Columna de Guillermo Tobar: La educación a cara descubierta
El cambio profundo en nuestra sociedad chilena –como en cualquier otra– no será posible si la educación no es vista como el trampolín sociocultural en el que la adquisición de conocimientos y habilidades esté inseparablemente ligada a la formación en hábitos y valores. La crisis actual en la educación es innegable, pero las manifestaciones violentas, simbolizadas por estudiantes en overoles blancos, no son el camino para recuperar su esencia ni rescatarla de su extravío; de hecho, la normalización de la violencia conlleva consecuencias impredecibles y lamentables. Desde esta perspectiva, la educación debe llevarse a cabo “a cara descubierta”, con claridad y respeto por los estudiantes, evitando prácticas que solo perpetúan el miedo y la desconfianza.
Cualquiera que haya presenciado a estudiantes de secundaria cubiertos con overoles blancos, encapuchados y lanzando bombas molotovs desde los techos de sus colegios o en la vía pública, no puede quedar indiferente. Justificar tales acciones revela una visión ideologizada o una profunda ignorancia sobre el rol formativo de la educación. Estas conductas reflejan fallas en el sistema social y educativo, y es necesario que educadores, padres y autoridades reflexionen sobre su papel como protectores y guías en un entorno que debería inculcar el respeto, la responsabilidad y la cooperación.
La educación, en su verdadera esencia, forma al ser humano en su totalidad. Respaldar o justificar estas conductas solo contribuye a la deformación de esa misión y pone en serio riesgo a nuestros estudiantes. Los adolescentes, en plena construcción de su identidad y valores, necesitan modelos de vida y orientación en lugar de prejuicios o ideales efímeros que solo encienden una chispa pasajera, pero dejan secuelas duraderas. Una educación bien cimentada es el pilar de una vida plena y significativa que acompaña a la persona a lo largo de toda su existencia.
El auténtico aporte a la paz y a la justicia no surge de muros rayados, estatuas vandalizadas ni edificios incendiados, sino del perfeccionamiento humano. Fomentar el pensamiento crítico, el debate respetuoso y el desarrollo de ideas propias es un camino lento y desafiante, pero también es el medio por el cual la humanidad ha alcanzado sus mayores logros. El uso de la violencia destruye esta oportunidad en nuestros jóvenes.
La mejor contribución a la sociedad no se da solo en el cumplimiento de nuestras obligaciones diarias, sino en cómo las realizamos. Nadie debería excluirse de este cambio cultural que exige nuestra sociedad, un cambio cuyo fundamento debe ser la confianza, la inclusión y la esperanza en un futuro mejor. Estudiantes, políticos, académicos, empresarios y toda persona de buena voluntad están llamados a contribuir a esta recuperación educativa para Chile. Cuánta razón tenía Pitágoras al afirmar, hace más de 24 siglos: “Educa a los niños y no será necesario castigar a los hombres”.
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