En los últimos años, Chile ha mostrado su liderazgo en la protección de los océanos. A pesar de estos esfuerzos, la realidad no es alentadora. Con más del 50% de las pesquerías sobrexplotadas o agotadas, casi un centenar de especies marinas amenazadas o en peligro de extinción, y el alcance devastador de la contaminación marina, queda aún mucho trabajo por hacer en la conservación del mar.
Crear un marco legislativo es una vía necesaria para salvaguardar nuestros océanos. Sin embargo, no es la única herramienta que tenemos para un cambio de timón. Aplicando el sentido común, lo podemos hacer desde nuestras casas, escuelas y centros de trabajo. Eso pasa por tener una reflexión profunda a nivel individual y colectivo de nuestra manera de consumir y producir. En este caso, debemos dejar de ver los océanos como una fuente inagotable de recursos, o como el gran vertedero del planeta, ya que no es sostenible.
En este escenario de crisis planetaria, es esencial que los niños y niñas aprendan a relacionarse con el medio ambiente y el mar de una manera sustentable. La educación ambiental es, por lo tanto, una herramienta poderosa y necesaria para poder lograr cambios reales a largo plazo. Gracias al compromiso de centros educativos y profesores, iniciativas ambientales están tomando fuerza en Chile. Debemos aprovechar este impulso para ser líderes también en educación ambiental. No podemos olvidar que cuidar los océanos, y en extensión el planeta, es cuidar nuestra propia supervivencia.