Los centros históricos de nuestras grandes urbes, símbolos de cultura y dinamismo, enfrentan una devaluación progresiva que afecta no tan solo la vida cotidiana de los habitantes, sino que la estructura misma de nuestras ciudades. Santiago, Concepción y Antofagasta, otros referentes de modernidad, reflejan los efectos de una crisis que no sólo compromete temas de seguridad, sino que también está deteriorando el valor patrimonial y urbano de sus áreas más emblemáticas.
Es necesario actuar en forma decidida para frenar esta devaluación. Los centros históricos son el alma de nuestras ciudades y su recuperación es clave para que las próximas generaciones puedan disfrutar de espacios vibrantes, seguros y llenos de historia. Este fenómeno exige una reflexión profunda sobre el deterioro urbano y su relación directa con temas de seguridad. Devolver el prestigio y vitalidad a nuestros centros históricos requiere de una coordinación efectiva y urgente entre el sector público, los privados y la sociedad civil.