Moisés Naím: "Si no hay soluciones, en general la gente vota por charlatanes"
Según el sitio web Twiplomacy, solo seis países no tienen presencia oficial en Twitter: nicaragua, Norcorea, Laos, Suazilandia, Mauritania y Turkmenistán.
Elegido como uno de los intelectuales más destacados del mundo en 2013 por la revista británica Prospect, el influyente economista venezolano Moisés Naím conoce bien los vericuetos del poder en Washington. Tras dirigir por 14 años la revista Foreign Policy, en 2010 se integró como miembro distinguido del Carnegie Endowment for International Peace, un connotado think tank de la capital estadounidense. Exdirector ejecutivo del Banco Mundial y columnista de referencia en medios como El País, Naím, en la doble vertiente de analista y divulgador, ha escrito infinidad de ensayos y artículos que explican los principales fenómenos globales de la política y economía mundiales.
Así, por ejemplo, su libro El fin del poder (2013) se convirtió en un manual de lectura obligada para entender los gobiernos y liderazgos actuales. De hecho, el propio Mark Zuckerberg inició su club de lectura de Facebook recomendándolo. En esta obra, Naím postula no solo que "el poder está cambiando de manos", sino también que el poder está cambiando en sí mismo: "Cada vez es más difícil de ejercer y más fácil de perder", asegura. En esta entrevista con La Tercera, este destacado analista se refiere a este fenómeno, al rol que juegan hoy las redes sociales y la tecnología, y cómo, en definitiva, el "fin del poder" está remodelando el mundo en que vivimos.
En su libro El fin del poder usted plantea que el poder "está cambiando de manos". A la luz de lo que pasó con la elección de Donald Trump, las fake news, la supuesta injerencia de Rusia, ¿cree que este cambio de poder del que habla se refleja en el rol que las redes sociales juegan en las campañas políticas?
Por supuesto que sí. Le han dado instrumentos que han reducido la barrera a la entrada de jugadores que no fueron parte de las instituciones tradicionales. O sea, ahora un grupo pequeño de personas puede enfrentar con éxito a partidos institucionalizados de larga data. Eso lo estamos viendo en todas partes. Y allí las redes sociales tienen mucho que ver. Y tiene mucho que ver con tres tendencias que estamos viendo en el mundo en estos tiempos, que yo llamo las tres "P": la polarización, el populismo y la posverdad.
¿Cómo define a cada una de estas tendencias?
En un artículo que publiqué, llamado "La globalización de la polarización", digo que donde voltees vas a encontrar sociedades altamente polarizadas, fragmentadas, conflictuadas, etc. Incluso, en los bastiones de la democracia estás encontrando eso, poblaciones y votantes frustrados, con expectativas de cambio, que ya no creen en nada, con baja confianza, todo esto amplificado por las redes sociales. Entonces, crean un terreno fértil para la aparición de la otra "P", que son los populistas. Estamos viendo también, evidentemente, la aparición de líderes populistas de derecha y de izquierda en todas partes. Y, finalmente, vemos cómo se ha instaurado la posverdad, la mentira, como instrumento tolerado, aceptado como parte de las cajas de herramientas de los políticos. Siempre han mentido los políticos, pero nunca tan desfachatadamente, tan abiertamente como ahora. Lo estamos viendo en el Brexit. El voto del Brexit fue determinado en gran medida por las mentiras que decían quienes lo proponían y que al día siguiente de la votación dijeron que no era cierto lo que habían dicho. The Washington Post lleva un conteo de las mentiras de Trump y ya lleva miles, decenas de miles de mentiras, cotidianamente. Entonces, detrás de la polarización, del populismo y de la posverdad hay fuerzas importantes, pero ciertamente las redes sociales y la tecnología son muy importantes.
Y si hubiese que ubicar un punto cuando todo este fenómeno se produce, cuando el poder pasa de las manos tradicionales en que había estado a las redes sociales, ¿hay un punto en que se pueda decir "aquí partió todo esto"? ¿Por qué se gestó?
Creo que tuvo mucho que ver con la aparición de la clase media más numerosa en la historia de la humanidad, que ocurrió a comienzos de este siglo. Y eso tiene que ver mucho con la disminución de la pobreza en Asia y en otras partes. Hay una gran cantidad de países emergentes que entre finales de los 90 y mediados de este siglo, hasta la crisis económica, aumentaron notablemente el número de personas que viven en la clase media, de México a Ucrania, de Chile a Tailandia, Indonesia y, por supuesto, China e India. Entonces, esa es una clase media nueva, activada, conectada por redes sociales y politizada. Es muy, muy impaciente. Eso crea, por supuesto, un caldo de cultivo muy propicio a lo que estábamos hablando antes, las tres "P".
Usted también ha dicho que en esta lucha que existe ahora entre los grandes actores, que antes eran los dominantes, y los micropoderes que han irrumpido también se pueden gestar "caos y parálisis". ¿Qué ejemplos puede citar como muestra de eso en la actualidad?
Si quiere el ejemplo más extraordinario del fin del poder lo puede ver en el caso de Gran Bretaña y de Estados Unidos. En Gran Bretaña se está viendo cómo un país, una potencia nuclear, la democracia más antigua del mundo, país maduro en muchos sentidos, rico, etc., se metió en un atolladero del cual no sale. Si no hay soluciones, hay charlatanes, en general la gente vota por charlatanes, etc. Y bueno, lo que está sucediendo en Reino Unido es que es el fin del poder: no hay nadie que tenga poder allí para hacer lo que es necesario. Hay charlatanes que suben y bajan, van y vienen, pero no diría que son una estructura política fuerte. En Reino Unido hay una gran cantidad de centros de veto, de personas e instituciones y grupos que pueden vetar y ninguno de ellos tiene suficiente poder como para imponer su visión a los demás. Y en Estados Unidos lo estás viendo también.
¿De qué forma se observa este fenómeno en Estados Unidos?
Estados Unidos es otro ejemplo a nivel mundial de una potencia que unilateralmente cede espacio a sus rivales. Estados Unidos con Trump está desarmando un sistema que le daba mucho poder, toda la estructura multilateral. Ellos se están retirando de muchas de las instituciones multilaterales y hay una progresión aislacionista que los está perjudicando y que tiene mucho que ver también. Y, por supuesto, que Trump tiene poder, pero al mismo tiempo también vemos todos los días cómo cosas que él quiere hacer no las puede hacer. Es una combinación de que hay resistencias, de que hay instituciones que lo paran, que hay mucha ineptitud de su lado, etc. Pero también Trump, que se presenta como el todopoderoso, se da cuenta de que su agenda ha sido (...), salvo cosas como pasar la rebaja de impuestos -que no está claro cuán sostenible va a ser en el tiempo- o salirse del Acuerdo de París, por un lado, rompe el acuerdo con Irán y, por otro lado, busca en Corea del Norte acuerdos que serán muy parecidos a los que dejó con Irán. Entonces, eso lo que te da es una sensación de vértigo geopolítico. Estamos viviendo un constante vértigo geopolítico, pero que muestra los índices de poder.
En relación a ese vértigo, Trump y también Jair Bolsonaro, en Brasil, por ejemplo, acostumbran a usar Twitter para gobernar. ¿Considera que es una particularidad de ellos o es una tendencia que terminará imponiéndose en la forma de hacer política?
Es un instrumento potentísimo, (pero) es un instrumento que también tiene sus limitaciones. Yo creo que este tipo de comunicación directa entre un líder y su pueblo va a continuar y van a aparecer cada vez más instrumentos. La revolución digital ya llegó a la política, pero va a llegar de una manera mucho más importante. Yo creo que van a aparecer antídotos contra las mentiras, la posverdad, esto de que un país no puede decidir si algo es cierto o no y que todo depende de los rumores de la gente cuando hay cosas muy concretas. Entonces, creo que van a aparecer instrumentos, técnicas, instituciones que van a tratar de compensar el efecto de la posverdad, el efecto de la mentira como instrumento aceptado, aceptable y frecuentemente usado por los políticos en todas partes.
Cuando usted hablaba de los líderes decentes y los charlatanes, también apuntaba a la necesidad de regular las redes sociales. ¿Cómo se contrapone eso a la libertad de expresión de estas redes, que de alguna forma han permitido democratizar el poder?
Con dificultad (risas). Hay que hacer ambas cosas. Yo no creo que sea fácil regular las redes sociales. Pero yo sí creo que hay un marco institucional que rodea a esto, que es la potencia que tienen las compañías de tecnología del mundo, como Facebook, Google, YouTube, Instagram, y que han concentrado unos niveles de potencia económica, de poder económico, de poder de mercado y claramente se les debe aplicar nuevas formas de antitrust. De eso no tengo dudas. Tampoco tengo dudas de que en los próximos cinco a 10 años vamos a ver una progresión a la regulación de las empresas tecnológicas y, en algunos casos, hasta su fragmentación obligatoria, como se hizo con las grandes empresas, con los grandes trust que el gobierno del momento en Estados Unidos obligó a romperse en partes más pequeñas.
Y respecto de estas grandes empresas tecnológicas, ¿cree que podrían ser definidas eventualmente hoy como fuente original de poder político? ¿Están de alguna manera manipulando la opinión pública mundial?
No, yo no creo eso. Yo creo que son empresas que lo que están haciendo es maximizar sus ingresos, su poder de mercado y su valor económico. Ellos son instrumento y un ve- hículo. Son instrumentos, y los instrumentos tienen usuarios, entonces lo que hay que entender bien es quiénes son los usuarios y con qué propósitos, motivaciones y agendas están los usuarios utilizando las redes sociales.
El Fin del Poder
Autor: Moisés Naím
Páginas: 440
Editorial: Debate
Moisés Naím plantea que el poder es cada vez más difícil de ejercer y más fácil de perder.
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