¿Podrá el fútbol chileno seguir creciendo cuando ya no exista la "generación dorada"? Complejo. Partamos por convenir que el salto dado por la Selección en los últimos años no tiene que ver, como algunos incautos creen, con un grupo de grandes jugadores que la diosa fortuna juntó de repente, por chiripa y carambola. Menos con el trabajo de supuestos alfareros locales que, si existieran, ya serían famosos en otros pagos. No. La razón es clara y tiene que ver, casi exclusivamente, con el trabajo de un par de notables técnicos extranjeros -Bielsa y Sampaoli- que vinieron a cambiarlo todo.
Dos argentinos estudiosos y obsesivos que, con su intenso método de alfabetización, llevaron a una generación apenas competitiva a transformarse en "dorada". Lo primero fue sacarlos mental y físicamente del lastre que era entrenar y jugar en Chile, empujarlos a salir de los estrechos márgenes de la comarca y, por primera vez, exigirse a fondo. De hecho, apenas se trató de cambiar un poquito el mapa del tesoro, todo se vino abajo. Con los mismos exponentes, lo que dejó en claro que el secreto no eran Bravo, Isla, Medel, Vidal o Sánchez, sino la exigencia desmedida; esa única fórmula ofensiva, intensa y directa. Sin el miedo de antaño, sin la mediocridad disfrazada de "equilibrio".
El punto es: ¿Puede repetirse el éxito sin los exponentes iniciales de la fórmula? No es fácil. Quizás no ocurra nunca más, ya que el fútbol se trata de momentos. Sin embargo, la buena noticia es que ya se instaló en el medio -al menos en un sector de la prensa, dirigentes, jugadores e hinchas- una idea madre sobre la cual será difícil retroceder: ya ningún técnico podrá salir a defenderse, parar de correr o dejar de presionar tan fácilmente. Si se pone el freno, sea cual sea la materia prima que se tenga a mano, habrá quejas feroces.
La piel ya cambió y el protagonismo, afortunadamente, forma parte del ADN de las nuevas generaciones. Serán ellas, en la cancha, los entrenamientos, el estadio o detrás de una tele, las encargadas de exigir cada año, en cada torneo, volver a la masa madre. La única opción real de que, alguna vez, vuelva a surgir otra "generación dorada".