El siglo XXI ha sido el escenario de la reedición de populismos y polarización en el seno de las democracias liberales. Ello en gran medida se debe al cambio cultural al cual asistimos. Éste afecta a todas las democracias, principalmente porque sus instituciones no consiguen respuestas eficaces ante los fenómenos globales como la migración, crimen organizado, el retorno espeluznante de la guerra y sus consecuencias, entre otros. Todo ello de la mano con políticos que no quieren ir a la comprensión de las causas de dichos fenómenos por falta de uso de la razón y/o por intereses particulares (ideológicos o lucrativos).
En efecto, vivimos tiempos de incertidumbre y relativización de derechos que habíamos consagrados como fundamentales. Tenemos mucha evidencia al respecto a nivel mundial y local. Por ejemplo: el genocidio en curso en Gaza y la guerra de agresión de Rusia sobre Ucrania, entre otras manifestaciones que exaltan la falta de voluntad de los representantes de los Estados por cautelar una convivencia sujeta a reglas.
Dicho contexto es el resultado de un cambio acelerado en nuestra percepción de mundo, el cual ha tendido a eclipsar la validez de las corrientes políticas y sus propuestas de mundo plasmadas en diferentes partidos políticos durante el siglo XX. Hoy no consiguen representar a la ciudadanía “empoderada”, la que irrumpió en las dinámicas políticas y sociales por varias razones, entre las cuales destaca el acceso a las tecnologías de la información que encarnaron la emancipación de la autonomía subjetiva, lo cual ha permitido una profundización de las conductas individualistas que han conseguido desprenderse de las ciencias morales, tendiendo a reemplazarla por una individual o colectiva que facilita el surgimiento de populismos e incrementan la polarización.
En dicho contexto, la representación tiende a quedar huérfana de contenidos racionales, y más bien se ajusta a las demandas y pulsiones circunstanciales que surgen desde la opinión de los ciudadanos.
¿Cómo reconstruir el espacio público y salir del mercadeo de propuestas políticas zigzagueantes, que surgen principalmente tras los análisis de estudios de opinión o la propia acción de los grupos de interés? Para ello se requiere de principios estables y valores compartidos que resguarden la dignidad humana, es decir, requiere moral y necesita cimientos institucionales alcanzados por medio del consenso social ejercido por medio de la razón.
En consecuencia, se requiere de personas que piensen, digan y hagan en coherencia, por tanto, requieren carácter en la defensa de sus ideas y coraje para aceptar la diferencia sin denostarla, mientras mantienen una actitud abierta al diálogo. Ello nos brinda una cierta certeza de conducta que nos permite esperanzarnos con políticas orientadas hacia el bien común. El primer paso para ello es un cambio actitudinal de respeto en el trato, siendo este el mejor antídoto contra la irritación que se plasma en la polarización.