Daniel Matamala
El mensaje de los ciudadanos es nítido. En vez de copiar la violencia verbal de Trump o Milei, los políticos chilenos deben escuchar a los votantes de Maipú, Las Condes, Viña del Mar, Independencia y Renca.
Frivolidad, vanidad y falta de mesura frente a sí mismo. Boric no dimensionó la gravedad de los hechos, y, tras estallar el escándalo, se convenció de que su carisma y su credibilidad bastarían para solucionar el impasse. Que poner su grávitas en el ojo público resolvería el entuerto.
Así, en el año 2024 después de Cristo, el Congreso Nacional de la República de Chile decidió renunciar a siglos de civilización basada en las responsabilidades individuales, y volver a los tiempos bíblicos en que las culpas eran colectivas, y los castigos, también.
En 2024, el combustible se sigue acumulando: nuevos escándalos sobre privilegios y delitos de cuello y corbata caen sobre un lustro de promesas de cambio incumplidas, aderezados con nuevas furias sobre la delincuencia y la inseguridad.
"En Chile necesitamos políticos y gobiernos con el coraje para amenazar esa 'vida tranquila' de unos pocos poderosos. Y garantizar así una vida más tranquila para los que nos deberían importar: los millones de chilenos que pagan, de su bolsillo, las rentas de esos monopolistas".