Aunque resulte repetitivo decirlo, nuevamente los espacios australes antárticos, como los llamaba el General Cañas Montalva, vuelven a aparecer en la relación chileno – argentina, con tintes de dulce y agraz. Esto porque, al pensar en la cooperación con el país vecino, surgen nuevos antecedentes que empañan el escenario.
Vamos por orden. Hace unos días atrás, en medio del descubrimiento de petróleo que revolucionó el plano antártico por parte de Rusia, Argentina anunció este mes la reinauguración de la pista de aterrizaje de la base Petrel, con lo cual espera aumentar sus capacidades y conexiones con la Antártica. Sin duda, esta implementación es una muestra más de que Argentina busca seguir consolidando su presencia en la península antártica, zona de reclamación chilena en lo que actualmente conocemos como Territorio Chileno Antártico. Cabe mencionar que este sitio no se abandonó con la firma del Tratado de 1959, sino que solo se paralizó para privilegiar el desarrollo de la ciencia y la cooperación. Desde entonces podemos hablar de una competencia geopolítica que se ha mantenido desde el siglo XX.
Además de estas noticias, surgieron otras novedades preocupantes provenientes del Hito 1 en Magallanes, ubicado en la isla de Tierra del Fuego, ya que a fines de abril la Armada Argentina inauguró sus nuevas instalaciones con aportes de empresas privadas. ¿El problema? Parte de esta construcción traspasa en tres metros el lado chileno, por lo tanto, toca suelo nacional.
Aunque desde el Ministerio de Relaciones Exteriores se solicitaron explicaciones –que según medios de prensa aún no se responden por su contraparte en Buenos Aires– la situación revela no tan solo un simple error de cálculo (una alambrada que se utilizó como guía, según las autoridades), sino que también el posicionamiento frente al Estrecho de Magallanes. Desde la Directiva de Defensa Nacional 2021, es considerado como “espacio compartido” con Chile, algo que no concuerda con los tratados vigentes, pues el estrecho se encuentra por completo en manos chilenas, algo que siguió exactamente igual tras el Tratado de 1984.
Es más. Tampoco se encuentra sujeto a ningún control o exploración con otro país. Por ende, las explicaciones de que “ya no se puede desarmar hasta el verano” son poco afortunadas. Si existe una parte en el territorio chileno esta debería reubicarse hacia el lado argentino, porque si fuera el caso contrario, se abriría un nuevo conflicto diplomático, con insistentes reclamos desde el otro lado de la cordillera, aunque intervenir en ese lugar significase trabajar en invierno o verano.
Todos estos antecedentes nos demuestran que Chile no debe olvidar los espacios australes – antárticos. Son nuestra proyección natural al continente blanco y además la zona configura puntos clave como el Estrecho de Magallanes, que sigue siendo una de las conexiones marítimas más importantes del mundo.