 34 años. A ella se suma, la ministra del Interior, Maria Ohisalo de 36 años y presidenta de la Liga Verde. Mientras que la vicepremier, Katri Kulmuni, tiene 33 años y es la líder del Partido del Centro.

“No existe un patrón particular con respecto a la edad de los políticos en Europa. Entre los 27 miembros de la Unión Europea se encuentran varios primeros ministros bastante jóvenes, pero también otros bastante mayores. Después de tiempos de estancamiento, la gente a veces recurre a políticos jóvenes que hacen campaña sobre la base de su energía y disposición para el cambio. En tiempos de crisis, a veces encuentran más tranquilizadores a los políticos de más edad con mucha experiencia. Entre los muchos factores que determinan la selección de los líderes nacionales, la edad es probablemente uno que no es muy importante”, indicó a La Tercera Stefan Lehne, del think tank Carnegie Europe.

El fenómeno “Jacinda”

Cuando Jacinda Ardern asumió el liderazgo del Partido Laborista en Nueva Zelandia en 2017 a los 37 años, solo dos meses antes de convertirse en la primera ministra más joven de su país en 150 años, ya existía lo que se conoce como el fenómeno “Jacindamanía”.

Según la publicación The Strategist, del centro de estudios Australian Strategic Policy Institute, los jóvenes en particular parecían inspirados por Ardern, quien adoptó un estilo de campaña “implacablemente positivo”, junto con una plataforma que incluía un plan para implementar tres años de educación terciaria gratuita para 2024. A eso se sumaba la percepción de que ella se comunicaba con los jóvenes, en lugar de solo hablar de ellos. Esto se tradujo en un aumento del 6,5% en la participación electoral entre los neozelandeses de 18 a 29 años, con respecto a las elecciones de 2014.

La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, en el centro, está cubierta durante una ceremonia en Auckland, el domingo 1 de agosto de 2021, para disculparse formalmente por una parte de la historia de la nación con carga racial conocida como Dawn Raids. Foto: AP

“La aparición de una joven líder política ha contribuido mucho a revitalizar la política interna de Nueva Zelandia. Ardern ha reformulado el molde de lo que significa ser político. Ha empleado la empatía y la comunicación eficaz para proporcionar el liderazgo necesario para que su país supere el ataque terrorista de Christchurch (de 2019) y la pandemia del Covid-19. Su capacidad para comunicarse de una manera identificable, particularmente a través de las redes sociales durante la pandemia y durante la campaña electoral de 2020, ha impulsado el compromiso con sus mensajes y motivado percepciones de autenticidad y experiencia”, indicó la publicación.

“El atractivo de Ardern para los jóvenes va más allá del mero hecho de ser joven, mujer y una comunicadora eficaz. A pesar de su historial como política de carrera, se ha comprometido a hacer política e implementar políticas de manera diferente. Las políticas climáticas también reflejan las preocupaciones de los jóvenes y la prioridad que dan a la acción para abordar el cambio climático. Un objetivo de cero emisiones, así como el compromiso de aplicar una ‘lente de cambio climático’ a todas las decisiones gubernamentales, deja en claro que el gobierno entiende que el cambio climático es un tema crítico con efectos de amplio alcance, y que se toma en serio la adopción de medidas”, añadió el texto.

América Latina no ha quedado ajeno al fenómeno de líderes jóvenes. Con la promesa de ser “el candidato del cambio”, Nayib Bukele, empresario millennial de El Salvador de entonces 37 años, se transformó en el Presidente de menos edad en un país latinoamericano de la mano de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (conservadora).

Su discurso estuvo centrado en hacer “política diferente”. Y así lo hizo. Con una imagen caracterizada por su chaqueta de cuero y lentes de sol, Bukele despertó especialmente la atención de jóvenes y millennials gracias a su presencia en redes sociales, en las que acumula experiencia como empresario del mundo del marketing y la publicidad, indicó la cadena BBC Mundo.

Como parte de su estilo, Bukele hace importantes anuncios de su gestión vía Twitter, y en la misma plataforma responde a las críticas de sus adversarios.

Otro mandatario joven para los estándares de la región es Iván Duque de Colombia, quien fue elegido en 2018 con 42 años. Previo a esto había sido senador por el partido Centro Democrático. A diferencia de otros gobernantes jóvenes, él siempre estuvo ligado a la política, ya que su padre fue gobernador de Antioquia y exministro de Estado. Esto hizo que el expresidente Álvaro Uribe lo ficha a temprana edad.

Entre los analistas existen diferencias sobre si la llegada de jóvenes al poder implica necesariamente una ruptura con el pasado. Sin embargo, concuerdan en que el surgimiento de figuras nuevas en posiciones de poder da esperanza a los jóvenes que pueden haber visto la política como una suerte de “zona prohibida”. Con todo, hay países como Alemania, Reino Unido y Estados Unidos que han desafiado la tendencia. De hecho, en las elecciones presidenciales del año pasado en este último país, la edad promedio de los candidatos fue de 75 años.