Un elemento fundamental del deporte recreativo tiene relación con el saber divertirse sanamente. De hecho, tan importante es aprender a descansar, a pausar lo serio y lo ajetreado de la vida que los antiguos inventaron una palabra: Eutrapelia, que designaba ese saber disfrutar del tiempo libre y saber jugar con equilibrio, pues el juego y el deporte no pueden convertirse en un trabajo fatigoso más, pero tampoco es el espacio del caos donde cada uno hace desenfrenadamente lo que le da la gana.
El juego y el deporte son una forma muy especial de convivir relajada y respetuosamente con insospechadas consecuencias educativas, por eso es tan importante que los papás y mamás jueguen con sus hijos.
Gracias al estado de distención y apertura podemos simultáneamente ir conociendo más a nuestros hijos, sus intereses y comportamientos en el juego develan cosas relevantes de su personalidad. Además, podemos ir corrigiendo ciertas cosas e inculcando valores importantes sin que se vea como coerción o acto de autoridad.
En ese sentido el deporte, tanto a nivel competitivo como recreativo, es una instancia de formación, pues no sólo compite el cuerpo, si no la persona entera, sus emociones, su voluntad y, muy especialmente, su dimensión ética en la que entran en juego valores como la honestidad y el compañerismo. Por esto, el deporte practicado con pasión y verdadero sentido ético va perfeccionando la dimensión física, pero también es escuela de valores humanos y espirituales compartidos que enaltecen la misma disciplina deportiva.