El 22 de noviembre de 2022 se lanzó al público ChatGPT. A la fecha, hay una multitud de otros modelos con capacidades similares. Según el agregador “There is an AI for that”, existen casi 14 mil herramientas de Inteligencia Artificial.
Esta revolución casi silenciosa está cambiando radicalmente el mundo laboral. Si bien, estamos lejos del tiempo en que los algoritmos y robots reemplacen masivamente a las personas, lo que sí ocurrirá con total certeza es que aquellas personas que integren estas herramientas en su quehacer reemplazarán a aquellas que no lo hagan. Una persona que tiene a la IA como copiloto es más creativa, eficiente y productiva que una que no la tiene.
Aún más importante, estos cambios están desdibujando rápidamente los lineamientos tradicionales de la educación. Estudiantes audaces están aprovechando el poder de la IA para producir trabajos que se lucen con una sofisticación engañosa, haciendo dudar a sus docentes.
Pero la realidad es que el mundo cambió y no hay vuelta atrás. Lo que corresponde es integrarlas en nuestras actividades docentes, para aprender su potencial, además de sus defectos. El mundo del trabajo demandará estas herramientas y no debemos privar a nuestros estudiantes de ellas. Los docentes no podemos fomentar el analfabetismo digital en IA.
Los expertos en educación e IA sacan varias lecciones de la evidencia científica ya disponible. Primero, estas herramientas pueden aumentar la capacidad de aprendizaje. ChatGPT puede crear cuestionarios sobre un tema o documento, y corregir respuestas incorrectas con detallada retroalimentación, un aspecto clave en el aprendizaje.
Segundo, si una IA puede aprobar un curso con una nota promedio, ¿qué significa esto para nuestros estándares educativos? Debemos replantearnos nuestros métodos de evaluación y elevar la vara.
Finalmente, es siempre importante recalcar que hay un gran número de habilidades que la IA aún no puede replicar, y que serán cada vez más valiosas en el mercado laboral del futuro. El desafío para las instituciones educativas (y los empleadores) es fomentarlas. No se trata de competir contra los algoritmos, sino de aprender a trabajar con ellas de manera efectiva.
En conclusión, la IA no es una amenaza a temer, sino una herramienta para dominar. El futuro pertenecerá a aquellos que puedan combinar las capacidades de la IA con las habilidades únicamente humanas. Nuestro desafío es adaptarnos, evolucionar y redefinir lo que significa ser “educado” y “calificado” en la era de la inteligencia artificial generativa.