Deng vio, seguramente sorprendido, cómo la chispa se transformaba en fuego y China empezaba a rugir bajo sus pies como un cohete furioso, impulsado por cientos de millones que, buscando su beneficio, hacían la mayor revolución de la historia. Increíblemente, no era de la mano de Mao, sino de la de Adam Smith.
11 may 2024 12:00 AM