Columna de Anyvic Aguilera: Lugar de crecimiento académico y personal

En el contexto de un nuevo año escolar cabe reflexionar sobre el sistema educativo en Chile. Enfrentamos una realidad compleja que también es una oportunidad innegable para el cambio. La educación es el espejo de nuestra sociedad; refleja nuestras fortalezas, pero también nuestras grietas más profundas. En este momento nos encontramos ante un escenario de tensión, donde la mala convivencia escolar es uno de los desafíos más acuciantes. Según diversos estudios, el 50% de los estudiantes de enseñanza básica en Chile reportan haber sido víctimas de acoso escolar, lo que no solo deteriora el ambiente educativo, sino que mina la posibilidad de un aprendizaje pleno.
Pero hay algo más. En muchos establecimientos la violencia y la intolerancia se han convertido en parte de la rutina diaria, afectando el bienestar emocional de los jóvenes. A veces, estos conflictos parecen insuperables, pero lo cierto es que no son irreversibles. En medio de todo esto hay una verdad fundamental: la educación no es solo un derecho, sino también una herramienta poderosa para transformar la realidad. Para muchos estudiantes, la escuela es la puerta a un futuro mejor y solo a través de un entorno saludable y respetuoso podremos permitirles caminar hacia ese futuro.
Teniendo todo esto en cuenta es vital que reconozcamos que no basta con construir nuevas infraestructuras o implementar programas aislados. Necesitamos un cambio cultural profundo, que pase por el respeto mutuo, la empatía, la inclusión y un trabajo en redes, colaborativo y multidisciplinario. La violencia no solo se combate con medidas disciplinarias, sino con una educación integral que enseñe a los jóvenes a ser más humanos, a dialogar, a gestionar sus emociones y a comprender las diferencias.
El desafío es grande, sí, pero también lo son las posibilidades. Si la educación es la clave para abrir nuevas puertas, es nuestro deber como sociedad seguir luchando por una escuela que no solo sea un lugar de aprendizaje académico, sino también de crecimiento personal y de construcción de valores. Porque una educación transformadora no solo depende de las políticas públicas, sino de todos nosotros, cada uno en su espacio, poniendo la esperanza y el compromiso por encima de la indiferencia.
Hoy, más que nunca, debemos recordar que la educación es el terreno donde se siembran las semillas del futuro. Y esas semillas, aunque frágiles hoy, tienen el potencial de dar frutos grandes. Si trabajamos con el corazón, con visión y con el firme convencimiento de que un cambio es posible, el futuro de la educación en Chile será, sin duda, más luminoso.
Por Anyvic Aguilera, Jefa de proyectos Centro de Educación Ciudadana Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Universidad San Sebastián
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